se encontraba en un momento de transición de “reflejo” a “fuente”. Desde entonces han pasado diez años, tiempo suficiente para completar el tránsito de una etapa a otra. Y eso fue lo que ocurrió. El paso del Mar Rojo que llevó a cabo la Iglesia latinoamericana ha terminado y ahora se ha convertido en fuente, llevando a la cátedra de Pedro a un hijo ilustre. Un Papa argentino, además, que Methol Ferré conoció muy bien durante su vida y con el cual se encontraba con frecuencia cuando decía las cosas que hemos referido; un Papa que apreció y con quien colaboró estrechamente.
* * *
La relación entre Bergoglio y Methol Ferré viene de lejos. Elbio López, un amigo uruguayo, afirma que ambos se conocieron “intelectualmente” en la década del 70, “cuando, entre otras cosas, la ofensiva antirromana sacudía los cimientos de la autoridad petrina y ponía en tela de juicio las bases eclesiológicas del Concilio Vaticano II”.[6] Cara a cara, en cambio, se encontraron por primera vez en 1978, en la onda del impulso que ambos intentaban imprimir, también en la Argentina, al debate preparatorio para la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano a realizarse en Puebla de los Ángeles, México.
Francisco Piñón, rector de la Universidad del Salvador de Buenos Aires entre 1975 y 1980, recuerda con claridad esa época. “Con Methol Ferré, Lucio Gera, Luis Meyer, Hernán Alessandri, Joaquín Allende, Juan Lumermaz, Carlos Bruno y otros nos reuníamos para discutir el documento de consulta de Puebla. Circulaba en ambientes bastante restringidos”, recuerda Piñón, “y nosotros tratamos de ampliar el perímetro proponiendo la reflexión en otros ambientes como la Universidad del Salvador. Bergoglio en aquella época era provincial de los jesuitas”.[7] Un joven provincial de treinta y siete años, elegido superior en 1973, que hacía todo lo posible para transferir la Universidad del Salvador a la comunidad de laicos, manteniendo en manos de la Compañía de Jesús la Universidad Católica de Córdoba. Piñón evoca el momento del primer encuentro entre Bergoglio y Methol Ferré: “Fue un almuerzo de tres, que se llevó a cabo en el Colegio Máximo de San Miguel, sede pontificia en aquel momento de la Facultad de Filosofía y Teología de los jesuitas, de la Universidad del Salvador”. Poco tiempo antes Bergoglio había concretado un objetivo que para él era importante: transferir la Curia provincial del centro de la ciudad de Buenos Aires a la localidad periférica de San Miguel, a unos cuarenta kilómetros de la Capital. “Quería estar con los sacerdotes, lo mismo que ahora, como Papa, en el Vaticano”, observa Piñón, y a continuación recuerda los dos puntos fundamentales de la conversación que tuvo lugar durante aquel almuerzo:
Se habló del momento histórico de América Latina y de la responsabilidad de la Iglesia en esa coyuntura. Desde una óptica católica se observaba la situación del continente en la vigilia del encuentro de Puebla. El tema de la cultura, tal como se estaba perfilando en la fase preparatoria de la Conferencia en la que Methol tenía una participación activa, el de la religiosidad popular, el mismo tema de la Teología de la Liberación, se plantearon en profundidad durante la conversación.
Es oportuno recordar que en la Argentina se había formado un núcleo, una línea teológica que ponía el acento en lo existencial, en la religiosidad y en la cultura popular. Vale decir, más en la historia y el pueblo que en la sociología y las clases sociales. Formaban parte de ese núcleo, entre otros, los argentinos Lucio Gera, Gerardo Farrell y Juan Carlos Scannone, nombres conocidos y frecuentados tanto por Bergoglio como por Methol Ferré. Gera, amigo personal de Bergoglio, no aceptaba el enfoque sociológico de Gutiérrez y Boff. Trataba en cambio de incorporar el tema de la liberación en la tradición social de la Iglesia. Por su parte, el objetivo de Scannone era conjugar la línea de Gera con la de Gutiérrez; Farrell, otro argentino, especialista en doctrina social de la Iglesia, avanzaba entre tanto en el terreno de modernidad y liberación. “Todos tenían en común el acento en el tema de la religiosidad popular, de los pobres, de la cultura, de la historia latinoamericana y de la Patria Grande”,[8] resume el intelectual argentino Miguel Ángel Barrios, y desarrollaban un enfoque mucho más comprensivo de las realidades nacionales que, en consecuencia, entraba en conflicto con esa parte de la teología de la liberación subordinada a la hermenéutica marxista. Methol Ferré sintetizaba en pocas palabras la crítica de fondo que se le hacía a la teología de la liberación: “Muchos de nosotros, y durante los años en que ese enfoque no puede despertar sospechas, hemos reprochado a la Teología de la liberación su fundamental dependencia de la lógica marxista. En muchos exponentes de esta corriente –no en todos, si se fija bien– el cristianismo se subordinaba a una concepción totalizante de origen diferente y contrario al cristianismo, y no al revés. Esa amalgama se mantenía de manera forzada y precaria. Los hechos sucesivos demostraron el acierto de esta crítica. La deslegitimación histórica del comunismo evaporó la teología de la liberación como presencia en América Latina”. Y agrega al final una aclaración que pone de manifiesto la gran independencia intelectual de Methol Ferré:
Comparto la intencionalidad profunda de la teología de la liberación aún cuando difiera con mi posición. Esta teología prestó un inestimable servicio al resituar la política en función del bien común y en estrecha relación con la opción preferencial por los pobres y por la justicia. En cierto sentido es un pecado que se haya “evaporado”. La comunidad perdió el estímulo de una reflexión muy involucrada con las circunstancias de los inmensos sectores pobres del continente.[9]
Con esta línea teológica y de pensamiento se identificaba Bergoglio, una corriente mucho más fuerte en la Argentina que en otros países de América Latina y que se fue articulando en jornadas, publicaciones y revistas, entre las cuales merece ser recordada Nexo.
* * *
Muchas de las reflexiones de estos autores confluyeron en la revista Nexo, fundada y dirigida por Methol Ferré en etapas sucesivas. La fundó en 1955 con la finalidad, precisamente, de crear nexos, vínculos entre nación y nación, y estrechar lazos e historias entre pensadores de diferentes países de Sudamérica. El puente, sobre todo, debía tenderse, cruzando el Río de la Plata, desde Uruguay hacia la Argentina, para extenderse luego con miles de
brazos por todo el continente. Desde el principio el horizonte de la reflexión de Nexo debía ser América Latina en su totalidad, esa América Latina fragmentada por el nacimiento de repúblicas independientes y embrionariamente repensada como unitaria por Rodó, Vasconcelos, Ugarte, Fombona, Pereira y Calderón. Toda una generación –el 900 latinoamericano– a la que Methol Ferré se remitía sistemáticamente.
Nexo, el primer Nexo, bajó las persianas en 1958. En 1967 Methol Ferré integró la redacción de otra revista, Víspera. También en este caso el nombre debía sintetizar el impulso inspirador de la publicación y los objetivos programáticos: recapitular los aportes del Concilio Vaticano II en vistas de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín en 1968. En 1983 se produce un paso de la posta cargado de consecuencias para el futuro: de la revista italiana Incontri (Encuentros) dedicada a América Latina, de la que Methol Ferré formó parte desde el comienzo, a Nexo, que de esa manera iniciaba una nueva etapa en y por América Latina. Significativamente la resucitada publicación se reconocía en Latinoamérica, una gloriosa revista fundada por los jesuitas en 1949.
Bergoglio era un lector asiduo de Nexo. Otro compatriota de Methol Ferré, Guzmán Carriquiry, lo destaca en una carta escrita recientemente a su hijo Marcos Methol Sastre.[10] “Sé muy bien cuánto [Bergoglio] apreciaba y admiraba a Methol Ferré. Seguía con mucho interés y provecho todos sus escritos, especialmente los de la revista Nexo”. En la carta, Carriquiry pone de manifiesto los múltiples lazos de Methol Ferré con la realidad argentina, “tanto en el aspecto «político» (peronismo, nacionalismo popular y tradición cristiana, corrientes de pensamiento que ponían el acento en la Nación Latinoamericana) como en el eclesial (el «grupo Gera» y sus reflexiones sobre el pueblo de Dios, la evangelización de la cultura y de la religiosidad popular) siempre dentro de la orientación fundamental del documento de Puebla”. En especial, Carriquiry recuerda la amistad y la colaboración con Quarracino, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y arzobispo de Buenos Aires, que propuso a Bergoglio como obispo auxiliar de su diócesis. El mismo Bergoglio, además, permitió que Lucio Gera fuera sepultado en una capilla de la catedral metropolitana. “Bergoglio, padre, obispo y cardenal”,