entra bien, trato de forzarlo, y a veces salta lejos, ¡y aplasto la mano con el desatornillador! Normalmente la fuerza bruta no da mejores resultados. Conviene guiar el tornillo con cuidado, y usar menos fuerza.
El mejor jugador de fútbol sabe que no puede simplemente patear la pelota lo más fuerte posible. Tiene que guiarla en el sentido correcto. En el béisbol, el jugador no puede simplemente batear lo más fuerte posible. Es más importante conectar bien con el bate en el centro de la pelota.
La vida cristiana es algo así. En vez de simplemente ponerle más “músculo”, debemos aprender cómo crecer correctamente por gracia. Es cierto que no hay respuestas fáciles, y que pasamos la vida entera aprendiendo más acerca de esto. No obstante, quisiera ofrecer cuatro pautas importantes.
Para repasar: 1. En el Antiguo Testamento, ¿cómo veían muchos judíos el lugar de la ley? 2. ¿Cómo debemos ver el lugar de la ley ahora?
A. Usar los medios de la gracia
Obviamente, debemos usar los medios que Dios nos ha dado: la Palabra, la oración, el compañerismo cristiano, y los sacramentos. Si no usamos estas herramientas, estamos perdiendo muchas bendiciones simplemente por no hacer uso de algo que ya tenemos.
Es como el chiste del hombre que subió al techo de su casa y empezó a orar cuando el agua de un aluvión subía sobre su propiedad. Pronto llegó un bote, pero él rechazó su ayuda. “¡Gracias!”, dijo, “el Señor me va a salvar”. Después, llegó un helicóptero, y de nuevo, negó el rescate, porque estaba “confiando en Dios”. Finalmente, se ahogó y fue al cielo. Se presentó al Señor, y preguntó un poco molesto, “¿Por qué no me salvaste?”, a lo que el Señor contestó, “Pero te envié un bote y un helicóptero, ¡y no querías aceptar Mi ayuda!”.
Este chiste ilustra un punto: A veces nos quejamos de que avanzamos muy lentamente en la santificación, cuando ni siquiera estamos aceptando la ayuda que el Señor nos ha dado. Si no estamos orando y estudiando la Palabra, si no estamos asistiendo la iglesia y las reuniones de compañerismo, si no hemos sido bautizados y no estamos participando en la santa cena, no debemos sorprendernos si no estamos creciendo. En algunas ocasiones cuando me he sentido seco espiritualmente, un poco lejos del Señor, o indiferente, me he dado cuenta de que estaba descuidando mi tiempo de oración y meditación en la Palabra.
Pero debemos tener cuidado aquí. La tentación es de pensar que por el simple hecho de practicar las disciplinas espirituales, vamos a crecer. Empezamos a quitar la vista del Señor y poner la vista en nuestros ejercicios.
David Seamands1cuenta una experiencia cuando era misionero en la India. Un joven fue a pedirle un consejo, quejándose de un sentimiento de culpa, de ansiedad, de enojo, y de menosprecio de sí mismo. Cuando le hizo las preguntas típicas acerca de su lectura de la Biblia, su tiempo de oración, y su asistencia a la iglesia, supo que el joven le superaba en las disciplinas espirituales; pasaba horas y horas leyendo la Biblia, orando, y participando en las actividades de la iglesia. Pero algo no funcionaba. En ese momento, Seamands se dio cuenta de que el joven simplemente no estaba descansando en la gracia de Dios. Estaba tratando de lograr su propia santidad con esfuerzo humano. Seamands concluyó que era posible hacer las cosas “correctas”, sin estar confiando realmente en el Señor. ¡A veces convertimos los “medios de gracia” en “medios de mérito”!
B. Practicar el arrepentimiento
Proverbios 4:23 dice que sobre todo, debemos “guardar el corazón”, el centro de nuestros valores y de nuestro carácter. El primer paso hacia un corazón sano es la honestidad, especialmente consigo mismo. Tenemos que dejar de engañarnos, de pensar que casi hemos logrado la santidad, de soñar que falta un poquito de trabajo para lograr una gran estatura espiritual. La verdad es que estamos muy lejos de la meta de ser semejantes a Cristo. Somos egocéntricos, envidiosos, miedosos, impuros, y arrogantes.
Romanos 12:3
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
La “gran mentira” de pensar que estamos bien se forma así: 1) Cuando somos niños, no recibimos amor incondicional, ni siquiera de nuestros padres, porque nadie es perfecto. 2) Empezamos a creer que debemos ser de cierta manera, o que debemos lograr ciertas cosas, para ser amados. 3) Construimos una imagen ideal de lo que queremos ser, para ser amados. 4) Empezamos a creer que somos así realmente, porque deseamos tanto ser amados, y no queremos sentir el dolor del rechazo.2
El problema es que así no enfrentamos nuestros verdaderos problemas, y por lo tanto, no los solucionamos tampoco. Dios desea la honestidad en lo más profundo del corazón. Esto se llama “integridad”. Salmo 51:6 dice, “he aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”. El Salmo 32 explica lo que sucede cuando no reconocemos nuestro pecado:
Salmo 32:3-4
Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
¡Es un peso insoportable!
Por otro lado, cuando confesamos nuestro pecado, hay alivio y gozo:
Salmo 32:1-2, 5 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño... Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
Debemos practicar el arrepentimiento diariamente, porque pecamos diariamente, en nuestras actitudes, nuestros motivos, pensamientos, y acciones. Los peores pecados son interiores, como la arrogancia, la envidia, el resentimiento, y el egocentrismo.
El apóstol Pablo pensaba que él estaba bien, hasta entender el décimo mandamiento, que tiene que ver con una actitud, la codicia. En Romanos 7, explica el proceso de arrepentimiento. Se da cuenta de que hay algo en él que no puede controlar, una fuerza negativa que no puede dominar, y concluye que es el pecado. Termina clamando al Señor, pidiendo Su ayuda.
Romanos 7:19-25
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Como enseñaba C. John Miller, cuánto más conscientes estamos del pecado, más grande vemos a Cristo.3
Menos consciente Más consciente
El arrepentimiento no significa hacer penitencia, ni hacer nada para ganar nuestro perdón. El perdón es gratis. El arrepentimiento significa pedir perdón y dar la espalda al pecado. Es una media vuelta hacia Jesús. Es un cambio de actitud.
1 Juan 1:8-10
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Me conmueve la figura de Jesús lavando los pies de los discípulos en Juan 13. Normalmente, se hace referencia a este pasaje para hablar del servicio, y por supuesto, es una de las aplicaciones más importantes. No obstante, creo que el punto central es el perdón. El lavamiento simboliza el mayor servicio que podemos