pero no todos. Yo concluyo que estaba hablando de la limpieza del perdón. Judas no tenía ese perdón, porque no creía en Cristo. Pensando en este significado, me conmueve la actitud de Jesús: cuando Pedro no aceptaba Su servicio, Él insistió. Esto significa que Él realmente desea perdonarnos. En Su gran misericordia, ¡Le agrada perdonar! Cuando reconocemos lo profundo de nuestro pecado, también debemos reconocer la grandeza de Su gracia.
Para repasar: ¿Qué es el arrepentimiento ?
Para reflexión: Piense en algún pecado que debería confesar al Señor. Pida al Señor que le perdone y que le ayude a superarlo. Pida que el Señor le cambie en lo más profundo de su corazón. Recuerde Salmo 51.10: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.”
C. Mantener la vista en Cristo
Para crecer espiritualmente, debemos fijar la vista en Cristo, quien nos ha dado fe y quien aumenta nuestra fe. Cuando quitamos la vista de Él, empezamos a cojear. Si miramos a otros, o si miramos a nosotros mismos, tropezamos.
Hebreos 12:1-2
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Es curioso cómo crecemos por gracia. Casi sucede sin que nos demos cuenta, porque dejamos de pensar tanto en nosotros y pensamos más en Cristo. El que lucha tanto para crecer, y está muy pendiente de su propio estado espiritual, tiene la vista muy puesta en sí mismo, y no crece. El resultado es todo lo contrario de lo que quiere. Pero el que se olvida de sí mismo y solamente trata de acercarse al Señor para conocerlo más y amarlo más, empieza a parecerse a Cristo, en forma natural. Es como un hijo que empieza a parecerse a su padre, sin esforzarse. Simplemente sigue el modelo paternal instintivamente. Debería ser así con los hijos de Dios.
2 Corintios 3:18
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
Mantener la vista en el Señor significa depender totalmente de Él para nuestra santidad. Usamos los medios de gracia, pero confiando en Él para su eficacia. Jesús nos enseña en Juan 15 que sin Él no podemos hacer nada, pero si permanecemos en Él, daremos mucho fruto.
Juan 15:5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Debemos vivir como un hombre “buzo”, que tiene una manguera de oxígeno conectada en cada momento, y no como un “hombre rana” que usa estanques pequeños de oxígeno, y que vuelve de vez en cuando para buscar más. Nuestra dependencia del Señor es continua. ¡Así podremos nadar en aguas más profundas también!
Para Repasar: ¿Cuál es la lección de Hebreos 12:1-2 acerca del crecimiento espiritual? ¿Qué debo hacer?
D. Vivir como hijos de Dios, no como esclavos
Otro aspecto importante de nuestra actitud es que debemos recordar que somos hijos, y no esclavos.
Romanos 8:14,15
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Un esclavo siente que es propiedad de su amo, y que no es amado, mientras un hijo siente que pertenece a una familia, y que lo aman. Un esclavo no se parece a su dueño, mientras un hijo sí se parece a su padre. Un esclavo no espera heredar nada, pero un hijo espera recibir todas las posesiones de su familia. Un esclavo no tiene el privilegio de acercarse y hablar con su amo en cualquier momento, mientras un hijo siempre cuenta con una buena recepción de su padre. Cuando un amo castiga a un esclavo, es simplemente para corregir su conducta, mientras cuando un padre disciplina a su hijo, lo hace porque lo ama, y porque está pensando en su bien.
Hebreos 12:6Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.
Como hijos de Dios, confiamos en que Él va a encaminar todo para nuestro bien. Como hijos, queremos obedecer por amor. Tenemos gozo en nuestra relación con Dios, y no estamos simplemente tratando de cumplir nuestro deber con una actitud amargada y resentida. Como hijos, nuestra santificación viene “desde adentro hacia fuera”, y no desde afuera hacia adentro.4
Agustín dijo, “Ama y haz lo que quieras”. A primera vista, esto parece terriblemente equivocado. No obstante, analizándolo bien, en un sentido tiene razón. Lo que falta explicar es que, siendo regenerados, hemos experimentado un cambio en nuestra voluntad, y ahora lo que realmente queremos es cumplir la voluntad de Dios. Por supuesto, en algunos momentos cuando nos atrae la tentación, tenemos el deseo momentáneo de pecar. Pero, en lo más profundo de nuestro corazón, está el deseo de complacer al Señor.
Romanos 7:22
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
Me llama la atención la diferencia entre los dos grandes escritores rusos, León Tolstoi y Fiodor Dostoievski.5 Ninguno era exactamente un santo, pero trataban de vivir la vida cristiana. Tolstoi se esforzaba para cumplir las exigencias de la Biblia, pero se sentía muy culpable. Escribió en una carta, “Soy culpable y vil, digno de ser despreciado”. Se desanimaba tanto que tenía que esconder las armas y las sogas en su casa, para evitar la tentación de suicidarse. Huyó de su casa, vivió alejado de su familia, y murió en una estación de tren.
Por otro lado, Dostoievski aparentemente comprendió la gracia de Dios. Casi fue fusilado entre un grupo de radicales, pero en el último momento, dispararon al aire. Después de ese traumático incidente, sintió que había nacido de nuevo. Cuando lo mandaron a la prisión en Siberia, una señora le dio un Nuevo Testamento, y no tenía nada más que leer durante años. En la prisión, escribió un credo:
“Creo que no hay nada más hermoso, más profundo, más compasivo, más razonable, más valeroso y más perfecto que Cristo. Y no sólo no hay más, sino que me digo a mí mismo con amor celoso que jamás podría haberlo.”
En su lecho de muerte, llamó a su esposa y a sus hijos. Pidió que ella leyera la historia del hijo pródigo, y les dijo,
“Hijos míos, nunca olviden lo que acaban de escuchar. Tengan fe absoluta en Dios, y nunca duden de Su perdón. Yo los amo profundamente, pero mi amor no es nada comparado con el amor de Dios. Aunque cometan un crimen horrendo y solo sientan amargura, no se alejen de Dios. Son Sus hijos; humíllense delante de Él, como delante de su padre; supliquen Su perdón, y Él se regocijará en su arrepentimiento, como el padre se regocijó en el de su hijo pródigo.”
En pocos minutos, falleció.
Esto debe ser la pauta para entender nuestra relación con Dios: somos hijos pródigos que hemos vuelto a casa. Nos habíamos alejado de Dios, viviendo entre los “cerdos” en el barro, comiendo algarrobas. Pero nuestro Padre celestial nos estuvo esperando, y corrió a recibirnos con los brazos abiertos. Ahora estamos en casa, y debemos vivir como hijos.
Para Repasar: ¿Qué debemos recordar acerca de nuestra relación con Dios? ¿Qué somos?
Para Reflexionar: ¿Se identifica usted más con Tolstoi o con Dostoievski? Explique.
LO ESENCIAL DEL CAPÍTULOSomos hijos de Dios, no esclavos, y el crecimiento espiritual es por gracia, usando los medios de gracia.
Para aplicación personal
a) Estudio bíblico
En su tiempo devocional esta semana,