Dave Mearns

Counseling centrado en la persona


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más rehenes sobreviven cuando se vuelven “conocidos” para sus captores. Entonces dejé de lloriquear y empecé a relacionarme con esa gente. Estaba sorprendida: ésta no era yo hablando, pero en verdad lo era, no estaba “actuando”; estaba siendo “yo”, pero había una parte mía que no reconocía.

      Hemos documentado el trabajo con clientes que simbolizan no sólo dos partes de su sí mismo sino muchas, así como también una compleja dinámica entre la partes. (Ver “Alexander” en Mearns y Thorne, 2000: 120-6). Nuestra primera tarea fue describir un método de trabajo con clientes que simbolizaban a su sí mismo en términos de partes. Esta etapa duró ocho años y dio como fruto el primer texto formal (Mearns, 1999). La dificultad radicaba en conservar un enfoque centrado en la persona consistente y, al mismo tiempo, relacionarse con las diferentes partes. Anteriormente, el criterio aceptado dentro del enfoque era que debíamos “trabajar con el consultante como un todo”. Teníamos que aprender a distinguir eso de “trabajar con la totalidad del consultante” porque muchos de nuestros consultantes no se experienciaban a sí mismos como un “todo”. El sistema que desarrollamos, y que se describe en Mearns y Thorne (2000: 127-43), se parece mucho a la terapia de familia centrada en la persona (O´Leary, 1999): todas las partes están relacionadas, pero actualmente algunas están en conflicto, y debemos ofrecer una relación terapéutica a cada una de ellas. La tarea final fue formular una teoría que pudiera describir la formación y la existencia de configuraciones. El proceso implicaba combinar la teoría de Rogers acerca de la estructura del sí mismo con la nueva evidencia proveniente de nuestras observaciones clínicas. Esto dio por resultado cuatro proposiciones teóricas más.

      Proposición 5: las configuraciones se pueden establecer en torno a introyecciones sobre el sí mismo. Una introyección sobre el sí mismo transmite un mensaje o un juicio de los otros. Una manera de sostener esa introyección es albergarla dentro de una “configuración” cuyo sentido refleje dicha introyección. La personalización de la proyección le da un estatus más sólido y funcional, a la vez que habilita a que otras configuraciones incluyan narrativas diferentes acerca del sí mismo. Por ejemplo, nuestra consultante Lorraine, que introyecta el imperativo debo ser perfecta, sólo si soy perfecta soy aceptable, no necesariamente encontrará que este mandato dominó toda su existencia. Puede convertirse en una parte predominante de su sí mismo, representada como la parte mía que necesita ser perfecta. Esa parte puede hacer que a ella le resulte difícil aceptarse a sí misma, y podría desarrollar un sofisticado repertorio de acciones para evitar situaciones difíciles. Pero no necesariamente define la totalidad de su sí mismo. En términos de adaptación, esto es lo bello de las configuraciones como mecanismos psicológicos. Permiten que nos adaptemos a situaciones que nos definirían, pero limitando esa definición a una parte del sí mismo. (Mearns y Thorne, 2000: 108-113).

      Proposición 6: las configuraciones pueden establecerse en torno a experiencias disonantes del sí mismo. De la misma manera, la persona necesita encontrar formas de responder a experiencias del sí mismo que son inconsistentes con otras dimensiones de sí mismo. Estas experiencias disonantes pueden englobarse y encarnarse en configuraciones del sí mismo. Aquí, también se cumple la función de permitir que el sí mismo “posea” experiencias bastante variadas y hasta contradictorias (Mearns, 1999; Mearns y Thorne, 2000). Por ejemplo, nuestra consultante Lorraine puede haber acumulado experiencias de sí misma que no fueron manejadas por el imperativo de la perfección, y aun así ser aceptables para ella. También en este caso pueden haber sido albergadas dentro de una configuración representada por la parte mía que se opone a tener que ser perfecta. Ahora Lorraine tiene un sistema dialógico en el cual contener la disonancia entre estos imperativos. Le está permitido buscar la perfección y también oponerse a buscar la perfección. Puede encontrar que las diferentes configuraciones adquieren predominancia en diferentes relaciones de su vida; las personas muchas veces cuentan cómo cambian en diferentes contextos sociales.

      La teoría de Rogers en esta área es coherente con el énfasis unitario de su época y con las “teorías de la consistencia” vigentes en esos años en el área de psicología social (Festinger, 1957; Heider, 1958). De ese marco unitario sólo podía remitir a la negación como medio para manejar la disonancia, como lo expresa en su proposición XIII:

      El comportamiento puede, en algunos casos, ser provocado por experiencias orgánicas y necesidades que no han sido simbolizadas. Ese comportamiento puede ser inconsistente con la estructura del sí mismo, pero en tales casos la conducta no es reconocida como propia por el individuo. (Rogers, 951: 509).

      A esta proposición podríamos agregarle ahora la siguiente salvedad:

      En algunos casos el comportamiento puede ser “tomado como propio” pero asignado a una parte o una configuración dentro del sí mismo. Esa configuración puede ser inconsistente con otras partes de sí mismo y tener acceso restringido.

      Si no estamos obligados a pensar en el sí mismo como un fenómeno unitario, sino que podemos pensarlo como compuesto por una variedad de configuraciones cuyas inconsistencias son toleradas por sus límites y dinámicas, ahora tenemos un sistema que puede describir la experiencia humana de manera más integral.

      Proposición 7: las configuraciones en formación asimilan a otros elementos consistentes. Una configuración es un principio organizador dentro del sí mismo. Le puede dar estructura y función a pensamientos individuales, sentimientos y experiencias. Por ejemplo, la configuración de Lorraine, que se desarrolló inicialmente para albergar su introyección acerca de su necesidad de ser perfecta, va a reunir más elementos con el mismo mensaje. Aunque la fuente de la introyección original ya no esté sosteniéndola, la configuración misma puede acumular más elementos. Por lo tanto, Lorraine “debería ser perfecta” en todo lo que emprenda como adulta. Es innecesario decir que bajo este imperativo bastante agobiante lo único que Lorraine puede acumular son fracasos. Por supuesto, su otra configuración, la parte de mí que se opone a ser perfecta, también estará agregando elementos; por ejemplo, cuando abandonó a su pareja en lugar de seguir intentando ser la “esposa perfecta” y cómo se sintió inundada de energía (así como también de temor) cuando le dijo a su gerente ¡que se preparara su propio café!

      Como ambas configuraciones se van expandiendo y cada una suma su propia verdad, la disonancia crece hasta que ya no puede contenerse. Tal es la naturaleza del proceso de desarrollo humano contenido en un marco dialógico y tal es el impulso para cambiar, que a veces monitoreamos en el proceso de counseling.

      Proposición 8: Las configuraciones se interrelacionan y se reconfiguran. Esta concepción de los sub-sí mismos es más dinámica que la de la teoría de las relaciones objetales (Fairbairn, 1952), que considera que los “objetos” permanecen bastante estáticos a lo largo de la vida. En la concepción actual, las configuraciones no están permanentemente compartimentadas como “costras psíquicas”. Los consultantes hablan de partes que van cambiando en sí mismas y en relación con las otras. Es frecuente que el consultante le dé un nombre diferente a una configuración que está evolucionando. Pensamos que ese proceso de reconfigurarse ayuda al cambio y al desarrollo dentro del sí mismo y también permite que los sistemas de autoprotección sean más complejos. Estos sistemas pueden evolucionar con el cambio del espacio vital social de la persona. Pero quizás nunca perdemos las primeras autoprotecciones, simplemente evolucionan hacia una forma menos restrictiva, pero conservan un rol de “guardián”.

      Hay otras propuestas que podríamos presentar en relación con la dinámica de las configuraciones. Por ejemplo, es claro que algunas configuraciones incluyen una narrativa autoprotectora consistente, mientras que otras son más autoexpresivas. Sin embargo, es necesario actuar con cautela antes de formular más proposiciones en torno a estas observaciones, porque llegar a ese nivel de especificación hipotética podría comenzar a debilitar la naturaleza esencialmente fenoménica de nuestro trabajo. Quizás sea suficiente observar la interacción entre estos imperativos diferentes y dejar el resto de la teorización a nuestras investigaciones con cada