Dave Mearns

Counseling centrado en la persona


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lo que estamos describiendo es un sistema para el desarrollo del sí mismo que genera una enorme flexibilidad para la adaptación. El sí mismo puede desarrollar una gama de aspectos, o configuraciones, que permiten un amplio repertorio de maneras de enfrentar los diferentes desafíos sociales. La persona no es solamente un único sí mismo, sino un múltiple elenco de actores, cada uno firmemente apegado y coherente para permitir que exista una congruencia de expresión. Es posible que esta dimensión de autodesarrollo permita a los seres humanos ser expertos “actores”. El actor experto encontrará un aspecto de su sí mismo en el que puede entrar para encajar en un rol con más fluidez. Lo que estamos presenciando en esta multiplicidad de configuraciones dentro del sí mismo es creatividad y expresividad, además de un sistema de adaptación increíblemente sofisticado que hasta puede permitirle a una persona presentar, de manera congruente, aspectos del sí mismo opuestos en distintos contextos sociales.

      El nuevo cuerpo de teoría que resumimos en este capítulo nos permite concluir con una concepción actualizada del proceso de counseling desde una perspectiva centrada en la persona. Esto se ilustra en la figura 2.1.

      Figura 2.1 El proceso de counseling

      La figura 2.1 representa tres áreas en las cuales es posible enfocar el trabajo psicológico. El consultante puede presentar como su problema el hecho de que a pesar de tener muchas amistades a corto plazo, parece que nunca logra tener una relación duradera. Un enfoque de counseling “centrado en el problema” podría intentar trabajar con él a este nivel considerando diversas estrategias que podría seguir para mejorar la situación. Sin embargo, la mayoría de las terapias psicológicas sondearían más profundamente y estarían abiertas a trabajar con él en el proceso egosintónico que sustenta su problema con las relaciones. Ese trabajo también estaría abierto a relacionarse con los diversos diálogos del sí mismo que han llegado a caracterizar su forma de procesar. El enfoque centrado en la persona sería una de las terapias pertenecientes al pequeño grupo que no definiría su proceso egosintónico o los diálogos de su sí mismo como toda la historia, sino que estaría abierto a explorar a la persona en su totalidad, incluyendo las potencialmente poderosas experiencias del sí mismo, que sustentan su proceso egosintónico, y los otros aspectos fundamentales de su existencia: el dominio que llamamos su proceso existencial.

      Nosotros utilizamos la palabra “existencial” como un simple adjetivo de la palabra existencia (no del “existencialismo”) para denotar algo que la persona experiencia como particularmente significativo para ella. Porque este concepto es totalmente fenomenológico, o sea que describe un fenómeno experienciado en forma única por cada persona, es muy difícil de describir y es probable que sea imposible de definir, al menos como es usual hacerlo en psicología. Brindar ejemplos individuales también podría inducir a error porque cada ejemplo es importante sólo en la vida de esa persona. Es probable que el mismo ejemplo no tenga la misma trascendencia existencial para otra persona. Aún así trataremos de establecer algunos aspectos de su proceso existencial, como lo hemos llamado.

      Nuestra práctica con los consultantes nos señala que su proceso existencial contiene una rica mezcla de experiencias y supuestos del sí mismo, esperanzas, temores, fantasías, terrores, experiencias en relación con los otros, supuestos acerca de ellos y valores profundamente respetados. Los elementos y las dinámicas son experienciados por la persona como más centrales a su existencia que los aspectos del sí mismo que ellos suelen presentar al mundo, y por lo tanto son protegidos con gran celo. Ser juzgado por otro sobre la base del sí mismo que presentamos es una cosa, pero ser juzgados por lo que creemos que es nuestra esencia es, en particular, peligroso, puesto que el consultante puede correr el riesgo de ser aniquilado, como una clienta, Sandra, describe:

      Tenía tanto odio adentro que nunca podía mostrarlo a nadie tal como era. Salía de muchas formas pero no podía mostrarlo de la manera exacta que era para mí. No podía mostrar la ira, el afán de venganza, los insultos listos para salir a borbotones de mi boca, no podía mostrarlo de la manera en que era para mí; no podía ni siquiera mostrármelo a mí de la manera que era para mí, era demasiado destructivo.

      Paul describe material que parece bastante diferente; sin embargo, desde el punto de vista existencial tiene la misma trascendencia potencialmente aniquilante:

      No puedo describir como soy para mí de una manera que tenga sentido para los demás. Me da vueltas en la cabeza y por el cuerpo como olas en un sueño, a veces en primer plano, otras retrocediendo; es todo feo, es todo acerca de cómo yo soy todo feo; como si estuviera podrido por dentro. Puedo sentir los gusanos arrastrándose dentro de mí, comiéndome. Quizás coman la podredumbre y me ayuden. ¿Cómo podría mostrarle esto a otra persona? ¿Cómo puedo permitirme verlo yo mismo?

      No es sorprendente que ese acceso al proceso existencial esté muy bien guardado. En los casos de Sandra y Paul el temor tiene que ver con lo potencialmente destructivo del material, pero el temor puede tener que ver con el peligro de ser destruido por el otro. Esto fue muy bien captado por Bernard, cuyo sí mismo de presentación era sociable, extravertido, acorde con su alta posición en el mundo de los negocios. Pero no era la manera en que era para él mismo:

      A veces, mi yo real me mira en el trabajo. Ve al calmo operador, totalmente confiado, patoteando a los otros con mi confianza. Es como si fuera una ampliación de lo contrario de quien soy en realidad. En el fondo sólo soy un niño pequeño llorando; estoy acurrucado, meciéndome y sollozando. Mi cara está hinchada de haber llorado toda la vida. Mis ojos están permanentemente cerrados; casi no puedo soportar el dolor de lo que es ser yo; no puedo abrir los ojos para ver a nadie por si acaso me ven a mí.

      Los consultantes muchas veces se refieren a este dominio existencial como el “verdadero yo”. Cuando estamos trabajando con un consultante tenemos que seguir este sentido fenoménico de su sí mismo. Pero no necesariamente debemos extender eso a nuestro teorizar psicológico en general. No significa que hay, en realidad, un núcleo, un centro de la cebolla, o que el material que se encuentra dentro del proceso existencial tenga más importancia que otras dimensiones más cercanas al nivel de presentación del sí mismo, aunque ésta sea la forma en que lo sientan algunas personas.

      Hay marcadas diferencias entre las personas con respecto al acceso que tienen a su proceso existencial. Para algunos, este dominio es un viejo amigo al que nunca se conoce por completo y, sin embargo, es muy familiar. Su proceso existencial es para ellos un referente existencial perdurable, pueden fácilmente comparar experiencias actuales con otras pasadas para lograr un sentido de su valor. En el otro extremo está la persona cuyo miedo la ha mantenido como una extraña a su proceso existencial, pudiendo conocerlo fugazmente sólo en sueños. Para esta persona elegir centrar el trabajo en el nivel de su proceso existencial implica, potencialmente, enfrentarse a su propio terror.

      Por supuesto que, desde la perspectiva centrada en la persona, es crucial que sea el consultante quien defina el área del trabajo. Sin embargo, esa definición no la hace en aislamiento, sino que surge de la relación que experiencia con el counselor y depende del grado en que esa relación disipe su temor, que en algunos casos llega a ser terror. A un consultante esto le permitirá llegar sólo hasta problemas de conducta, y con eso es suficiente, al menos por el momento. Para otro, la relación le permitirá llevarlo hasta el dolor de su proceso frágil o el terror de su proceso disociado y con eso es suficiente. Para algunos, quizás mediante una combinación del progreso que hicieron antes y la profundidad relacional obtenida con su counselor, les será posible entrar en esa zona más privada en la cual las experiencias formativas de su sí mismo, sus dudas, temores, esperanzas y desesperación esperan ser exploradas; un área que puede no haber sido expresada todavía a ningún ser humano, ni siquiera a sí mismos. No es la técnica del counselor lo que ayudará a que el consultante desarrolle ese coraje, sino la humanidad que él ofrece. Es esa humanidad lo que explora el resto de este libro.

      1 Los lectores