Wisconsin y se trasladó con él a California), fue considerado como una herejía por muchos de los colegas de Rogers, aunque no así, según Coulson, por el mismo Rogers. (Coulson, 2000). Desde el punto de vista simplista de sus oponentes, Coulson sólo estaba representando las fuerzas represivas de los padres en la socialización. Esta respuesta representa una posición comprensiblemente defensiva de parte del nuevo movimiento, pero actualmente podemos reconsiderarlo como un punto de vista limitado. Para Coulson, los contextos sociales, especialmente la familia, no representan una fuerza inhibidora sino lo contrario. Ofrecen un medio rico para el desarrollo y la expresión de sí mismo. Estar atentos al diálogo con los otros en el mundo social sirve principalmente para ampliar las oportunidades de actualización de la persona.
La inmersión de Rogers en el proceso de socialización “neurótica” había restringido su perspectiva acerca del medio social. Sus observaciones sobre los efectos perjudiciales de la socialización fueron importantes y útiles, pero el efecto a corto plazo fue el de ayudar al péndulo a alejarse mucho en la dirección contraria llegando al extremo de rechazar toda influencia social. Es interesante ver cómo este mismo proceso se repite en los consultantes en proceso de counseling. Una vez que escapan de las limitaciones de la sociedad que los incapacitan, por un tiempo suelen irse al otro extremo y resulta “imposible vivir con ellos”, ya que rechazan hasta la influencia normal de la sociedad. Afortunadamente, a su debido tiempo, el péndulo logra un equilibrio más realista.
Sin embargo, en términos de la teoría de Rogers, la posición defensiva y sentenciosa con respecto a la influencia de la sociedad impidió su desarrollo y su potencial aplicación a otras culturas y sistemas de creencias en los cuales se considera al individuo inserto en su ambiente social e inseparable de él, en donde la noción de actualización sólo tiene sentido en el contexto de esa inserción. Un ejemplo de esto puede ser la cultura japonesa de hoy en día. Aunque la sociedad está muy “occidentalizada”, prevalece el sentido fundamental de la importancia de la comunidad que está entretejido con las estructuras modernas. Entonces, por ejemplo, el counselor escolar del enfoque centrado en la persona en la universidad Kyusyu Sangyo, en Fukuoka, buscará trabajar no sólo con el estudiante, sino que también irá a la casa a hablar con su madre y con su abuela antes de volver a la escuela para conocer a su docente y quizás a sus amigos. En muchas otras partes del mundo, los counselors escolares podrían alarmarse ante esta manera de trabajar con límites tan amplios y estarían preocupados por la confidencialidad. Pero su forma de trabajar con límites tan estrechos no es ni mejor ni peor, es simplemente diferente, de una manera que refleja su propia cultura. En Japón, el consultante-estudiante esperaría que su counselor trabaje con toda su comunidad, porque como persona no sólo es parte de su comunidad, sino que su comunidad es parte de él. (Ide, Hirai y Murayama, 2006; Morita, Kimura, Hirai y Murayama, 2006). Hoy en día se presentan muchas oportunidades y desafíos similares para que el enfoque centrado en la persona se aplique a diversas culturas y subculturas. (Balmforth, 2006; Boyles, 2006; Chantler, 2006, Khurana, 2006; Lago, 2006; Lago y Haugh; 2006; Sembi, 2006; Shoaib, 2006). También somos testigos de sorprendentes intentos de diálogo como, por ejemplo, la articulación del concepto islámico del sí mismo en relación con las teorías psicológicas de Inayat (2005). Estos cambios muestran que la teoría, hasta donde Rogers la desarrolló, necesita ajustes y modificaciones para llevarla desde la California de la década de 1960 hacia la perspectiva del mundo moderno.
Cuando Rogers estaba escribiendo acerca de la tendencia actualizante dijo: “Finalmente la auto actualización del organismo parece ser en la dirección de la socialización, definida en términos generales”. (1951; 488). Esta concesión a la dimensión social es insuficiente y no refleja la experiencia clínica de trabajar con una amplia gama de consultantes con diversas formas de trastorno, ni tampoco la de trabajar con una amplia gama de culturas en el mundo. Los seres humanos son animales profundamente sociales y la mayoría de sus caminos de desarrollo son de naturaleza social. Nuestras relaciones con amigos, colegas, parejas e hijos representan la mayoría de los contextos potenciales para nuestro propio crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, en uno de los aspectos de la teoría de Rogers introducimos la noción de mediación social (Mearns, 2002; Mearns y Thorne, 2000: 182-3) como intermediaria de la tendencia actualizante. Además del impulso hacia el mantenimiento y el desarrollo (la tendencia actualizante), planteamos como hipótesis que hay una fuerza restrictiva, también dentro de la persona, que busca articularse con su contexto social. En otras palabras, la fuerza hacia el crecimiento no tiene permiso para promover su propia mejora sin algún tipo de chequeo o “mediación”. Por medio de este mecanismo la persona no sólo promueve su propio desarrollo sino que, además, conserva suficientes contextos sociales los cuales, a su vez, le proporcionan las bases para un futuro crecimiento. Utilizamos la expresión proceso actualizante para describir esta articulación entre las fuerzas de la tendencia actualizante y la mediación social. En otra parte decimos:
En esta revisión de la teoría el concepto central resulta ser el proceso actualizante que describimos en términos de homeostasis entre los imperativos de la tendencia actualizante y la mediación social en diferentes áreas del ámbito de la vida social de la persona, y la reconfiguración de la homeostasis para responder a las circunstancias cambiantes. (Mearns y Thorne, 2000: 184).
En otras palabras, en el curso de su propio mantenimiento y desarrollo la persona toma en cuenta a las otras personas en su vida. En su época, Rogers podría haber visto con recelo este tipo de afirmación porque muchos clientes con los que él y sus colegas trabajaban en Chicago mostraban una valoración neurótica de los deseos de los otros hacia sus propias necesidades. De acuerdo con la nueva teoría, su proceso actualizante había perdido el equilibrio y en consecuencia había un énfasis exagerado en las fuerzas de la mediación social y una infravaloración del impulso de la tendencia actualizante. Es frecuente encontrar este tipo de consultante en la práctica del counseling. Desarrolló su desequilibrio como una forma de adaptarse a la disonancia entre la experiencia que tiene de sí mismo y la visión que los otros tienen de él y para él. Como describimos en el capítulo 1, perdió contacto y confianza en su proceso de valoración organísmica y conforma su concepto de sí mismo, no a través del diálogo entre sus propias experiencias del sí mismo y la visión de los otros, sino casi por completo internalizando los puntos de vista de los otros con respecto a quién es él, como muestra el ejemplo de Rachel, que recién empieza a cuestionar la carrera de maestra de escuela primaria en el último año de su entrenamiento.
De pronto, me di cuenta de que la razón por la cual me estoy metiendo en más problemas en la práctica de la enseñanza es que no amo a los niños. Quizás ésa fue una manera de seguir en el rol de cuidadora de niños que desempeñé con mis cuatro hermanos y hermanas menores. Era una buena definición para aceptarme, me daba una manera fácil de verme y de obtener aprobación; lamentablemente, esa definición persistió y desperdicié estos últimos cuatro años. Tener que verme todo el tiempo como alguien que ama a los niños es una “mentira” difícil de mantener en la realidad de las escuelas. Además, no se me ocurre qué sentiría realmente por los niños si no tuviera que amarlos.
El concepto de sí misma de Rachel, en relación con el área específica de su amor por los niños, se distorsionó para reflejar más la visión de otros que sus propias experiencias, pero esa distorsión se puede extender a todo el concepto de sí mismo, contaminándolo. Entonces, la persona se vuelve vulnerable en general, incapaz de confiar en su propia experiencia y en su juicio. A veces, no puede ni siquiera confiar en la vivencia de sus emociones. Su experiencia interna de tristeza puede haber sido inaceptable para unos padres que consideraban que sentirse triste era un signo de “debilidad”. Si él experienciaba lo que sentía como enojo, y lo expresaba, también se metía en dificultades, pero eran dificultades “varoniles” más aceptables. De igual modo, en la mayoría de las culturas occidentales, la experiencia interna de enojo puede ser redefinida y expresada como tristeza. Gradualmente, el locus de evaluación de la persona, al que antes nos referimos, se vuelve más externalizado al ir cediendo su autoridad sobre sí misma y aceptando la autoridad de otros como fuente para autodefinirse.
Rogers estudió en detalle esta dirección de desequilibrio en el proceso actualizante, pero es sólo una parte de la historia en lo que hace a la creación de trastornos. Cuando