para tomar decisiones o para saber lo que piensa o siente. Probablemente, confíe en autoridades externas para que lo orienten o hará un intento desesperado de complacer a todos, lo que a menudo dará lugar a un comportamiento imprevisible, inconsistente e incongruente.
Las personas psicológicamente sanas son los hombres y las mujeres que tuvieron la suerte de estar rodeados por otros cuya aceptación y aprobación les permitieron desarrollar conceptos de sí mismos que les permiten, al menos parte del tiempo, estar en contacto con sus sentimientos y sus experiencias más profundas. No están separados de la esencia de su ser y están bien ubicados para avanzar hacia lo que Rogers ha descrito como personas de “funcionamiento pleno”. (Rogers, 1963a). Están abiertas a la experiencia sin sentirse amenazadas y, por lo tanto, pueden escucharse a sí mismos y a los otros. Están altamente conscientes de sus sentimientos y de los sentimientos de los otros y tienen la capacidad de vivir en el momento presente. Y lo que es más importante, exhiben una seguridad y confianza en su proceso de valoración organísmico de la que obviamente carecen los que han tenido que luchar constantemente con el juicio adverso de los demás. Esa confianza es más evidente en el proceso de toma de decisiones y en el conocimiento y la articulación de los pensamientos y los sentimientos actuales. En lugar de buscar dirección en el exterior o de experienciar confusión interna o vacío, la persona de funcionamiento pleno conserva disponible, dentro de sí, su fuente de sabiduría profunda. Rogers ha descrito este referente propio como el locus de evaluación interno y, para el counselor, uno de los momentos más significativos de la terapia es aquel en el cual un consultante reconoce este punto de referencia en su interior quizás por primera vez. (Ver recuadro 1.5).
Recuadro 1.5
El locus interno de evaluación
Consultante: | Supongo que tomé este trabajo para complacer a mi padre. Parecía lógico también, en el sentido de tener cierto tipo de estructura de carrera. |
Counselor: | Para ti era importante complacer a tu padre y sentirte bien en términos de una carrera convencional. |
Consultante: | Sí, y tengo la sensación de que me casé con Jean porque sabía que a mis padres les gustaba. En verdad no estaba enamorado de ella. |
Counselor: | En verdad te casaste para complacerlos. |
Consultante: | Y anoche supe que no podía seguir. Odio el trabajo y mi matrimonio es una farsa. Tengo que descubrir lo que deseo, qué tiene sentido para mí, antes de malgastar toda mi vida tratando de complacer a otras personas. Y pienso que estoy comenzando a tener una leve idea de lo que tengo que hacer. Da miedo escuchar la propia voz por primera vez. |
Crear las condiciones para el crecimiento
El counselor centrado en la persona cree que todos los consultantes tienen dentro de sí vastos recursos para el desarrollo. Tienen la capacidad de crecer hacia la realización de sus identidades únicas, lo que significa que los conceptos de sí mismo no son inalterables y las actitudes o los comportamientos pueden ser modificados o transformados. Cuando se bloquea o distorsiona el desarrollo, esto es el resultado de relaciones que han pisoteado la necesidad básica de consideración positiva del individuo y que lo llevaron a la creación de un concepto de sí mismo y un comportamiento que lo acompaña que sirve como protección contra el ataque y la desaprobación. La tarea del counselor es crear nuevas condiciones de relación en las que se estimule el proceso de crecimiento y se remedie la atrofia o la deformación. En cierto sentido, el counselor procura brindar un terreno distinto y un clima diferente en los que el cliente se pueda recuperar de las carencias o del maltrato del pasado y comience a florecer como el individuo único que realmente es. Es la naturaleza de este nuevo ambiente de relación y la habilidad del counselor de crearla lo central a toda la tarea terapéutica.
Es posible describir breve y claramente la naturaleza del clima que produce crecimiento. Rogers creía que se caracterizaba por tres condiciones claves. El primer elemento se enfoca en la autenticidad, o congruencia del counselor, en cuán real sea. Cuanto más pueda el counselor ser él mismo en la relación sin usar una fachada profesional o personal, más probable será que el cliente cambie y se desarrolle de una manera positiva y constructiva. El counselor que es congruente transmite el mensaje de que no sólo está permitido sino que es deseable ser uno mismo. También se presenta como transparente al consultante y se rehúsa a alentar una imagen de sí como superior, experto, omnisciente. En una relación con estas características es más probable que el cliente encuentre recursos dentro de sí y no se aferre a ninguna expectativa de que el counselor le dé las respuestas. El segundo requisito para crear un clima para el cambio y el crecimiento es la capacidad del counselor de ofrecer al consultante una aceptación total, una apreciación, una consideración positiva incondicional. Cuando el counselor puede adoptar esta actitud de aceptación y de no juicio, el movimiento terapéutico es mucho más probable. El consultante puede sentir una mayor seguridad para explorar sentimientos negativos y para llegar al centro de su ansiedad o su depresión. También es probable que se enfrente a sí mismo con honestidad sin el miedo omnipresente al rechazo o la condena. Más aún, la experiencia intensa de la aceptación del counselor es el contexto en el cual aumentan las probabilidades de que perciba los primeros sentimientos momentáneos de aceptación de sí mismo. El tercer elemento necesario en la relación terapéutica es la comprensión empática. Cuando está presente, el counselor demuestra una capacidad de seguir y de sentir con exactitud las sensaciones, sentimientos y significados personales del consultante; puede aprender cómo se siente estar en la piel del consultante y percibir el mundo como lo percibe el consultante. También desarrolla la capacidad de comunicar al consultante esta comprensión sensible y aceptante. Ser entendido de esta manera es una experiencia rara o única para muchos consultantes. Les muestra la disposición del counselor a prestar atención y un nivel de cuidado e interés que innegablemente los dota de valor. Más aún, cuando una persona es profundamente comprendida de esta manera es difícil mantener por mucho tiempo una postura de enajenación y de separación. La comprensión empática restaura en el individuo solo y enajenado un sentido de pertenencia a la raza humana. Estos tres elementos de la relación terapéutica están resumidos en el recuadro 1.6. En la literatura centrada en la persona a menudo se los conoce como las condiciones claves y fueron constantemente reiteradas por Rogers (1951, 1961, 1974, 1979, 1980a).
Recuadro 1.6
Las condiciones claves
La creación de un clima favorable al crecimiento en una relación terapéutica requiere que el counselor pueda:
1 ser genuino o congruente
2 ofrecer consideración positiva incondicional y aceptación total
3 sentir y comunicar una comprensión empática profunda.
Las condiciones claves son bastante simples de enunciar, pero desarrollar y mantener esas actitudes implica que el counselor haga un trabajo de por vida y exige un compromiso que tiene profundas consecuencias no sólo para la actividad profesional del counselor sino para toda su vida. Gran parte de este libro, de hecho, se dedica a la exploración de las complejas cuestiones implicadas cuando un counselor intenta ser congruente, aceptante y empático. Las palabras pueden ser muy fáciles de decir pero lo que significan es más que crucial.
1 Ver Glosario al final del libro. (N. del E.).
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DESARROLLOS RECIENTES DE LA TEORÍA CENTRADA EN LA PERSONA