Andrea Mora Zamora

Piel de mujer


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mujeres al año… hace 10 años.

      Ahora, con la difusión de las denuncias en medios como La Nación, ni la Colectiva para el Derecho a Decidir ni la Demográfica saben a cuanto aumenta la cifra.

      Pero eso no le parece importar a los partidos cristianos que desde el Congreso dicen que eso no pasa aquí.

      Que eso no es real, que no a la ideología de género que nos mete abortos que no pasan y que a mis #AMisHijosLosEducoYo.

      Al llegar a Derecho caminamos directo hacia la moto.

      Eran dos tipos, una chica y un chico que nunca se quitaron el casco para no dejarnos ver sus rostros.

      Mary dirá que yo estaba tan asustada que casi podía sentirme el pulso. Que la tipa también se percató.

      —Tranquila, mi amor, no le va a pasar nada –dirá que me dijo, agarrándome el brazo con una mano decorada por unas largas uñas pintadas de verde.

      Dirá que yo asentí. Que son 65 mil colones, me dijo el tipo. Que yo tenía 7 billetes de diez mil. Que Mary todavía recuerda las 7 caras de Emma Gamboa temblando entre mis manos.

      Que si tiene cambio, preguntó mi amiga. Que no, contestó el tipo con normalidad, mientras buscaba entre los paquetitos varios que tenía debajo del asiento de la moto. Que vaya cambie a la soda, que yo la espero.

      Que si el mío era el de 4 pastillas, verdad. Que sí, que contesté yo mientras pasábamos a su lado, camino a comprar una galleta de 250 colones, con tal de cambiar un billete de 10 mil.

      Mary dirá que no podía verles los ojos, pero que sentía que la tipa nos los tenía clavados desde afuera, mientras el mae tamborileaba con los dedos sobre el volante, un poco impaciente.

      Recordará que pensó que tal vez yo le daba lástima por la forma en la que me había tocado, pero que también se preguntó qué podía llevar a una mujer a llegar a vender ese tipo de “soluciones”.

      Abortar en Costa Rica, o producir abortos, tiene una pena de 1 a 8 años de prisión, pero la Demográfica señaló en un reportaje a Elpaís.cr hace unos años, que ante la imposibilidad de demostrar que fue el Cytotec el que provocó la pérdida, la penalización es casi imposible. Solo queda el estigma social y eso se produce solo si te agarran…

      Volvimos al parqueo y esta vez el Tucán se unió a la tembladera de Emma Gamboa. Mary dice que pagué, que el tipo me dio el paquete y que yo me di vuelta dispuesta a irnos. Que la chica nos detuvo.

      —Mi amor, relájese. Revise que todo esté bien –contará que me dijo.

      Mary dirá que la tomé de las manos y que le pedí que abriera el paquete. Que yo estaba fría y pálida.

      Mi amiga asegurará que sacó las grapas del sobrecito café y que lo abrió. Que confirmó que adentro había un paquete con 4 pastillas.

      —¿Cómo es el uso? –dirá que le pregunté a la chica.

      —Está en internet –asegurará que me contestó ella.

      El uso recomendado es tomarse dos pastillas e introducirse vía vaginal las otras dos. Para eso era mejor usar un poco de agua para mojarlas y que pasen más rápido. Luego la mujer debe quedarse una hora con las piernas levantadas para que las pastillas no se caigan y luego, como una hora o dos después, empezarán las contracciones que durarán, que duraron, como un mes hasta que todo “el producto” salió por completo.

      No es una técnica recomendable para más de 12 semanas de gestación ni menos de 4; yo tenía 2 cuando me di cuenta de mi estado y las dos semanas que tuve que esperar para la intervención fueron las peores de mi vida.

      —¿Estamos? –contará mi amiga que preguntó el tipo, subiéndose a la moto de nuevo.

      —Estamos –dirá Mary que contesté yo con la voz seca– Pura vida.

      —Suerte, mi amor –dirán que me dijo la tipa subiéndose al asiento del bimotor.

      Aceleraron y se fueron.

      Lo único que sabemos de ellos es que responden a un correo con el alias de mikeporras2010 y que aunque ya hay varias denuncias sobre el tema, ahora venden pastillas hasta en Facebook.

      Nunca sabremos si son los que hacen fila frente a nosotros en el súper o en la parada del bus…

      Mary dice que caminé despacio hasta Económicas. Que me escuchaba pedir perdón mientras me aferraba al vientre y aseguraba que la próxima vez, si es que la habría, sería la mejor madre del mundo.

      Pero dirá que yo no lloraba. Que estaba completamente segura de lo que iba a hacer.

      Y que aún lo estoy.

      Entramos al Consejo Superior Estudiantil y Luisa y Chus estaban idos en discutir si la FEUCR había gastado bien o mal la plata de Semana U.

      Mary dice que su discusión le pareció estúpida.

      ¿Cómo alguien podría cuestionarse nimiedades como las de un movimiento estudiantil, mientras había gente que pasaba por lo que estaba por hacer yo? Recuerdo vagamente que me lo comentó pero creo que yo me limité a asentir como por inercia porque estaba ida en mi cabeza. ¿Qué me iba a importar a mí…?

      —Mae ¿está bien? –creo que me preguntó Johnny. Diana estaba sentada a la par de él y no podía ni volvernos a ver. Mary dice que se preguntó qué hubiera hecho ella si la que estaba pasando por eso no fuera su mejor amiga y que medio entendió esa reacción.

      Yo ignoré la pregunta e hice otra.

      —Mae ¿me regala su botella de agua? –John asintió, concentrado en el pleito federativo, y me la pasó.

      Empiezo a recordar cuando me levanté y me fui a meter al baño de Económicas. Cuando antes de que me fuera, Mary me preguntó que si quería que me acompañara, cuando le dije que no. Que era algo que había que hacer sola.

      Recuerdo que volví 15 minutos después con los ojos llorosos y un conato de sonrisa nerviosa en las comisuras de la boca. Que me pasé la siguiente media hora con las piernas arriba para que las pastillas no se cayeran de mi vulva y que como una hora después empecé a quejarme de los primeros dolores uterinos que me acompañarían las próximas 5 semanas.

      Mary casi podía sentir la euforia en mi voz cuando le hablaba y que ¡joder! no podía controlar aunque fuera feo.

      Era como si por fin se abriera una salida de ese hueco, a pesar de la mirada acusadora que Diana me tiraba en la nuca, como a lo largo de estos años caerían muchas otras cada vez que defendiera el tema en redes sociales, en aulas universitarias, en conversaciones con amigos y familiares, en foros políticos y en muchos otros espacios.

      Pero si a ellos no les importan las 8 mujeres que hace 10 años arriesgaban su vida todos los días con abortos clandestinos, y las quién-sabe-cuántas que deben hacerlo aún hoy, a pesar de que Restauración Nacional las crucifique y de que Carlos Alvarado diga que el aborto “distrae de temas prioritarios”, a mí tampoco me importan ellos.

      —El tiempo pasa, nada cambia y a Ana y a Aurora las siguen obligando a parir incumpliendo normativas ya establecidas que no se reglamentan “porque no son prioridad” mientras que las demandas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) siguen apilándose y el mercado negro nos sigue dejando abortar solo un click y una búsqueda de Google de distancia, mientras esperamos que “haya un chancecito” para que nuestros cuerpos sean prioridad –, le aseguro hoy a Mary, mientras me pido un pie de limón en un café capitalino. Mañana vuelvo a Nueva York, al último semestre de la maestría.

      Yo ya estoy bien. Puede que a la gente no le parezca que lo esté, pero Mary dice que ella sí porque ellos no estuvieron ahí, como ella.

      Porque ellos no fueron los que pasaron por eso. Porque la que abortó fui yo.

      Y por eso es por lo que, para mí, y para las 8 mujeres que están ahí afuera en este momento, el tema sí es prioritario, don Carlos.

      La