rel="nofollow" href="#u3a754121-ebd8-573e-98ce-4ab40da47fa3">Agradecimientos
Capítulo 1: Los aspectos científicos del ayuno
Capítulo 2: Más allá de los aspectos científicos
Capítulo 3: Las hormonas y el Hambre Acosadora
Capítulo 5: El camino hacia una alimentación más saludable
Capítulo 8: Pon tu casa «en forma» e implica a tu familia
La información contenida en este libro se basa en las investigaciones y experiencias personales y profesionales del autor y no debe utilizarse como sustituto de una consulta médica. Cualquier intento de diagnóstico o tratamiento deberá realizarse bajo la dirección de un profesional de la salud.
La editorial no aboga por el uso de ningún protocolo de salud en particular, pero cree que la información contenida en este libro debe estar a disposición del público. La editorial y el autor no se hacen responsables de cualquier reacción adversa o consecuencia producidas como resultado de la puesta en práctica de las sugerencias, fórmulas o procedimientos expuestos en este libro. En caso de que el lector tenga alguna pregunta relacionada con la idoneidad de alguno de los procedimientos o tratamientos mencionados, tanto el autor como la editorial recomiendan encarecidamente consultar con un profesional de la salud.
Traducción autorizada de la edición en inglés del libro LIFE IN THE FASTING LANE: HOW TO MAKE INTERMITTENT FASTING A LIFESTYLE – AND REAP THE BENEFITS OF WEIGHT LOSS AND BETTER HEALTH, publicado por Harper Wave.
Traducido del inglés por Francesc Prims Terradas
Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.
Maquetación de interior: Toñi F. Castellón
© de la edición original
2020 de Fung Health Consultants Inc., Eve & Levi LLC y Megan Ramos Nutrition Inc.
Esta traducción al español se ha publicado mediante un acuerdo con International Editors Co., The Cooke Agency International y Rick Broadhead & Associates Inc
© de la presente edición
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Introducción
EVE MAYER
Crecí en el sur de Luisiana, donde no se come para vivir. ¡Se vive para comer! Si Willy Wonka hubiera instalado su fábrica en Thibodaux, mi pueblo natal, se habría especializado en langosta, gumbo, boudin y étouffée en lugar de hacerlo en piruletas, caramelos duros y gominolas. 1
Para colmo, mi madre es una de las mejores cocineras del universo, y en nuestra familia seguíamos el dicho laissez les bons temps rouler, que significa ‘deja que los buenos tiempos rueden’. Celebrábamos absolutamente todo, y esas festividades (que compartíamos con amigos, familiares y vecinos) estaban centradas en la comida. Los pasteles eran amor, el fettuccine de cangrejo era felicidad, los beignets fritos espolvoreados con cantidades generosas de azúcar en polvo significaban comunidad. 2
Cuando yo tenía ocho años, a mi madre le diagnosticaron una enfermedad crónica terrible para la que no había ninguna cura conocida. Durante treinta y cuatro años, la vi luchar por su vida. Acudió a especialistas de todo el país y lidió con tratamientos y medicamentos que a menudo la hacían sentir aún peor. Afortunadamente, en 2016, cuando yo tenía cuarenta y dos años, venció por fin a su enfermedad. Pero hasta entonces no tuve la seguridad de que la persona más importante de mi vida fuera a vivir un año más, y adopté comportamientos poco saludables para hacer frente a esa angustia. Enterré mis sentimientos con la comida: la tomaba a hurtadillas, la escondía y me atiborraba varias veces al día. Me evadí de mi vida dejando que mi cerebro navegara por un mar de gofres, pollo frito, salchichas al estilo cajún y cualquier elemento azucarado que pudiera encontrar en la casa. Diseñé mi propia meditación inducida por carbohidratos, que no me aportó los beneficios saludables que aporta la paz mental.
He estado gorda toda mi vida adulta, y llegué a pesar ciento treinta y seis kilos. Todos los planes dietéticos que probé funcionaron durante períodos cortos, ya que como siempre tenía hambre, me rendía, interrumpía mi dieta y recuperaba más peso del que había perdido. Como muchas de las personas que están leyendo estas líneas que se encuentren en una situación similar, a menudo me he sentido una fracasada. He experimentado vergüenza en la consulta del médico, en la piscina y en la tienda de tallas grandes, y me he sentido incómoda en el gimnasio, en los restaurantes y en los encuentros familiares.
En 2018, decidí tratar de perder peso nuevamente, esta vez siguiendo una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas. Creí que esta dieta también fallaría, pero al cabo de un mes, algo parecía haber cambiado. No tenía hambre a cada momento, como siempre me había ocurrido. Transcurridos unos meses, había perdido unos trece kilos y medio, pero acto seguido la pérdida de peso empezó a estancarse. Preocupada por la posibilidad de que el peso volviera a aumentar, como siempre había sucedido, le pedí consejo a mi amiga la doctora Suzanne Slonim, quien me aconsejó que comprara el libro El código de la obesidad, 3 del doctor Jason Fung.
Cuando comencé a leer el libro del doctor Fung, estaba en un avión, con el cinturón abrochado para realizar un vuelo de cuatro horas. Al cabo de unos minutos, quedé enganchada. El código de la obesidad validó mi enfoque de llevar una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas, pero a continuación el doctor Fung aconsejaba algo que no esperaba. Recomendaba que las personas que tienen problemas