Adrian Andrade

knifer


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de la carpa, más le valía. No creo que tenga el valor de ir a delatarme, pero no me importaba si lo hiciera. Sería la palabra de un novato contra la de un Cabo; y siempre el superior tiende a tener la razón, por más demente que sea.

      Al tranquilizarme pude escuchar las palabras de Blake en mi mente, creando un tipo de conciencia sobre mi reciente impulso emocional. Fue una de las lecciones tempranas, creo que a la siguiente semana del asesinato de mi padre.

      Era una tarde lluviosa cuando Blake entró a la habitación, últimamente había adquirido el papel de mi maestro, supongo que sólo cumplía con la promesa de un muerto. Honestamente, sólo escuchaba más no escribía. Sólo esperaba el día en que me pusiera frente a los asesinos de mi padre, pero si para que ese día llegara tenía que escuchar las enseñanzas de Blake, entonces que así sea.

      —Existen cinco debilidades peligrosas en un comandante.

      —Pero no soy ningún comandante —renegué—, y no espero llegar a serlo por lo pronto.

      Blake se me quedó mirando con sospecha ante mi lógica inexacta, pero el hombre era invencible, tanta sabiduría y experiencia en cada respuesta proporcionada me provocaba un golpe de conciencia, era difícil no prestarle atención.

      —Pero acaso no eres el comandante de tu propia vida.

      No sé cómo pero siempre hallaba las palabras adecuadas para convencerme. Por lo que empecé a prestarle atención para adueñarme de su conocimiento valioso. Después de todo, Blake trabajó un buen tiempo con mi padre.

      —Tienes razón —expresé confiado—, tienes mi atención.

      —Si el comandante es temerario, puede perder la vida porque es seguro que entablará combate sin tener conocimiento de sus ventajas; si es cobarde, será capturado porque estima su vida por encima de todo; si es impulsivo será ridiculizado, recuerda, quien se enfurece con facilidad no repara en las dificultades; y cuidado de quien posee un concepto sobrevalorado del honor porque será una distracción ligada a su propia reputación. Absolutamente nada de compasión, porque el temer las bajas es no saber ceder ventajas. Recuerda esto siempre, estás cinco debilidades ocasionan la destrucción del ejército.

      —Entonces debo cuidarme de comandantes con esas debilidades.

      —Siempre.

      —Tanto para que hayas dicho que soy el comandante de mi propia vida.

      —Las debilidades son transferibles Christian, y no sólo ocasionan tu propia destrucción sino incluso las de tu escuadrón.

      —Blake tienes una manera de decir las cosas que a veces suenan exageradas.

      —Sé específico.

      —Cambias de un panorama general a uno personal y ahora me hablas sobre un escuadrón.

      —Con el tiempo lo comprenderás —Blake observó su reloj—. Es todo por hoy, te dejo mis apuntes para que los estudies con detenimiento.

      Repentinamente colocó el cuaderno en la cama, se dio la vuelta y salió por la puerta. Me pregunto ¿si así habrá sido con mi padre? Si no me equivoco, se miraba de la misma edad, pero no me atrevía a preguntárselo porque son asuntos irrelevantes del pasado.

      Tomé el cuaderno leyendo el título: Apuntes de El Arte de la Guerra. Las citas y los análisis eran sorprendentes para tratarse de estudios de hace cientos de años. Si esto era un resumen cómo habrá sido el manuscrito original. En ese entonces el mundo no tenía otra cosa en qué meditar, eso pensé.

      ****

      Era un poco tarde y el frío se desató, lo cual era usual posteriormente de un día caluroso. Estos cambios climatológicos provocaban espantosas jaquecas; acaso la propia naturaleza nos estaba castigando por nuestros traspasos. Algunas de las explosiones se escuchaban por el océano mientras otras retumbaban por la Línea de Shuri. Diversos reportes revelaban que la artillería naval continuaba sin dañar las trincheras de los japoneses.

      Otros mencionaban que exitosamente lograron hundir el Yamato, un acorazado potente y famoso de la flota japonesa. Supuestamente habían decidido enviarlo a una misión suicida para distraer a la flota del Pacifico, facilitando el ataque masivo de los kamikazes. Si no hubiera sido detectado por uno de nuestros submarinos, hubieran eliminado nuestra fortaleza marítima.

      Exitosamente, el Yamato fue interceptado por trescientos ochenta seis bombardeos, desatándose por naturaleza una batalla infernal en el mar. Al cabo de las dos horas, fue enviado al fondo del océano convirtiéndose en un deshonroso fracaso para los japoneses.

      En eso el novato entró y se colocó frente a mí con la frente caída. Levanté mi rostro para verlo a los ojos, por tanto quería escuchar lo que venía a decirme. A veces me asombraba del poder de la intimidación que yo poseía sobre los nuevos reclutas, Blake tenía mucha razón sobre el uso correcto del miedo y las apariencias.

      —Lo siento —expresó finalmente—, no debí juzgarte o haberte dicho aquello, yo no soy nadie para juzgarte, es sólo que no comprendo la guerra.

      —Sólo es cuestión de aceptar, la guerra es guerra, siempre ha existido y siempre existirá mientras haya presidentes y soldados dispuestos a obedecer como nosotros. Punto.

      —Pero…

      —No trates de ser adivino ni menos justificador.

      —Perdón.

      —Las cosas sólo suceden porque suceden, no trates de adivinar las razones porque te perderás en ese laberinto confuso cuyas respuestas no son lo que parecen; y mucho menos trates de justificar las acciones de los hombres detrás de este caos. Esta guerra es demasiado enorme para nuestras cabezas por tanto sólo concéntrate en ti mismo, ya que en conclusión, somos reemplazables ante los ojos de nuestro propio gobierno.

      —No sé si sea capaz de matar a una persona, realmente no vine a esto.

      No pude evitar burlarme de su inocencia.

      —¿Tú crees que todos venimos a matar? Nadie viene a esto, estamos conscientes y en veces creemos que sería fascinante matar alemanes y japoneses. La verdad, esto no es nada glorioso como te lo hacen creer; quitar una vida es brutal e inhumano pero no tienes opción, si quieres sobrevivir debes dominarlo a la perfección como al igual que en las ciudades pacíficas, aquí también existen asesinos impulsivos quienes adoran matar y lo mejor de todo, está justificado. Así que Dominic, espero y estés consciente del terreno en donde te encuentras porque percibo que no eres lo que aparentas.

      Las manos del novato comenzaron a temblar. Estaba seguro haber tocado un punto delicado y esperaba indagar más.

      —¡Es suficiente Chris! —interrumpió Jack—. ¡Déjalo en paz!

      —No, está bien —respondió el novato.

      —Hey novato, no está bien —corregí—, deberías escuchar a Jack puesto que tu inseguridad es un asunto que le importa más que a mí. Además ¿quién debió pedirte perdón en un principio? ¡Era yo! pero no te lo mereces.

      Me acerqué al novato y le toqué el hombro como señal de paz. Jack me miró con recelo ante la acción y lo ignoré al pasar por un lado; ya ni me fijé en el rostro del novato, pero alguien debería ser duro con él. Por esta razón, sabía que pronto lo volvería a tener a un lado de mí.

      ¡Al novato le gusta que lo traten mal!

      ****

      Recibimos el 30 de abril con una gran e importante noticia: ¡el suicidio de Hitler!

      En un principio me sentí decepcionado porque esperaba yo ser el causante de su muerte, pero posteriormente sentí un regocijo al saber que ese asunto se había terminado. Lamentablemente, la guerra aún faltaba por concluirse.

      Visiblemente la noticia de la caída de Alemania nos brindó esperanzas, pero esa emoción sólo perduró unos cuantos días porque más y más eran los cadáveres que recogíamos debido a la impenetrable Línea de Shuri.

      —Ojalá