Adrian Andrade

knifer


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      —No, te estás distanciando y convirtiéndote en un blanco fácil.

      El novato se incomodó y no pudo responderme, en veces me ponía a dudar si realmente sabía lo que estaba haciendo. La Academia había hecho un terrible trabajo al entrenarlo. No me atreví a preguntar siquiera el nombre del cuartel, no tenía caso a estas alturas. Miré hacia mí entorno para verificar que no existiese peligro y regresé mi vista directamente a sus ojos.

      —Te lo resumiré en pocas palabras: Edgar es el fusilero explorador y por ende siempre va a un paso adelante de nosotros. Jack es el fusilero automático y el segundo al mando, tú lugar es detrás de él porque eres el asistente del fusilero automático. Esto me recuerda, ¿traes municiones extras?

      —Sólo los míos.

      —¡Estúpido! —le di la espalda.

      —¡Espera y tú qué eres! —preguntó estúpidamente el novato.

      Honestamente ya no quería tratarlo, por mí que se muriera lo más pronto posible.

      —Christian es el líder de este equipo de fuego —respondió Jack en mi lugar.

      —¿Quién murió para nombrarse líder?

      —Robert, nuestro líder anterior.

      El novato se quedó callado.

      —¡Bienvenido a la escuadra! —anuncié concentrando mi vista en frente.

      Finalmente subimos por la colina sin encontrarnos ningún tipo de resistencia, Okinawa estaba absolutamente desertado.

      La playa no tardó en rodearse de diez mil soldados ilesos y vivos. Edgar regresó de su exploración y me confirmó con su rostro, cero hostilidades. Como nuestras órdenes sólo eran tomar las playas, decidimos sentarnos a esperar nuevas órdenes ¡Vaya suerte del novato, en su primer día y libre de acción!

      En cierta manera fue un gran respiro para hombres como Edgar, Jack e incluso yo. Después de tantos meses este día sin duda fue bien recibido. En cuanto a la icónica isla, era un cabal desierto desvigorizado por causa de los bombardeos de la madrugada.

      A veces me sentía mal de que la guerra no sólo consumiera a los hombres sino a la naturaleza; árboles destruidos, ríos de sangres infiltrándose en el mar, aire contaminado y enfermizo, animales extinguiéndose y un sol cada vez más furioso.

      —Esto sí que es algo nuevo —comentó Edgar sentándose a mi lado.

      —¡Que desperdicio! —me quejé.

      —¿Por qué lo dices?

      —Cuánta artillería, gasolina y torpedos se desperdiciaron en estas playas indefensas. Debo dárselas, los japoneses fueron más inteligentes en esta partida.

      —¡No por mucho! —interrumpió el novato.

      Yo lo miré nuevamente con desprecio ante su falta de criterio.

      —Dominic no sólo debemos aceptar los ganados sino incluso nuestros fracasos.

      —Lo siento Jack, es que…

      —Descuida, es sólo que en veces la motivación se confunde con optimismo y no con realismo.

      ¡De dónde salió eso! me pregunté.

      Volteé a mirar a Jack y éste me guiñó el ojo respondiendo automáticamente a mi pregunta. Evidentemente había venido de mí, una de las lecciones tempranas analizadas con Blake. Probablemente se me debió de haber escapado durante un descanso en Iwo Jima.

      De repente entre la multitud de soldados, escuché mi nombre en alto pronunciado por un reconocible registro de voz. Se trataba del sargento Carl Walker, un viejo compañero con quien combatí a su lado en Guadalcanal. La forma en que gritaba me indicaba que se encontraba molesto, seguramente un pajarito fue a chismearle de mi flamante protesta. Esto será interesante.

      —¡Christian Copeland! —expresó con formalidad al encontrarse frente a mi cara.

      —No parece estar contento de verme sargento Walker —comenté—. ¿Acaso le tomó mucho dar conmigo?

      —¡No estoy de humor Soldado! ¡Despídete de tus amigos y sígueme!

      —¡Cuáles amigos! —resentí la suposición.

      Walker me ignoró y comenzó a caminar, por obligación lo seguí de cerca sin siquiera voltear a mirar las expresiones confusas de mis compañeros sobre la cuestión actual.

      —¡No tienes idea de todo lo que tuve que hacer para venir por ti! —expresó furioso mientras nos dirigíamos a la playa—. ¡Eres un maldito problema y un dolor de cabeza!

      —¡No podía quedarme con los brazos cruzados! ¡Carl!

      —¡Todo es siempre personal contigo y eso me ha generado una mala imagen con mis superiores! —Carl notó la atención del resto de la brigada y bajó su voz—. No comprendes, la razón por la cual sigues aquí es por mí. ¡El nombramiento de Cabo y tu colocación en reserva fueron sugerencias conseguidas gracias a mí!

      —¡Yo no le rindo cuentas a nadie!

      —¡Eres un soldado del Cuerpo de Marines, tú me rindes cuentas a mí como yo lo hago con mis superiores!

      —Pues debo cuestionarlo.

      —¡Un soldado no debe cuestionar! —tomó un profundo respiro y se tranquilizó— Soy tu amigo Christian, pero métetelo en tu cabeza. Un soldado no cuestiona ordenes, hace exactamente tal y como se le ordena.

      —Si fuera así, ya estuviera muerto.

      —El muerto seré yo si no logró controlarte, Chris sé que no me consideras un amigo y está bien, no hago esto para molestarte sino porque eres demasiado valioso para ser desperdiciado. Mantenerte temporalmente en reserva es un bien necesario especialmente para ti y lo sabes.

      Suspiré con enfado.

      —¿Te acuerdas Chris? No hace mucho fuimos tan sólo dos soldados comunes y corrientes.

      —Cómo podría —comuniqué—; y ve ahora, eres todo un Sargento.

      —Tú también lo serías si no fuera por tu carácter, pero al menos acabas de ascender a Cabo.

      —No vine a escalar rangos.

      —Estoy harto de soportar tantos conflictos con mis superiores sobre tus insubordinaciones, si no puedes aceptar el hecho de que eres un soldado peleando en una guerra coordinada por oficiales capaces, entonces te enviaremos de regreso a casa en el primer bote disponible.

      —No, no hagan eso —respiré y guardé silencio por un breve momento—. Lo siento —confesé sarcásticamente—. ¿Cómo puedo reparar el daño?

      —Permanecerás de reserva en la playa y cumplirás el papel de asesor, muchos te escuchan y te siguen aunque a ti no te importe un bledo. Además te encargarás de la transportación de los heridos y asistirás a los paramédicos en el uso de medicamentos o drogas.

      —Una condición.

      —¿No crees que ya has hecho suficiente?

      —Quiero a mis hombres conmigo, por lo menos a Dominic.

      —¿El novato?

      —Así es —confirmé.

      —Interesante, dime Chris desde cuándo te importan las personas.

      —No me importan, pero tengo el presentimiento que morirá con facilidad si no tiene a alguien como yo a su lado.

      —Espléndido, un poco de decencia finalmente en ti —comentó con sorpresa—. Hablaré con mis superiores, pero no te prometo nada.

      —Bien.

      Carl concentró su vista en mis manos vacías y el resto de mi uniforme.

      —¿Dónde está tu rifle?