Adrian Andrade

knifer


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frente, te darías cuenta que tenemos mucho en común con los alemanes especialmente con el asunto de las ratas, las raciones de comida, el problema de los retretes y sus obligaciones a luchar y matar en los campos de batalla.

      —¡Eres un aguafiestas Chris! A veces no sé si realmente estás con nosotros o con el enemigo.

      —Estoy donde debo estar.

      —¿Y dónde es eso?

      —Entre tú y mi cuchillo.

      —¡Es una amenaza!

      —No tonto, es una forma de decir que estoy conmigo mismo.

      Edgar comprendió y sólo asintió con una sonrisa, lo cual me sacó de quicio. Al parecer mi actitud estaba causando el efecto de negativo por negativo es igual a un resultado positivo.

      En estos días me hicieron supervisar la transportación de los recursos hacia la playa y a la vez, aproveché la ocasión para trasladar varios hombres heridos.

      Hoy marcó la primera vez que vomité en la lancha, bueno no exactamente dentro sino en el mar; no era de mi naturaleza marearme repentinamente, pero parecía como si las náuseas volvieran a resurgir, porque por el resto de la tarde no podía siquiera oler la comida.

      Sentí un poco de cansancio y decidí acostarme temprano. Estar de reserva me estaba enfermando, esperaba y pronto me rescataran de este fastidioso puesto.

      ****

      Me encontraba listo para entrar y crear la distracción. Blake me había enseñado como sujetar la pistola, apuntar y disparar. También me comentó que tomara un buen sorbo de aire antes de oprimir el gatillo. Matar no era un problema para mí, sino era una forma de alivio. Algunos pensaban que lo mejor era perdonar y no mirar atrás, pero si seguimos perdonando en vez de actuar; entonces seríamos cómplices por el hecho de permitir que tales sucesos continúen repitiéndose.

      Nunca entendí porque Blake renunció a todo lo suyo por protegerme. En cierta manera, se convirtió en el padre que nunca tuve. Un poco exigente y disciplinario, pero de quien había aprendido más de lo que quería. Nunca me reveló qué era lo que exactamente hacía, ni nunca me habló de sus misiones pasadas, ni para qué clase de agencia trabajaba. Eso sí, hablaba de sus anécdotas de la guerra hasta por los codos. Lo cual era inusual ya que se afirma que lo menos que quiere hablar un soldado, es sobre guerra ¿Realmente podemos culparlos por reservarse esas tragedias?

      Afortunadamente Blake me llevó a Rusia para encontrar al asesino de mi padre. Esto me trajo malos recuerdos y pesadillas; por más que le decía a Blake que de paso entráramos a Alemania y asesináramos a Hitler, siempre terminaba riéndose de mí. Ahora lo comprendo, debido a varios supuestos atentados fallidos, Hitler parecía inmune a la muerte. Hasta parecía que su protección venía del mismísimo Diablo.

      En esa época, Rusia formaba parte de la Unión Soviética. Ante los orígenes de la guerra, Stalin firmó el pacto de No Agresión entre Alemania y la Unión Soviética en agosto de 1939. Oculto en el contrato, existía una cláusula en la cual Stalin obtendría territorios de Polonia e influencia en Europa Oriental.

      La cláusula secreta resultó cierta puesto que en cuanto Alemania invadió Polonia, ocupó una parte de ese territorio. El resto fue invadido bajo la orden de Stalin. Más se rumoraba que a pesar de este pacto, Hitler se encontraba planeando su invasión. Un rumor improbable desde mi criterio.

      ¿No sé cómo? pero Blake logró meternos adentro del Edificio de Inteligencia de la Unión Soviética. A través de un corredor, cruzamos agachados para evitar ser descubiertos por las ventanas de cristal. La distracción recaía en dejarme capturar, lo cual era absolutamente tonto, pero no tenía alternativa. Debía seguir con el plan.

      Me levanté del suelo e hice dos disparos hacia la ventana buscando no herir a nadie, por el momento. El personal se agachó y los guardias se concentraron en mí. Durante esta atención, Blake subió al segundo piso mientras a mí me escoltaban hacia ese mismo piso gracias a mi repentina rendición. Presentía que me dispararían de igual forma al tirar la pistola, pero Blake me aseguró que no pasaría tal cosa. Aun así prometió mantenerme un ojo fijo en mí por si las dudas.

      Si tan sólo los guardias hubiesen sido cordiales, no tendría cicatrices de sus bastonazos en la espalda. Pero honestamente me las merecía. Me subieron a golpes y en segundos me empujaron a una amplia sala rodeada de paredes corroídas.

      Blake conocía bien las rutas de escape de esta antigua planta, lo cual era el único alivio.

      Me sentaron en el suelo a la fuerza y a los pocos segundos, entró un hombre americano vestido de traje, guardó distancia y me miró con familiaridad y confusión, como si me hubiera reconocido y reaccionado con decepción. Entonces me di cuenta de que este hombre era el traidor porque reconoció en mi rostro a mi padre. Estaba seguro, aquella expresión emitida lo confirmaba en su totalidad.

      —¡Maldito traidor! —exclamé con frivolidad.

      Inesperadamente por el fondo emergió Blake, matando a cada uno de los guardias esquinados. Aproveché la distracción del americano y me deslicé tomando una de las armas caídas lo más rápido posible; inmediatamente le apunté al americano quien se mantuvo quieto al darse cuenta de que era demasiado tarde para sacar su pistola.

      Mi mirada se concentró sólo en él y nada más que él. Gozando cada segundo de su desesperación y tomándome el tiempo del mundo para apretar el gatillo.

      —¡Qué les hice para merecer esto! —levantó sus manos.

      —¡Mataste a mi padre, maldito traidor! —declaré con odio.

      —¡Qué!

      —¡Dispara! —me ordenó Blake.

      Tomé un profundo respiro.

      —¡Lo tienes todo mal!

      Disparé sin cuestionarlo.

      El americano se manifestó petrificado mientras se colocaba de rodillas hasta soltar el resto de su cuerpo hacia el suelo. Nunca le di la oportunidad de siquiera defenderse o ser escuchado. Me dio gusto. En cuanto su cabeza tocó el piso, murió al instante. Esto fue una pena porque mi padre murió consumiéndose lentamente bajo el fuego.

      Bajé el arma y miré el cadáver por última vez, pero no me sentí satisfecho, no podía explicarlo. Supongo que quitar una vida solía ser un proceso complicado de aceptar cuando se hace por primera vez.

      Sin pensarlo más, volteé y encontré a Blake colapsado en el suelo, herido por dos balas. Corrí a cerrar las puertas principales que daban a la habitación. La alarma comenzó a sonar, pero no se trataba del edificio, sino provenía del exterior.

      Me asomé por la ventana y percibí las fuerzas acorazadas alemanas en plena madrugada. ¡El rumor había sido cierto!

      —¡Debemos irnos! —alerté ante los sonidos de la batalla que comenzaban a distorsionar la tranquilidad del ambiente.

      Me dirigí hacia Blake e intenté levantarlo para escapar por la ventana, pero se rehusó aferrándose al piso para decirme sus últimas palabras, palabras que nunca olvidaría como su rostro pálido.

      —Estás listo —afirmó escupiendo sangre—, posees todo lo necesario para sobrevivir en cualquier contexto, incluso la guerra —especificó adolorido y perdiendo noción—. Ahora vete y vive en paz mientras esta dure.

      —No puedo abandonarte Blake —mencioné negando que se trataba de la última vez que lo vería.

      —¡Si puedes y lo harás!

      El retumbe de los tanques anunciaban su aproximación y sólo me quedé observando a la ventana sin saber qué hacer. Blake intentó levantarse y me puso la mano en mi hombro apretándomelo con fuerza. Ante esa sensación, fijé mi vista en sus ojos rojizos.

      —No sacrifiques varias vidas por el precio de una…

      —Aunque se trate de la tuya —completé.

      —Sin