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© 2018 Pippa Roscoe
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Reclamada por el multimillonario, n.º 167 - agosto 2020
Título original: A Ring to Take His Revenge
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1348-628-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Prólogo
Londres…
ANTONIO Arcuri le hizo un gesto a la joven, menuda y morena, para que se montara en la limusina antes que él. Estaba acostumbrado a acompañar a mujeres que acababa de conocer hasta su limusina, pero no por motivos de trabajo. Jamás por trabajo.
Sin embargo, no había tenido otra alternativa. La reunión de la mañana se había alargado insoportablemente y no podía ni cancelar esa última entrevista para seleccionar a su secretaria personal ni llegar tarde a la reunión con los otros dos integrantes de El Círculo de los Ganadores; un grupo de propietarios de caballos de carreras en el que participaba.
Llevaba casi un año esperando para ver a sus amigos Dimitri y Danyl, que también eran sus hermanos en más de un sentido. Le habían obligado a hacer más de una cosa a la vez y no podía soportar que le obligaran a hacer algo.
La morena, la señorita Guilham, arqueó una ceja ante el inesperado cambio de escenario para la entrevista y eso le pareció un buen augurio. Sin embargo, no se lo pareció tanto su manera de recolocarse el díscolo dobladillo de la falda, que se le había subido por los tersos muslos al sentarse en el mullido asiento de cuero. Esa falda que le había parecido desmesuradamente conservadora cuando la vio de pie y que, en ese momento, era una distracción que, sinceramente, no deseaba.
Se sentó a su lado y observó a Emma Guilham por el rabillo del ojo. Comprobó que era menuda y hermosa, hasta que archivó los datos y se olvidó de ellos. Daba igual que su próxima secretaria fuera atractiva o no. Aunque, al menos, había dejado de tirar del dobladillo de la falda.
La limusina salió del oscuro aparcamiento de sus oficinas y se mezcló con el agobiante tráfico del centro de Londres. Maldijo su suerte para sus adentros y dominó las ganas de mirar el reloj. Sabía que tenía muy poco tiempo.
–Su conductor debería tomar St. James y Pall Mall. Navidad y la calle Regent es una combinación espantosa.
Ella clavó los ojos color avellana en los de él, que sintió un repentino vuelco en el pecho. Su mirada no transmitía ni una necesidad imperiosa de agradar ni una emoción fervorosa, ni tenía el brillo sensual que solía captar en las miradas de las mujeres. Sabía que era atractivo y se aprovechaba todo lo que podía, pero no con las empleadas.
Sin embargo, y lo que era más importante de todo, no había doblez en su mirada, algo que era inusitado y que, para él, no tenía precio.
Comparada con las otras tres candidatas que había entrevistado, era la menos impresionante. Emma Guilham, con veintidós años recién cumplidos, era joven. Sin embargo, parecía la más imperturbable, aunque las otras iban de los veintimuchos años a los cincuenta y pocos.
No hacía falta que mirara su currículum porque recordaba toda la información pertinente y procedió a entrevistarla.
–Se graduó en estudios de mercados internacionales, en la Universidad de Londres, con cuatro sobresalientes, puede teclear ciento veinte palabras por minuto y le gusta viajar y leer –le desconcertó que color avellana de sus ojos fuera tomando un tono verde mar–. Es muy trabajadora, algo que me ha confirmado repetidamente el director financiero de mi oficina en Londres, donde ha trabajado a jornada completa durante los meses pasados y a tiempo parcial el año anterior, mientras terminaba los estudios, algo en lo que también me ha insistido repetidamente el director financiero.
Emma se limitó a asentir levemente con la cabeza y él frunció el ceño. Normalmente, las candidatas resaltaban sus virtudes cuando él les daba la oportunidad. Él le dio un instante para que ella hablara, pero se quedó en silencio.
–El trabajo es en Nueva York. Apuesto a lo grande, adquiero empresas y espero mucho trabajo, entrega plena y discreción absoluta tanto en los asuntos laborales como en los personales. Yo no estoy