Fran Nieto

El arte de la composición Enriquece tu mirada fotográfica


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el azul del agua. Para incrementar la saturación empleé un polarizador. Mientras hacía la toma vi que se acercaba un agricultor y supe que tenía que modificar algunas cosas para adaptarme a un nuevo atractor visual. Como iba vestido en tonos oscuros reduje el efecto del polarizador para conseguir un mayor contraste con el agua. También bajé la cámara para que el río saliese por una esquina. Disparé justo en el momento en que inicia su entrada en el puente, en esa frontera psicológica entre el río y la tierra.

       Óptica de 18-55 mm 1:2.8 a f/5 durante 1/15 s con ISO 200. Polarizador en portafiltros Lucroit.

      Nuestro cerebro no se queda fijado indefinidamente a un elemento sino que fluye por la escena. El flujo es el modo en el que la mirada del espectador se desplaza de una parte de la fotografía a otra. Las líneas ayudan mucho a pasar de un atractor visual de la composición a otro. Las líneas pueden ser reales como las vías de tren que se unen en la distancia o ser sólo visuales, no reales.

      Es misión del fotógrafo ser capaz de determinar cuáles van a ser los principales atractores visuales y enlazarlos entre sí por medio del lenguaje compositivo. Se puede ir dejando atractores visuales, a modo de miguitas de pan, para que el ojo se desplace por toda la composición hasta salir de ella (composición abierta) o fijar el interés en una parte, de tal forma que cualquier intento de alejarse de ella sea vano (composición cerrada).

      No interpretamos una fotografía del mismo modo que la realidad, el cerebro emplea diferentes estructuras neuronales, por eso es interesante analizar los atractores visuales en la pantalla de nuestra cámara. Tenemos que hacer el esfuerzo consciente de examinar hacia dónde se encamina nuestra mirada al observar la imagen, entender el motivo y determinar si es lo que necesitamos.

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      El principal estímulo de la imagen es el texto de la visera, que leemos de inmediato. La dirección de la gorra nos lleva al escenario donde seguimos leyendo, haciendo un esfuerzo. Las manchas de colores también reclaman interés y pasamos de una zona a otra en una especie de bucle que logra que la composición sea cerrada, no nos arrastra fuera de ella.

       Óptica de 18-55 mm 1:2.8 a f/3,6 durante 1/15 s con ISO 3600.

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      El helecho del primer plano atrae la mirada, nos informa del viento que hacía durante la toma y proseguimos el recorrido visual por el camino, hasta donde se pierden los escalones. Las ramas que cubren el sendero, entrelazadas entre sí, nos mantienen dentro de la toma, evitando que salgamos hacia las zonas más claras del cielo, otro importante atractor visual. Conocer como recorrería el espectador la imagen me permitió colocar la cámara en un punto bajo para que el helecho tenga más protagonismo, justo en el punto que no se solapa con el camino. Que la escena se difumine hacia el punto donde finaliza el camino es fruto de la ligera niebla y de un diafragma que mantiene un primer plano nítido pero levemente desenfocado el fondo. Transmite la sensación de querer permanecer en este idílico rincón.

       Óptica de 17-55 mm 1:2.8 a f/8 durante 1/3 s con ISO 200.

      El efecto Stroop

      El texto escrito es otro importante atractor visual. Si en la toma tenemos texto el cerebro lo leerá, y si está en otro idioma o es complejo se detendrá mucho más tiempo que si lo lee sin problemas. Por eso es importante determinar si el ojo se bloquea en una palabra desenfocada o demasiado llamativa por su color o situación cuando no es lo que buscamos. La mejor opción para mejorar la memorización de un texto es estudiarlo con una tipografía de difícil lectura.

      Stroop coloreaba palabras como verde, rojo o azul con tonos que diferían del significado de la propia palabra y solicitaba a los voluntarios que nombrasen el color que veían. De este modo se comprobó un incremento muy notable en el tiempo de reacción y en el número de errores cometidos. Por ejemplo, las personas necesitan más tiempo para nombrar el color de la tinta azul de la palabra impresa rojo que si la tinta es azul y se utiliza para imprimir la palabra azul.

      El motivo por el que se produce este fenómeno es porque la lectura es un proceso automatizado por nuestro cerebro mientras nombrar el color no lo es. Por eso definir el color en lugar de leer la palabra es muy complicado cuando ambos están en contradicción.

      Si nuestro mensaje se ve debilitado con la composición actual, porque el ojo se dirige hacia donde no deseamos, hemos de intentar realizar los cambios que resuelvan el problema.

      Teoría del observador

      En buena parte de la Modernidad se ha considerado al mundo como un ente perfectamente definible en el que sería posible obtener respuestas totalmente objetivas a cualquier cuestión que se plantease. A partir de las leyes naturales y con ayuda del pensamiento lineal se podría contestar cualquier pregunta de forma racional. Tan sólo necesitábamos avanzar un poco más en el conocimiento del funcionamiento de las cosas mientras el sujeto se erigía en punto central de la existencia.

      Pero la llegada de la Posmodernidad introduce el concepto de relativismo del propio mundo, se entiende ahora que todo lo que nos rodea es algo inabarcable, variable y dinámico donde no todo está al alcance de la razón y depende en buena medida del propio observador, como demuestra la Física Cuántica.

      Albert Einstein no sólo avanzó en las teorías de Newton al dotarnos de una nueva definición del espacio, del tiempo y de la materia, también colocó al observador en el centro de cada análisis científico. Nunca podremos ver el mismo arco iris que otra persona, aunque estemos al lado, porque las gotas que lo producen dependen de la posición del observador. La teoría Cuántica de Max Planck ahonda más en esta relatividad y demuestra que el mero hecho de examinar una partícula y obtener alguna información de la misma, como su velocidad o posición, modifica la variable no observada, y en ocasiones también la que medimos.

      En el contexto que nos ocupa hemos de asumir que cada persona responderá de una forma determinada ante una imagen en función de sus conocimientos, de su trayectoria vital, de sus intereses… No pueden existir leyes universales absolutas para que una imagen sea percibida de una forma determinada por cualquier persona. Incluso el estado de ánimo de un mismo observador será crítico a la hora de evaluar la imagen. La cultura que lo rodee, su momento histórico también influirán en sus gustos, de la misma forma que algunos alimentos que nos encantan podrían ser considerados como repugnantes en otras épocas o sociedades. Las propias expectativas influyen en la experiencia y tienden a materializarse, por eso si creemos que algo no nos gustará será difícil cambiar de idea y viceversa. Los estudios que analizan la forma en que escudriñamos una imagen demuestran que cada persona tiene un patrón propio, casi tan característico y diferenciador como pueden ser sus huellas digitales.

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      La forma de la píldora, su llamativo color, brillo y posición funcionan como poderosos imanes para nuestro cerebro. Podemos intuir que la inmensa mayoría de la población considerará esa pastilla como un atractor visual. Lo que sin duda variará será la respuesta de cada uno; no será lo mismo para un persona sana que para una enferma que quizá reconozca alguno de sus tratamientos. Para un paciente polimedicado sin duda será una metáfora de cómo está su pastillero cada mañana.

       Óptica macro de 105 mm 1:2.8 a f/5,6 durante 1/90 s con ISO 100.

       Iluminada con flash a través de difusores.

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      Fuera del observador no hay nada.

       Humberto Maturana