mi familia, la sociedad entera se pregunta: “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Y hay un gobierno que no da respuestas, que no quiere que se pregunte, que pretende que en las escuelas y facultades no se hable del tema.
Y no puedo evitar la analogía: la necesidad de preguntar, de saber, de conocer la verdad, por un lado; y el silencio cómplice y la muerte, por el otro.
1 Textos publicados en el Facebook de Analía Kalinec entre agosto de 2016 y septiembre de 2017.
2 Carolina Arenes y Astrid Pikielny: Hijos de los 70. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2016.
BRUNO
Me llamo Bruno, tengo diez años. Yo nací teniendo a mi abuelo preso, solo lo vi una vez en el funeral de mi abuela, y lo poco que sabía de él era que estaba preso, pero no sabía quién era mi abuelo ni tampoco entendía por qué había policías ese día en el funeral. Le pregunté a mi mamá por qué había policías y me dijo que era porque estaba mi abuelo (que fue un policía, a todo esto), y me habló, pero no me acuerdo qué. Ella estaba llorando. Fue la única vez
que lo vi a mi abuelo, yo tenía siete años. Recuerdo que mi hermano me llevó para mostrarme quién era mi abuelo y me dijo: “él es tu abuelo”. Y a él le dijo: “él es Bruno, mi hermano”.
Este año en mi escuela lloré cuando estábamos hablando de lo que había pasado en la dictadura, no sé bien por qué lloraba. La maestra la llamó a mi mamá, que me abrazó y me preguntó por qué lloraba. Le dije que no sabía, sentía vergüenza y me acuerdo de que le pregunté: “¿por qué tu papá se hizo policía y trabajó con los militares?”. Mi mamá me explicó que lo
que había hecho su papá estaba muy mal, pero que nosotros somos diferentes y que íbamos a ir a la Plaza mañana (ese día era 23 de marzo) con la bandera de Historias Desobedientes.
Mi mamá y yo somos de Historias Desobedientes, que es un lugar donde se reúnen familiares de genocidas. Yo ya había ido con mi familia a la Plaza los 24 de marzo, pero esta vez fuimos por primera vez con la bandera de Historias Desobedientes. Le pregunté por qué se acercaba tanta gente a sacar fotos a la bandera de Historias, y no como otras banderas, y por qué lloraban las personas que veían la bandera. No me acuerdo qué me dijo, pero no estaba llorando, y yo tampoco.
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