Julie Kagawa

La noche del dragón


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hacerlo, necesitamos un plan. Kage… san… —me miró mientras tropezaba con mi nombre—. ¿Dijiste que sabes adónde se dirige el Maestro de los Demonios?

      Asentí.

      —Al territorio de los Tsuki —dije—. Las islas del Clan de la Luna es donde el Dragón fue convocado por primera vez, hace cuatro mil años. Junto a los acantilados de Ryugake, en la isla de Ushima, es donde tendrá lugar el ritual.

      —¿Cuándo? —preguntó el noble Taiyo—. ¿Cuánto tiempo tenemos hasta la noche del Deseo?

      —Menos de lo que piensas —respondí con tono sombrío. Entonces una frase surgió a la luz, aunque no sabía de dónde provenía. La memoria de Hakaimono era extensa. Había visto el ascenso y la caída de muchas épocas—. En la noche del milésimo año —murmuré—, antes de que las estrellas del dragón se desvanezcan de los cielos y concedan los cielos al pájaro rojo del otoño, el Heraldo del Cambio puede ser invocado por alguien cuyo corazón sea puro —me detuve por un momento y luego bufé—. Como en el caso de la mayoría de las leyendas, no todo es cierto. Kage Hirotaka y la dama Hanshou no eran completamente “puros de corazón” cuando convocaron al Dragón. Eso tal vez se agregó a la tradición con la esperanza de evitar que los humanos codiciosos o malvados buscaran el favor del Gran Dragón.

      A mi lado, Yumeko frunció el ceño.

      —¿Qué quiere decir eso de las “estrellas del dragón” y el “pájaro rojo del otoño”?

      —Son constelaciones, Yumeko-san —explicó el noble, volviéndose hacia la chica—. Cada estación se representa con una de las cuatro grandes bestias santas. El Kirin representa la primavera y la vida nueva. El Dragón representa el verano, ya que trae las fuertes lluvias que son esenciales para los cultivos. El pájaro rojo del otoño es el Fénix, listo para morir y renacer en la primavera. Y el Tigre Blanco representa el invierno, paciente y mortal como una tierra cubierta de nieve.

      —Entonces, si lo que dice Kage-san es cierto —interrumpió la doncella del santuario, con voz impaciente—, y la Noche de la Invocación se llevará a cabo el último día del verano… —se sobresaltó y abrió enormes los ojos—. ¡Eso es a fin de mes!

      —Menos tiempo de lo que pensamos, en efecto —reflexionó el noble, con la mirada ensombrecida—. Y Genno tiene ventaja sobre nosotros.

      —¿Cómo vamos a llegar a las islas del Clan de la Luna? —preguntó Yumeko.

      —Bueno, con suerte no tendremos que nadar —dijo el ronin—. A menos que cualquiera de ustedes pueda invocar a una tortuga gigante desde el mar, supongo que necesitaremos algún tipo de bote.

      —Hay barcos en Umi Sabishi Mura que hacen la travesía hasta las tierras de los Tsuki —nos informó el Taiyo—. Es una modesta aldea a lo largo de la costa, pero tiene un puerto bastante impresionante. La mayor parte del comercio de las islas del Clan de la Luna se lleva a cabo a través de Umi Sabishi. El problema no será encontrar un capitán dispuesto a llevar pasajeros a las tierras de los Tsuki, sino lo que haremos una vez que lleguemos allí.

      Yumeko ladeó la cabeza.

      —¿Por qué, Daisuke-san?

      —Porque el Clan de la Luna es muy huraño, Yumeko-san —respondió el noble—, y no les gusta que extraños lleguen a sus costas. Los visitantes necesitan un permiso especial de la daimyo para moverse libremente por el territorio de los Tsuki, y no tenemos ni el tiempo ni los medios para adquirir los documentos de viaje necesarios. El Clan de la Luna es muy protector con su tierra y su gente, y los intrusos son tratados con dureza —levantó uno de sus delgados hombros—. O eso es lo que te dirán todos los capitanes.

      —Tendremos que preocuparnos por eso cuando lleguemos allí —dijo la doncella del santuario—. Evitar que Genno invoque al Gran Dragón es nuestra primera y única preocupación, incluso si debemos desafiar a los líderes del clan para lograrlo.

      El noble parecía un poco horrorizado ante la idea de desafiar a la daimyo, pero no se pronunció más al respecto. A su lado, el ronin suspiró y cambió de posición.

      —Nos tomará un par de días llegar a la costa —murmuró—. Y no tenemos caballos, transporte, kago ni nada que haga que el viaje sea más rápido. Supongo que mañana comenzaremos a caminar, y esperemos no encontrarnos con demonios, magos de sangre o los shinobi de los Kage que todavía siguen tras el pergamino del Dragón. Un intento de asesinato fue suficiente, gracias.

      Me incorporé y le eché un vistazo a Yumeko.

      —¿Los Kage los persiguieron?

      Ella parecía ligeramente avergonzada.

      —Ano… La dama Hanshou nos pidió que te encontráramos —respondió ella, lo que hizo que mi estómago se revolviera—. Ella envió a Naganori-san a buscarnos, y caminamos por el Sendero de las Sombras para encontrarnos con Hanshou-sama5 en tierras de los Kage. Ella quería que te salváramos de Hakaimono y que a él lo lleváramos de regreso a la espada para que tú pudieras volver a ser el asesino de demonios —una de sus orejas se crispó cuando levanté una ceja—. Supongo que esto no es lo que ella esperaba.

      Sentí cómo una sonrisa amarga cruzaba mi rostro. La relación de la dama Hanshou con los asesinos de demonios siempre había sido un punto de discusión entre los Kage. Había sido su idea entrenar a jóvenes guerreros para usar a Kamigoroshi en lugar de mantener la Espada Maldita sellada en la bóveda ancestral donde no significaría un peligro. La razón oficial que imperó fue que esto permitiría a los Kage manejar y controlar a Hakaimono en lugar de arriesgarse a que la espada cayera en las manos equivocadas. Pero todos sospechaban —aunque nadie se habría atrevido a sugerirlo—, que la dama Hanshou mantenía a los asesinos de demonios cerca por el miedo que éstos inspiraban. El asesino de demonios de los Kage era entrenado para ser eficiente, carente de emociones y obediente hasta el fanatismo. Un asesino perfecto que, además, compartía su alma con un demonio. Había rumores en el Clan de la Sombra de que la daimyo mantenía su posición principalmente porque nadie se atrevía a desafiarla, y a la mascota oni que podía azuzar en cualquier momento.

      Pero incluso esto era sólo parcialmente cierto. La verdadera historia entre Kage Hanshou y Hakaimono era más larga y mucho más siniestra de lo que nadie podría imaginar.

      —No —dije a Yumeko—. Esto no es exactamente lo que la dama Hanshou esperaba. Y ahora que ustedes fallaron en contener a Hakaimono y no encontraron el pergamino para ella, tal vez enviará a alguien para matarlos a todos.

      —Perdóname, Kage-san, pero me temo que debo hacer una pregunta —el noble Taiyo me dirigió una mirada solemne—. Técnicamente, todavía eres parte de los Kage. Tu daimyo te envió a buscar el pergamino para ella, ¿cierto? ¿Qué harás si esa orden sigue en pie o si ella te ordena que no dejes testigos? ¿Nos matarás a todos para recuperar el pergamino del Dragón?

      Sentí que Yumeko se ponía rígida a mi lado.

      —Yo… dejé de ser parte del Clan de la Sombra en el momento en que Hakaimono tomó el control —respondí.

      Era un argumento realista. Yo había sido parte de los Kage toda mi vida. Desde el comienzo del Imperio, la expectativa había sido servir al clan y a la familia de manera resuelta, sin dudar, durante el tiempo que durara la vida. Les debía a los Kage mi lealtad, mi obediencia, mi existencia incluso. Si ellos me hubieran dado la orden de enfrentar solo a mil demonios yo habría obedecido —y muerto— sin dudarlo, como lo haría todo samurái. Pero ahora, yo era un huérfano. No tenía clan, familia o señor. Como ese ronin que vagaba por el Imperio, deshonrado y perdido, excepto que yo era algo aún peor.

      —Mi lealtad a los Kage no entrará en duda —le aseguré al noble, que todavía parecía preocupado—. La dama Hanshou no correría el riesgo de tener tratos con un oni, al menos no públicamente. Y no tengo intención de volver con los Kage. No hasta que encuentre al Maestro de los Demonios y lo haga pagar su traición.

      Las últimas palabras surgieron como un rugido áspero, y una rabia hosca cobró vida desde el