Charles O´Leary

Terapia familiar y de pareja centrada en la persona


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nunca olvidan cuánto ignoran. Al mismo tiempo, mientras más sepa un terapeuta sobre las expectativas contemporáneas con respecto a las relaciones, más sentirán los clientes que están en presencia de alguien que comprende cómo es su vida. El conocimiento puede conducir a una empatía más profunda y más precisa, mientras hace del terapeuta un colaborador confiable en la resolución de problemas. De manera similar, la mayoría de los clientes eventualmente piden habilidades para usar cuando están en casa: el terapeuta puede ofrecer herramientas para la comunicación, la solución de problemas, un genograma (un tipo de árbol familiar utilizado en las terapias intergeneracionales, que será descripto en detalle en el capítulo 3), guías impresas, libros y CDs relacionados con los problemas que los clientes identifican.Lynn Hoffman escribió (1998:153): “He propuesto una categoría llamada los Mayores Hits de la Terapia Familiar. Nuestro campo está lleno de cosas maravillosas que podemos utilizar aun si no aceptamos las teorías que las produjeron.”

       Facilitación activa del cambio. Las parejas y las familias llegan a terapia para solucionar problemas y desenmarañar dilemas. Un terapeuta debe ser un facilitador activo que hace posible el diálogo –alguien que puede “discutir todos los temas indiscutibles” (Schwarz, 2002), quien también da una voz a todos los presentes y reconoce los efectos en los sentimientos de cada persona. El terapeuta es un oyente, alguien que ayuda y modera, alguien que toma nota del tiempo y un director de proceso respetuoso. El terapeuta se ocupa de diferenciar y clarificar las cosas: ver qué temas atañen a cada uno, cuál puede ser resuelto inmediatamente y cuál debe ser comprendido mejor antes de ser tratado, cuáles son señales de una comprensión insostenible y cuáles son solo parte de la vida. El buen terapeuta estimula a los clientes a encontrar una descripción de la situación que estimule el diálogo, rechaza la tendencia a culpar y engendra esperanza a escala humana. Finalmente, el terapeuta facilita el movimiento necesario entre actuar hacia el cambio y reconocer cuando no existe disposición a efectuarlo.

      La terapia narrativa, brevemente descripta en el Recuadro 1.2, proporciona perspectivas y un lenguaje que facilitan el empoderamiento de los clientes a través del descubrimiento de su identidad, que es independiente de sus problemas, sus circunstancias y las definiciones de los demás.

      Recuadro 1.2: Terapia narrativa: historias

      saturadas-de-problemas y resultados únicos

      La terapia narrativa es un trabajo originado por Michael White y David Epston (quienes ya no se encuentran entre nosotros), que describen en un libro ya clásico Medios narrativos para fines terapéuticos (1993). Narrative Therapy: The Social Construction of Preferred Realities (Terapia Narrativa: la Construcción Social de las Realidades Preferidas) de Freedman y Combs (1996) y más recientemente el último libro de Michael White (2007), Maps of Narrative Practice (Mapas de la Práctica Narrativa) son otras fuentes de información sobre esta modalidad. La terapia narrativa percibe a los clientes como “atrapados en historias saturadas-de-problemas” en las cuales los intentos de resolverlos muchas veces aumentan su poder. En su marco de referencia posmoderno, White y Epston perciben a los consultantes como identificados con sus problemas a través de las definiciones sociales de su comunidad inmediata así como, de muchas maneras, por su cultura más amplia. La terapia consiste, por lo tanto, en cambiar la conversación de modo tal que se perciba al cliente como independiente del problema que lo perturba y competente para reducir su influencia. Esta es una terapia en la cual se desafía al lenguaje como un medio potencial de opresión.

      White es famoso por formular preguntas a través de las cuales los clientes se convierten en “periodistas investigadores” (2007) de sus problemas: cómo los afectaron; cómo podrían vencerlos; qué planes tienen los problemas para arruinar su vida; y qué fortalezas pueden tener ellos y los otros miembros de su familia para liberarse. Las preguntas existen “para generar experiencia más que para obtener información” (Freedman and Combs, 1996: 113). Sus preguntas generan metáforas a través de las cuales los clientes se preparan para cambiar los problemas que los están afectando.

      La terapia narrativa estimula la imaginación, el asombro y, especialmente, como enfoque centrado en la persona, el supuesto de que las personas tienen recursos que florecen cuando están fuera de las categorías dominadas por el miedo, la culpa o la crítica. David Epston dijo una vez: “Debemos darnos cuenta para siempre de que las historias de las personas tienen múltiples planos, tal como sucede con nuestra cultura y nuestra psicología. Por ejemplo, ¿qué habría pasado si el trabajo de Carl Rogers hubiera sido el enfoque psicológico privilegiado en lugar del de Freud? Da la impresión de que nuestro mundo psicológico sería totalmente diferente” (citado en Madigan, 1994). En el mundo de la terapia narrativa, como sucede en el enfoque centrado en la persona, hay una manera en que es la gente cuando se siente disminuida por lo que Rogers llama la “tendencia evaluativa” (1961), similar a lo que White denomina la “historia dominante” (1990). También está la experiencia de libertad “de ser quien uno verdaderamente es” (Rogers, 1961) y el “ser intencional” (White, 2007), cuando las personas se sienten liberadas del control y la evaluación externos.

      La terapia narrativa ofrece un lenguaje rico para encontrar los efectos de la tendencia actualizante, un concepto central en el enfoque centrado en la persona, que luego describiremos (Rogers, 1980, 1959). El opuesto de la historia saturada-de-problemas es la aparición de resultados únicos; es decir, experiencias en las cuales se esperaba que ocurriese un problema pero que no se produjo debido a un esfuerzo o a la imaginación de los clientes. El concepto de resultados únicos enfoca la atención de los clientes sobre sus recursos, sus buenos hábitos y buenas prácticas desapercibidos y, en parejas y familias, en aquello a lo que se parecen cuando no están atrapados en la historia llamada “pelear por todo” o “ya no podemos llevarnos bien”. Con frecuencia mando a los clientes a casa con un cuadernito y el pedido de que anoten cosas tales como: “Cuando habría estado programado pelear pero no lo hicimos” o “Cuando (tu pareja) por lo general se habría decepcionado pero no lo hizo”. White estimula al cliente y al terapeuta a investigar cada resultado único con preguntas tales como: “¿Qué hizo posible que escucharas en lugar de defenderte?”; “¿Qué dice de tu relación el hecho de que después de todo lo que pasaron, esa noche pudieron hacer el amor?”; “¿Qué sería posible para su relación ahora que saben que pueden superar un conflicto y además de hablar entre ustedes sienten que están con un amigo?”.

      Los enfoques narrativos dan espacio a la presencia de la comprensión y la compasión en un campo de la relación que suele estar inundado por la negatividad, alimentado por el miedo al rechazo y la injusticia. Permite dar validez a la esperanza implícita de cercanía que no niega la frustración, el dolor y la pena. Un terapeuta de pareja y familia necesita un lenguaje con el cual crear un contexto para nuevos hechos y la recuperación de acontecimientos positivos anteriores que habían sido olvidados o enterrados por la desilusión. El terapeuta puede seguir siendo centrado en la persona mientras crea el espacio para que los miembros de la pareja y la familia asuman la responsabilidad de intentar comprender tanto como buscar que los comprendan.

      Valores centrales en el enfoque centrado en la persona

      ¿Qué tipo de persona es el terapeuta, independientemente del modelo particular que use? David Bott comenta con respecto a la terapia familiar:

      Desde un punto de vista pragmático, si buscamos humanizar nuestra práctica y responder respetuosamente a las familias con la mirada puesta en crear un contexto que empodere en lugar de someter, Rogers proporciona una posición clara, accesible y, sobre todo, ética desde la cual hacerlo. (Bott, 2001: 375).

      Los puntos de partida para comprender el enfoque centrado en la persona son las seis condiciones necesarias y suficientes para el encuentro terapéutico útil que formuló Rogers (1957), que luego describiremos en su aplicación a la terapia relacional. Mearns y Thorne (2000) han descrito las seis condiciones como interactivas, cada una inseparable de las demás. Además, describen estas condiciones en términos de “estar listo para encontrarse con el otro” (2000: 87-100). Cada terapeuta, capaz y experto como busca ser, siempre está comprometido en convertirse en una persona a quien los clientes encuentren confiable, reafirmante y estimulante.