Charles O´Leary

Terapia familiar y de pareja centrada en la persona


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aportes. Hoffman presenta una exploración y una integración personalizada y libre de todas las ideas de la terapia familiar y estimula a los profesionales a exponer estas ideas a los clientes sin imponérselas como un experto. En apoyo a cada sesión con los clientes como una experiencia única, ella estimuló a “Dejar a un lado el modelo” (1998), cualquier modelo que convierta al terapeuta en el poseedor de la verdad privilegiada. Hoffman (2002) ofrece muchas condiciones para su enfoque terapéutico integrado centrado en las personas, que incluye lo siguiente:

       “Aceptación que abraza”, que es una forma de aceptación que está abierta a todos los consultantes así como a toda su situación.

       “Viempatía” o “empatía viajera”, que se refiere a la apertura de los terapeutas con respecto a sus propias voces al encontrarse con las voces de los clientes y el compartir imágenes que surgen para las reflexiones de los consultantes. Hoffman estimula el compromiso reflexivo en la situación de los consultantes, con los resultados de la intuición del terapeuta disponible para el uso por parte de sus clientes.

       “Escucha generosa”, es decir, no “escuchar para hablar” sino “hablar para escuchar”.

       “Conocimiento del tercer tipo”. Esta expresión de John Shotter (1993) se refiere no solo al conocimiento teórico (saber algo) o incluso al conocimiento práctico (saber cómo), sino al conocimiento que proviene de estar dentro de una situación: saber a partir de la experiencia vivida. El terapeuta trae su experiencia, su conocimiento y su entrenamiento profesional a un encuentro sobre la cual no puede saber nada y cuyo resultado no puede controlar. Con lo que contribuye es la disposición a dar respuesta a lo que está presente. A pesar de que tiene muchas ideas y destrezas, ofrece lo que se requiere en la interacción más que cualquier cosa que pudiera preparar. Trae una manera de ser a la terapia que es instintiva así como cognitiva; personal tanto como profesional.

      Peter Rober es un psicólogo belga que también recurre al “conocimiento del tercer tipo” para describir su enfoque de la “terapia familiar dialógica” (2005). Rober cita a Shotter (1993: 40-41) considerando el conocimiento “en términos de lo cual las personas pueden influenciarse mutuamente en su ser, más que solo en sus intelectos; es decir, realmente ‘conmoverlos’ más que solo darles ideas”. Explorando el diálogo en una serie de artículos (1999, 2002, 2005, 2008) que captan “la conversación interna del terapeuta” (2008), así como los muchos niveles en los cuales pueden ser comprendidas las palabras de los clientes, Rober describe una terapia de presencia respetuosa en la cual los terapeutas escuchen las voces de los clientes y sus propias voces simultáneamente. Con respecto a la terapia familiar, nos recuerda el diálogo continuo y que cada sesión de terapia entra en un diálogo continuo que precede a la sesión y continuará después de ella.

      Me siento muy cómodo en el mundo de los postmodernos, pero no me identifico específicamente con su enfoque o con ningún otro enfoque filosófico. Este libro describe la terapia impregnada de los esclarecedores principios básicos de Carl Rogers que permiten la autonomía y el crecimiento del cliente dentro de una perspectiva sistémica. Como Hoffman, me siento libre de adoptar todo lo que considero necesario de las terapias que precedieron al postmodernismo sin adherir totalmente a sus teorías. Todos los autores sobre terapia relacional tienen en común miles de horas en presencia de familias o parejas: su actividad, sus decisiones de no actuar, su manera de configurar los problemas y los recursos de la familia.

      El propósito de la terapia relacional

      La terapia relacional facilita el proceso, a veces esquivo, de ser una persona diferenciada –un “yo” separado– que debe tomar decisiones autónomas y vivir con complicados sentimientos mientras continúa siendo parte de un grupo íntimo capaz de ofrecer apoyo, comprensión y apreciación mutuos. En sus cientos de demostraciones públicas, Virginia Satir solía unir con sogas a todos los miembros de la familia y los estimulaba a moverse en el espacio. Así, ilustraba cómo el movimiento de una persona necesariamente ejerce un efecto sobre todas las demás. Cada movimiento de las otras personas mueve a la que lo originó. (Véase el capítulo 3 para un análisis más detallado del pensamiento sistémico). La terapia familiar o de pareja se hace necesaria cuando los consultantes están, por así decirlo, tirando uno del otro en direcciones opuestas, o cuando una o más personas están paralizadas por el miedo de tirar o de ser tirada con demasiada fuerza en la dirección incorrecta.

      El propósito de la terapia familiar, dice Peter Rober (2005), es encontrar “una manera de llevarse bien”. Harlene Anderson dice que es lograr que “los problemas no se resuelvan sino que se disuelvan” (1997). Ella quiere decir que cambiando la naturaleza de las conversaciones cambia aquello a lo que se enfrentan la pareja y la familia (1997:108-31). Cuando las parejas y las familias vienen a verme es porque no pueden hablar entre sí sobre sus necesidades y problemas reales, y en cambio deben elegir entre culparse, pelear y evitar hablar de lo más importante. Un terapeuta facilita la manera de traer los temas problemáticos a una habitación sin tener que echar a las personas. La terapia familiar ofrece a los clientes una manera de crecer en presencia de los otros en lugar de luchar individualmente con el desaliento y la frustración. La terapia relacional facilita el descubrimiento individual con respeto por su impacto sobre la conectividad de la familia. Un buen terapeuta relacional facilita el descubrimiento de los patrones grupales que pasan desapercibidos para la familia, prestando atención a las implicaciones para el autoconcepto individual. El terapeuta también busca cambios inesperados, poco notables, en el autoconcepto individual que pueden abrir puertas para el cambio de todo el sistema.

      Los terapeutas familiares y de pareja contemporáneos tienen muchos temas para resolver para los cuales puede ser útil el enfoque centrado en la persona. Deben estar comprometidos sin ser reactivos; confiables y sabios sin sentirse superiores ni controladores. Deben evitar quedar atrapados en “la terapia imposible” por sentimientos de urgencia, ansiedad, exceso de responsabilidad o pesimismo, según la brillante formulación de Duncan, Hubble y Miller (1997a). La terapia relacional plantea, entre otros, tres desafíos: la necesidad de la parcialidad multidireccional, un conocimiento de las condiciones y los patrones comunes de la vida familiar y de pareja, y la necesidad de una facilitación activa del cambio que sea compatible con el sentido de respeto por sí mismo y los tiempos de cada cliente. A continuación desarrollaré cada una de estas ideas.

       Parcialidad multidireccional. Esto es crucial para la terapia vincular y en la intención y la práctica de estar del lado de todos al mismo tiempo (Boszormenyi-Nagy et al., 1991; O’Leary, 1999). En términos centrados en la persona se trata del contacto/empatía de igual calidad con todos los presentes. Véase el capítulo 2 para una discusión más profunda de este tema. El terapeuta vincular facilita un encuentro entre diferentes personas que pueden estar atrapadas en hábitos complejos y perturbadas por años de no sentirse comprendida por los demás. La terapia centrada en la persona comienza y termina prestando atención a la perspectiva única de cada persona, mientras que, al mismo tiempo, clarifica y valida otras perspectivas. El terapeuta modela la expectativa de que los intereses contradictorios deben coexistir para permitir que se produzca la conversación. La mayoría de las personas, más allá de sus buenas intenciones, tienen al menos algún impacto negativo sobre aquellos a los que más aman. Encontrar lugar para comprender la realidad de los impactos negativos sin negar las buenas intenciones requiere una conexión centrada en la persona tanto con las víctimas percibidas como con los ofensores percibidos. También requiere la habilidad y la autoridad personal para facilitar el diálogo cuando se activan los sentimientos heridos. Por ejemplo, el terapeuta comprende tanto al joven que hace declaraciones tajantes sobre los defectos de sus padres como a estos luchando para encontrar un nuevo lugar en la vida de su hijo. El terapeuta, sintiéndose cómodo con el hecho de que dos cosas pueden ser verdad al mismo tiempo, busca ser un traductor creíble entre realidades internas aparentemente irreconciliables.

       Conocimiento de las condiciones y patrones comunes de la vida familiar y de pareja. Un terapeuta centrado en la persona privilegia el propio conocimiento y la capacidad de los clientes de resolver problemas mientras se compromete conscientemente a enterarse todo lo posible sobre «cómo se vive la vida entre sesiones»