o temido. Las familias vienen porque algo parece haber salido mal con uno o más de los hijos, o porque su paso de una etapa evolutiva a otra ha causado desequilibrio emocional que implica miedo, ira, desconexión o desaliento. El terapeuta no debe alejarse demasiado del objetivo explícito o tácito de cada uno de sus consultantes, tanto en lo que afirman al principio como a medida que va desarrollándose el proceso.
¿Qué quieren los clientes?
Estos son algunos de los objetivos que comúnmente descubro con mis clientes:
Poder ser auténtico sin perder el amor y la aprobación de sus seres queridos.
Resolver un problema o volver a un mejor nivel de cooperación frente a una situación compleja.
Poder hablar de manera cooperativa con el otro en relación con “el elefante que se encuentra en el medio de la sala” (Palmer, 1997), ya se trate de sexo, dinero, los padres, el desarrollo del hijo, los sueños, las decepciones, las transiciones, el crecimiento individual, el duelo o la pérdida de “como solíamos ser”.
Que sus defectos sean ignorados, aceptados o al menos no sean tema de reprimendas y vergüenza.
Que se recuerden y reconozcan sus fortalezas, al menos tanto como sus debilidades.
Ser respetados: no recibir gritos, pero tampoco ser ignorados.
Poder retraerse y que los dejen tranquilos cuando lo necesitan.
Ser registrados por sí mismos y no como objeto de las expectativas de otra persona.
Expresar sus ideas con respecto a lo que es justo y apropiado.
Tener una segunda oportunidad si cometieron un error, se portaron mal o decepcionaron de alguna manera a su ser querido.
Que al menos de vez en cuando se reconozcan sus razones para actuar de una manera que desagrada a sus seres queridos, se comprendan e incluso algunas veces sean validadas.
Poder gestionar la cohesión familiar, mientras los problemas del crecimiento parecen empujar hacia la separación.
Reconocer las pérdidas, los impasses y las decepciones sin recurrir a la culpabilización, el rechazo, las amenazas o la categorización rígida.
Poder adaptarse a los continuos cambios en los límites, la autoridad, la disponibilidad y las normas de respeto mutuo.
Lograr una manera de llevar a todas estas experiencias fuera del consultorio para aplicarlas a su vida cotidiana.
También hay objetivos específicos para la terapia de pareja (ver especialmente Greenberg and Goldman, 2008a, b; o Moser and Johnson, 2008):
Resolver los problemas de cercanía: más afecto, más seguridad en el apego.
Poder volver a los momentos de daño mutuo o individual percibido y comenzar el proceso de reparación sin repetir el daño.
Resolver los problemas relacionados con el poder, la importancia, el respeto, la autonomía y la identidad en un contexto relacional.
Identificar, resolver o aprender a vivir con las presiones provenientes de los hijos, las exparejas, las familias de origen y los amigos.
Restablecer la amistad.
Dejar de pelear y de evitar hablar de temas importantes.
El mundo de un terapeuta relacional
¿Qué significan para mí la terapia familiar y de pareja en las horas en las que la practico? Gracias al hecho de haber sido introducido en la terapia a partir del enfoque centrado en la persona, puedo escuchar sin intención de juzgar o controlar. También hay cientos de ideas en el fondo de mi mente, que derivan de treinta y cinco años de lectura, formación y práctica relacionadas con la terapia sistémica. Todas esas perspectivas forman parte de mí: no son técnicas externas que extraigo con esfuerzo, sino posibilidades que surgen de manera natural en los encuentros con los consultantes. Por debajo hay nueve ideas, de diversas tradiciones terapéuticas, que son mis constantes compañeras y que serán descriptas a lo largo de este libro. Las ofrezco como una descripción de mi propia integración de la teoría y la práctica y no como una receta para el lector. Cada terapeuta familiar y de pareja puede buscar su propio camino hacia la facilitación relacional útil y cuidadosa.
1 La dinámica de las condiciones básicas del enfoque centrado en la persona (Rogers,1957; O’Leary, 1999, 2008; Gaylin, 2001, 2008). Descripta en detalle a continuación y sobre todo en el capítulo 4, la interacción de la empatía, la aceptación y la autenticidad es el principio y el fin de mi trabajo. Me encuentro con las personas y me uno a ellas en circunstancias invariablemente confusas y creencias antagónicas. Mi intervención fundamental, siempre útil, es detenerme, escuchar y buscar comprender a los consultantes sin enjuiciar. No hay intervención sistémica más esencial. Todas las perspectivas que se indican a continuación mejoran la experienciación de los consultantes de estas condiciones, o no son útiles.
2 Reencuadre. El corazón de toda terapia sistémica (Framo, 1996): cambiar la descripción central de una situación o problema interpersonal de manera tal que surjan percepciones con una perspectiva más amplia, se estimule el diálogo y puedan aparecer posibilidades positivas. El terapeuta familiar y docente Jim Thomas dice: “En el trabajo con familias, es un poco diferente: la consideración positiva incondicional requiere reencuadre” (comunicación personal). Los modelos de terapia familiar, escribe un teórico (Beels 2009), “cuando se los despoja de sus fachadas teóricas son maneras de enfocar un acuerdo común en un espacio en el que dos o más personas sienten un intenso desacuerdo sobre el significado de la experiencia”. El terapeuta que escucha busca traducir el malestar interpersonal en carne viva, en una situación que pueda ser analizada con menos culpa, miedo y provocación. Casi todas las afirmaciones del terapeuta tienen la propiedad del reencuadre. La empatía del enfoque centrado en la persona reformula las palabras del cliente simplemente por la transformación de algo dicho de manera tentativa, apasionada e incluso provocativa en algo que puede escucharse con respeto y tomarse en serio, sin enjuiciar, sin adoptar una actitud defensiva ni dramática. Los terapeutas relacionales escuchan con atención, encontrando en las conversaciones imposibles (acusatorias o desesperanzadas) las necesidades básicas y los deseos que las impulsan. El arte de la terapia es proporcionar un lenguaje nuevo sin suprimir sentimientos urgentes.
3 Historia dominante/historia alternativa. Este concepto de la terapia narrativa (White and Epston, 1990) permite que aquello que los clientes expresan y que los perturba pueda contarse como parte de una historia que surgió en su vida en lugar de como un síntoma de insuficiencia intrínseca de su parte. Este terapeuta siempre busca una narrativa que describa toda una experiencia de manera que incluya a todos los participantes. El concepto de historia dominante es una forma muy imaginativa del pensamiento sistémico: las personas son vistas como si estuvieran viviendo en un escenario virtual, dramático y predeterminado en el que sus elecciones y experiencias son limitadas e invalidantes. Nombrar una historia e invitar a los clientes a comentarla o añadirle cosas ofrece la oportunidad de recordar su propia capacidad de elegir sus respuestas frente a esa historia. El terapeuta mantiene una curiosidad activa en la historia alternativa, omitida, más alentadora que puede coexistir y ofrecer recursos a los clientes. “Esta es la historia que estoy escuchando hasta ahora”, podría decir el terapeuta. Luego podría señalar: “Me estoy encontrando con dos personas que están viviendo en un hogar triste. Su matrimonio se ha convertido en este lugar de ‘no decir o hacer lo correcto’ en lugar del nuevo territorio donde imperan la cercanía y el orgullo que esperaban que fuera. ¿Lo estoy comprendiendo bien?”
4 Adoptar la posición del “yo”, hablar en primera persona. Este concepto, formulado por el padre fundador de la terapia familiar Murray Bowen (1978), representa una manera de ser en la propia familia de origen y coincide totalmente con las intenciones de un terapeuta congruente centrado en la persona. Los terapeutas expresan