Diana Wang

Los niños escondidos


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es la condición esencial para que persista la existencia del pueblo alemán, y guiado por su firme determinación de garantizar la perennidad de la nación alemana, el Reichstag ha adoptado, por unanimidad, la ley que a continuación se expone:

      Apartado 1

      1) Quedan prohibidos los casamientos entre judíos y súbditos del Estado de sangre alemana o de sangre parentesca. Serán considerados inválidos los casamientos contraídos en el extranjero para eludir la ley.

      2) Solo a través del procurador del Estado podrán iniciarse los procesos de invalidaciones.

      Apartado 2

      Quedan prohibidas las relaciones extramaritales entre judíos y súbditos del Estado de sangre alemana o de sangre parentesca.

      Apartado 3

      Los judíos no podrán emplear en sus casas a mujeres súbditas del Estado de sangre alemana o de sangre parentesca, menores de 45 años.

      Apartado 4

      1) Los judíos no están autorizados a enarbolar la bandera nacional o la del Reich ni tampoco a exhibir los colores del Reich.

      2) Se les autoriza, en cambio, a exhibir los colores judíos. El ejercicio de este derecho queda protegido por el Estado.

      Apartado 5

      1) Toda persona que transgreda la prohibición referida en el ap. 1 será castigada con pena de prisión y trabajos forzados.

      2) Todo varón que transgreda la prohibición referida en el ap. 2 será castigado con pena de prisión, con o sin trabajos forzados.

      3) Toda persona que transgreda las disposiciones referidas en los ap. 3 ó 4 será castigada con una pena de prisión de hasta un año, con una multa, o con ambas penas.

      Apartado 6

      El ministro del Interior del Reich en coordinación con el lugar teniente del Führer y con el ministro de Justicia del Reich, publicará las ordenanzas legales y administrativas requeridas para ejecutar y cumplir esta ley.

      Apartado 7

      La ley tomará efecto el día siguiente de su promulgación, exceptuando el ap. 3 que entrará en vigor el 1° de enero de 1936.

      Nüremberg, 15 de septiembre de 1935, en el Congreso de la Libertad del Partido.

      Firmado: El Führer y canciller del Reich, Adolf Hitler, el ministro del Interior del Reich, Wilhelm Frick, el ministro de Justicia del Reich, Dr. Franz Gürtner y el lugarteniente del Führer, Rudolf Hess.

      *Citado por Yad Vashem, principal centro mundial dedicado a la conmemoración de la Shoá.

      Hanka Drescher (1931, PIASKI, POLONIA)

      Frida Sanowski (1932, AMSTERDAM, HOLANDA)

      Mis padres habían venido desde Polonia. Papá era sastre y tenía un buen pasar, era dueño de su propio negocio. Mis padres no eran religiosos, pero la familia de mi mamá era muy observante.

      La historia previa de mi papá fue fundamental después para poder salvarnos durante la guerra. Resulta que a los 18 años se había ido de Polonia y al terminar la primera guerra estaba en Alemania donde aprendió el oficio de sastre. La hiperinflación lo desesperó, entonces quiso emigrar a los Estados Unidos. Eso no era tan fácil, le hablaron de Argentina como una alternativa buena y, como no quería quedarse en Alemania, se vino en 1924. En el viaje, pobre, le robaron todos los papeles. Al llegar, lo primero que hizo fueron sus documentos nuevos, argentinos. No encontró trabajo estable, no le gustó la vida, ni se acostumbró al clima, así que después de dos años ahorró dinero y volvió. Llegó a Holanda en 1926 con un pasaporte argentino y con la idea de volver a Alemania. Pero resulta que conoció a mi mamá y se quedó en Holanda.

      Mamá pertenecía a una familia más tradicional y a sus padres no les gustó el candidato que, además de no ser religioso, era socialista, dos faltas gravísimas para ellos. Sólo lo aceptaron cuando les prometió que educaría a sus hijos en el judaísmo. Éramos una familia grande y vivíamos muy cerca, así que nos frecuentábamos mucho. Cuando nos mudamos a las afueras de Amsterdam, teníamos muchas visitas los domingos, también en verano. Mi infancia pasó siempre rodeada de primos, tíos y más parientes.

      Mis padres hablaban idish entre ellos, con la familia y con amigos. Yo no hablaba idish, hablaba holandés y en el colegio aprendía alemán. Mis padres también sabían alemán.

      En el 39 se hablaba mucho en casa de la situación. Recuerdo la preocupación de mis padres y que mi mamá mandaba paquetes a la familia de mi papá, a Lodz, creo que en el gueto de donde llegaban las tarjetas con muchas “entrelíneas” para que pudieran pasar la censura. Aparte de los dos hermanos que papá había traído a Holanda, los otros ocho vivían allá.

      Dina Ovsejevich (1932, BIALYSTOK, POLONIA)

      Tenía siete años cuando estalló la guerra. No tengo muchos recuerdos de mi vida hasta ese momento. Sí los tengo a partir de entonces.

      Recuerdo muy bien mi casa. Estaba en la planta baja de un edificio sobre Sienkiewicza, calle céntrica de Bialystok. Había otra vivienda en esa planta baja y una escalera por la que se accedía a un primer piso. Nuestra casa constaba de un comedor, un dormitorio grande, en el cual dormíamos los cuatro, papá, mamá, mi hermana Ita y yo, un baño azulejado e instalado completo y una cocina. La cocina tenía una puerta lateral que daba a un patio angosto empedrado, que terminaba en un gran patio al fondo al cual daba el dormitorio. Por esa puerta mamá entregaba todos los sábados comida preparada a gente necesitada que venía a buscarla. En la otra vivienda de la planta baja vivía la hermana de mamá, Sonia, con su marido y sus dos hijas. Era muy grande, con muchas habitaciones, y allí mamá y su hermana tenían un taller de confección de fajas y corpiños a medida, muy reconocido en la ciudad.

      Llevábamos una vida normal, sin carencias. Mamá no había terminado la escuela primaria y era religiosa. Papá había cursado el Gymnazium, la escuela secundaria, y era laico. Ambos hablaban y escribían en idish, polaco, ruso y alemán. Papá era técnico textil y tenía una fábrica donde él mismo dibujaba las tramas, texturas y diseñaba los colores de las telas que fabricaba. A pesar de la disparidad religiosa e intelectual se respetaban mutuamente.

      Todos los veranos salíamos de vacaciones por toda la temporada. Papá venía únicamente los fines de semana. Íbamos a un wald, bosque, de los muchos que había relativamente cerca de la ciudad. Alquilábamos una casilla de madera, como las prefabricadas actuales, que tenía un porche. Había un río cerca. Disfrutábamos plenamente el verano. Hubo, no obstante, una noche de terror inolvidable: un borracho pasó la noche gritando y golpeando la puerta y las ventanas. Mamá las atrancó con los muebles y pasamos la noche temblando, abrazadas las tres. Se retiró al amanecer, con la claridad del día. Recién entonces las casillas vecinas se abrieron. Nadie se había animado a enfrentarlo.

      También estábamos en el wald cuando Alemania invadió Polonia. Papá estaba en la ciudad. Sin pérdida de tiempo mamá salió a la ruta y convenció, con una buena paga, a un campesino que tenía un carro tirado por un caballo, para que nos llevara con nuestras pertenencias de regreso a Bialystok. Por la ruta transitaban, en ambas direcciones, multitudes que iban a pie o con carretas y carros.

      Enrique Pechner (1932, PARÍS, FRANCIA)

      Nací