Rosa María De Pablo

Vientos de libertad


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con un conocido, negocies con un cliente, abras un libro o una aplicación de tu celular, cedas el paso a un anciano, visites algún familiar, des algún consejo, hagas un favor (o lo niegues) piensa en la actitud que estas tomando… ¿Actúas desde el amor o te estás alejando de él? ¿Qué vientos te guían? ¿Te guían VIENTOS DE LIBERTAD?

      1| Papa Francisco, Alocución a los sacerdotes y la vida consagrada de Chile, 16.1.2018

      2| Jn 3, 8

      3| Ruaj, palabra hebrea que significa el hálito de Dios

      4| Hch 17, 28

      5| Hch 2, 3

      6| Fil 4, 11-14

      7| J. Kentenich, Cartas del Carmelo

      Carpe diem es una expresión latina que se atribuye al poeta latino Horacio (65 a.C. – 8 a.C.) En su primer libro de las Odas, podemos leer la frase completa: “Carpe diem, quam minimim crédula postero”, cuya traducción es: “Aprovecha el día de hoy; no confíes en el mañana”. En resumidas cuentas: “Atrapa el momento”.

      Carpe diem es una invitación a vivir el hoy sin preocuparse del mañana, es decir, disfrutar el momento sin pensar qué depara el futuro, ya que el futuro es incierto, y lo único que es verdaderamente real es el presente. Esta frase saltó a la fama el 22 de noviembre de 1989 con el largometraje “El club de los poetas muertos” que fue premiado en 1990 con un Premio Oscar y acabaría marcando a toda una generación.

      La acción transcurre en el año 1959 en una escuela de Vermont cuyo método de enseñanza consiste en la obediencia, el rigor y la sumisión.Un profesor de literatura irrumpe en la vida de los chicos para cambiar sus esquemas, hacerles pensar por sí mismos, y a través de la poesía, romper los rígidos valores que impulsa la academia donde estudian.

      A esta película le siguen otras más como “Billy Elliot” (2000), “Los chicos del coro” (2004), Aceptados (2006), Cracks (2009), “El profesor” (2011) y muchas más; todas abordan la misma problemática, el choque entre un sistema tradicional de normas y disciplina que constriñe a la persona con un espíritu de libertad que lucha por ser fiel a sí mismo; en este conflicto se llega a un altercado que suele tener similares consecuencias.

      En un emotivo e idealista relato, la película habla de la necesidad de ser libres, de encontrar nuestro propio camino y aprovechar el momento: “Somos alimento para los gusanos. Lo creáis o no un día todos vamos a dejar de respirar, enfriarnos y morir”, explica el profesor a sus atónitos alumnos. Por eso insta a sus alumnos a vivir, no de forma alocada, excesiva e inconsciente, sino más bien al contrario: que tomen las riendas de sus vidas, que se atrevan a pensar por sí mismos pasando por alto la tradición, el honor, la disciplina y la excelencia que son los cuatro pilares sobre los que se edifica su escuela. “Hagan que sus vidas sean extraordinarias” afirma el profesor apremiante, y con su extraordinaria interpretación marca la vida de millones de espectadores.

      Los alumnos descubren que su profesor ha formado parte del “Club de los poetas muertos”, un grupo que reuniéndose en una cueva que llamaban “India”, escriben poesía, piensan libremente y expresan sus emociones a través de «una verborrea que fluía como la savia de un árbol herido». Los chicos deciden crear un nuevo Club de los poetas muertos y, encabezados por Neil, una noche se escapan a la cueva y comienzan un ritual: por este conjuro la cueva está libre de los prejuicios de la sociedad y no hay nadie que pueda oprimirlos. Declaran la guerra a los cuatro pilares del colegio y los reemplazan por: travesura, horror, decadencia y pereza.

      “Fui al bosque porque quería vivir deliberadamente.

      Quería vivir profundamente,

      succionar la esencia de la vida.

      En la cueva “India” estas palabras resuenan y encienden a más de uno de los espectadores. No nos dejó indiferentes esta lucha porque estos dos instintos, tan opuestos, marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta discordia entre sí. En cada ser humano existe el anhelo por la belleza, la perfección de las formas, lo noble y elevado, el equilibrio y la cordura, por la luz de la verdad, del “deber ser”, pero cuando este “deber ser armonioso” se lleva al extremo, mata la espontaneidad y la originalidad, pierde su conexión con la verdad y en vez de elevar, destruye la vida.

      Y por otro lado está el “dejarse llevar” por la belleza de la imperfección y de la irregularidad, el éxtasis de los sentidos, la exaltación de la ensoñación y la extravagancia, el juego y el estímulo de los sentidos, porque lo vital no es razonable, sino imprevisible, imperfecto, surge y necesita un espacio creador que puede derivar en desenfreno. El problema es que esa fuerza vital puede ser tan avasalladora y devastadora, que por querer poseer todo y estar en todo, no ve el conjunto y es capaz de destruirlo todo.

      El profesor Keating logra contagiar a sus alumnos un estado de exaltación, que les hace sentirse poseedores de algo vibrante y hermoso: tener la capacidad de transformarse, de hablar por sí mismos, luchar por sus anhelos, ser, en definitiva, quienes son, y no lo que los adultos quieren que sean. Y esa disrupción en lo armónico y apacible provoca una lucha y un sufrimiento encarnado en la tensión que se establece entre Neil, que quiere ser actor, y su padre que quiere un futuro sólido para su hijo.

      El padre encarna la autoridad aplastante y el orden establecido que no escucha a su hijo, imponiéndole el camino que ha pensado para él porque considera que es el mejor. Todo lo contrario de Keating, que, personificando la autoridad paternal deseada, se esfuerza afanosamente por transmitir la importancia de la autonomía personal. Esto nos conducirá al clímax de la tragedia, la separación de la figura del padre en sus dos modalidades: uno dictatorial, el otro imposible de seguir por el sacrificio y la lucha que implica, y la frustración que conlleva acaba en el suicidio de Neil.

      Es interesante la escena. Más que un suicidio es una inmolación en la que rinde honor a todos los esfuerzos que ha realizado por cambiar su forma de ser. Utiliza un objeto que simboliza libertad: la corona de laurel que fue utilizada en la obra de teatro, que le había hecho sentirse libre y feliz con su triunfo. La película termina con la rebelión de sus compañeros, pero sin su padre espiritual, que debe irse. Lo que empezó como un juego se topa con la dura realidad, de esta manera entran en la “adultez”, tienen que seguir luchando solitarios, “huérfanos”, por sus ideales, desde sus carencias, fragilidades y posibilidades, quizás limitadas.

      En el profesor Keating anida la convicción de la “diosa razón” con la que todo “se puede”. Prototipo del modernista al que le mueve la búsqueda del bien común (“El todos antes que el Yo”) muy comprometido con la humanidad, es un enamorado de la vida, cree en ésta y en su avance.