Rosa María De Pablo

Vientos de libertad


Скачать книгу

jóvenes y los no tan jóvenes de hoy las frases del profesor Keating que en aquel momento marcaron época? “No dejes de soñar, sé inconformista, encuentra tu pasión, elige tu camino, cambia tu punto de vista, nada es imposible, sé un librepensador, extrae el meollo a la vida con moderación, libérate, cambia el mundo…” Creo que nos dejan el regusto amargo de algo que anhelamos pero que vemos complejo de realizar.

      …Y sus estudiantes rompieron el corsé de las normas que les aprisionara ¿y?

      Ahora, los posmodernos dicen: Hace falta ser tontos para empeñarse una y otra vez en subir la roca hasta lo alto de la montaña. ¡Dejémosla abajo y disfrutemos de la vida! “¡Sácate la mochila!”

      “¡Con qué frecuencia se busca hoy la causa del fracaso en la vida práctica de las niñas que se han educado en internados de religiosas! ¡Con qué frecuencia también los jóvenes que han sido educados en internados católicos entran más adelante a la logia masónica! ¿Y las muchachas? ¿Se han mantenido católicas en la vida familiar, en la vida pública, frente al marido y a los hijos? Por eso con qué frecuencia escuchamos la queja: ¡la educación de los internados católicos no ha fracasado sólo aquí o allá, sino que en todo el mundo!

      Si no hemos aprendido a conocer las fuerzas irracionales que habitan en nuestro interior, si no hemos descubierto cómo hacerlas nuestras aliadas en la consecución de las metas que queremos desde dentro, nunca podremos decidirnos por nosotros mismos, desde nuestro eje personal. Nunca podremos mantener una meta en el tiempo, pues esas fuerzas, parecen ser muchas veces caprichosas, como un niño pequeño, que hoy quiere una cosa, y mañana la contraria, sin ningún tipo de lógica. Si esta tarea no se ha realizado, cuando se acaban las normas que de alguna manera ponían freno a la parte instintiva de nuestro ser, entonces se desboca, y toma las riendas de nuestra vida, llevándonos a cualquier lugar insospechado, al que quizás nunca quisimos llegar. Los vientos de libertad se han convertido en vientos de libertinaje.

      Vive y deja vivir

      La post-modernidad es el tiempo del yo (“el yo” antes que “el todos”) y del intimismo. Tras la pérdida de confianza en los proyectos de transformación de la sociedad, sólo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal, en ser fiel a uno mismo. Hoy es posible vivir sin ideales, lo importante es tener éxito, conservarse joven y saludable, y lograr el dinero que le permita seguir los dictados de su interior, que pueden ir hoy en una dirección y mañana por la contraria, esto es ser auténtico. El culto de la verdad sin pudor, el exceso y la ruptura de los anti héroes, anti poetas, anti políticos, todo lo que rompa lo establecido, tiene espacio y aplausos.

      Todo son perspectivas, nada es absoluto, las grandes cosmovisiones son potencialmente totalitarias porque todo aquel que cree tener una gran idea, trata de ganar para ella a los demás y seguro que, cuando estos se resistan, recurrirá fácilmente a la fuerza. Teme todo lo que pueda determinarlo de algún modo, por eso no se aferra a nada, no quiere certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones pueden ser modificadas de un instante a otro. Le atrae lo religioso como encuentro con lo sobrenatural ( astrología, cábalas, videncia, cartas astrales, quiromancia, etc.). No tiene ningún prejuicio en aceptar explicaciones por más irracionales que sean. Pero el Dios posmoderno no puede ser demasiado exigente, es casi a medida de su personalidad: un banco de energía, un ángel, un manantial, da igual.

      Los post-modernos renuncian a discutir sus opiniones: “vive y deja vivir”. La suya es una postura confortable, alérgica a las exigencias radicales, todo es cambiable. Se habla de sociedad líquida. Un mundo en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado paso a la precariedad, lo provisional, un ansia ilimitada de novedades, con frecuencia, agotadora y estresante, porque, en definitiva, uno nunca sabe dónde está el final:

      Si cada uno tiene su propia forma de ver las cosas y sus caminos de realización, también tiene derecho a seguir su camino. Entonces ¿Cuál de todas las cosmovisiones puede aglutinar a las demás? ¿Quién puede arrogarse el derecho de decir a otros que vayan por el camino que él considera el mejor? Al no haber un consenso, no puede existir ni autoridad ni comunidad. Esto no es algo menor, si se acepta que el ser humano es social, que su fuerza de supervivencia radica en la comunidad y en la inteligencia. Pero una vez roto el “deber ser”, ese corsé normativo, todo se diluye, se disuelve… ¿tiene este camino un futuro para la humanidad?

      “La expresión alude al hecho de que los trastornos de la época no vuelven al mismo cauce, sino que conducen a una nueva situación hasta ahora desconocida. Por eso es comprensible la intranquilidad del hombre actual también ahí donde no hay guerra. Todos los pueblos sienten en forma instintiva que se avecina una nueva época, que hasta ahora no se ha experimentado. (…) dejamos las antiguas playas y todo en la época actual nos impulsa a las nuevas playas. Se buscan nuevas playas pero nadie sabe como son. (…)

      Esto lo dijo José Kentenich en el año 1951. Alude a un cambio que él ya percibió en 1912 cuando se hizo cargo de un grupo de alumnos del Seminario menor que los Padres Palotinos tenían en el lugar de Schoenstatt, y que, a medida que pasaba el tiempo, se hacía cada vez más real.

      En la película de los poetas muertos los alumnos aparecen tranquilos, como aceptando el orden existente, quizás interiormente están rebelados, pero no lo exteriorizan. En cambio, en el internado de la vida real de 1912, los estallidos que acompañan esta nueva época y que acaban en la primera Guerra Mundial, dejan claro que el cambio de convicciones en ciudadanos y agricultores no tiene marcha atrás. Una combinación entre los notables avances científicos como la electricidad, el tren, el automóvil y el avión y los medios de comunicación como el telégrafo y la radio, por nombrar los más importantes, dan la sensación de que ningún secreto de la naturaleza pueden encubrirse al hombre, pero esta sensación de “superhombre” contrasta con una brecha social cada vez más abrumadora. En 1912 el Partido Socialista Democrático llega al poder, mientras el voto femenino gana terreno en su lucha por la igualdad.