Manena Munar

Todos los caminos llevan a Filipinas


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de la extraordinaria mujer.

      Resulta lógico preguntarse qué sentiría a bordo esa mujer que aunque nacida cerca del mar siempre lo había visto desde la distancia. Su pequeña y no fácil existencia, no le habían doblegado el ánimo ni ese amor por los niños del que dio sobrada muestra en tamaña travesía.

      ¿Qué pensaría Isabel del mundo que iba a encontrarse en la otra orilla del Océano y en una travesía de la que muchos, la mayoría, raramente regresaban, porque morían en el intento o bien quedaban atrapados por las prebendas del nuevo mundo?

      ¿Qué pena le supondría el tener que separarse de esos niños, sentidos como Benito, el suyo propio, cuando al terminar cada expedición se quedaban en el orfanato del lugar al que llegaran o eran adoptados por los lugareños? ¿Qué sentiría ella hacia esos dos hombres que fueron compañeros, amigos, médicos?

      Su decisión fue la de hacerse hija del nuevo mundo. Regresando desde Filipinas a España al pasar por los territorios americanos (no existía el Canal de Suez) muchos de la expedición se quedaron en América, entre ellos Isabel Zendal que murió en Puebla de los Ángeles, México.

      Isabel ha sido prácticamente desconocida para la sociedad española a pesar de haber recibido reiteradas nominaciones y premios a su labor. En 1950 la OMS (Organización Mundial de la Salud) le reconoce como la primera enfermera de la historia en misión internacional. Numerosas instituciones tanto gallegas como americanas relacionadas con la enfermería llevan su nombre. Se ha escrito sobre ella, de la que también se han hecho películas.

      Pero realmente la existencia de Isabel fue rescatada del olvido por Antonio López Mariño en 1999 cuando haciendo un reportaje para la televisión gallega sobre los premios de natalidad en épocas franquistas, decidió incluir la otra cara de la moneda y dio con la partida de nacimiento de un tal Benito. La historia le picó la curiosidad al investigador y periodista que, tirando de la hebra, fue abriendo las muchas ventanas que le llevarían a una de las más excepcionales del mundo.

      El azar siguió haciendo de las suyas cuando el escritor Javier Moro estando en el Real Jardín Botánico de Madrid promocionando su último libro conversando con la Jefa de Prensa del Botánico, Blanca Landázuri, ésta le comentó lo poco que los escritores frecuentaban aquel lugar, cuando en su Biblioteca había archivos únicos sobre las expediciones científicas, como aquella que… y Blanca comenzó a hablar sobre la Real Expedición Balmis que llevó la vacuna a ultramar y que contaba con la presencia de una mujer extraordinaria, a la que la OMS consideró la primera enfermera internacional de la historia. Javier Moro cada vez más atrapado por tan peculiar relato siguió indagando, poniéndose en contacto con Antonio López Mariña que le aportó decisiva documentación sobre el tema, animándole a escribir y publicar su novela “A Flor de Piel” basada en tan fascinante episodio de la historia española. La escritora dominicana con residencia en USA, Julia Álvarez también aportó su granito a la sapiencia universal con su libro “Para Salvar el Mundo” sobre los mismos hechos, que fueron llevados a la pantalla por Miguel Bardem quien basó su película en otra novela, esta vez escrita por Almudena Arteaga “Ángeles Custodios”. El Hospital de Campaña improvisado en el recinto ferial en Madrid para acoger enfermos de la pandemia Covid-19 se ha nombrado en honor a Balmis, Operación Balmis, mientras que al nuevo hospital de emergencias en la zona de Valdebebas de Madrid se le llamará Isabel Zendal.

      CAPÍTULO I

      Vocación misionera

      María Dolores Pita Lisaraque - Maruxa Pita

      Los niños no necesitan limosna, sino educación

      “No estamos aquí para honrar a ninguna persona en particular, sino a la Fundación Makabata, con sus miembros, maestros, estudiantes, benefactores y amigos. Ellos son los auténticos premiados, y en su nombre acepto humildemente, con gran honor y privilegio, este galardón” Palabras de Maruxa al recibir el premio Beata Teresa de Calcuta.

      María Dolores Pita Lissarraque – Maruxa Pita, nació un 18 de marzo de 1930 en Madrid, según dice ella “por casualidad “, pues realmente se siente hija de su Betanzos familiar. Sin embargo no fue ni en Madrid ni en Betanzos donde se desarrolló la vida de esta gran filántropa sino en las Islas Filipinas. Aquella “galleguiña” criada en la villa de las rías altas gallegas que siglos ha fundó el caudillo celta Breogán, cambió el impoluto río Mandeo de aguas heladas por el inquietantemente mugriento y caldoso río Pasig, arteria de Manila. Los cocoteros, las jacarandas, las palmeras y el árbol del balete donde viven los duendes vinieron a sustituir los matorrales de toxo, los helechos gigantes y los bosques de pinos y eucaliptos, morada de las meigas. Maruxa pasó de celebrar cada verano las fiestas brigantinas protagonizadas desde el s. XIX por el globo aerostato de papel más grande del mundo que sobrevuela los cielos de Betanzos, a observar asombrada los festivales de Flores de Mayo cuando en cada barangay (barrio) los niños se visten con sus mejores galas para participar en las procesiones florales que tienen lugar diariamente en honor a la virgen durante el mes de mayo. A la jugosa y famosa tortilla de Betanzos que la familia de Angelita Rivera Baliño, en La Casilla, viene cocinando desde 1910, le sustituyeron el plato de pancit (que otorga larga vida), el adobo de cerdo y pollo, y por supuesto, el arroz. Aunque de cuando en cuando Maruxa se iba al legendario restaurante de La Rioja donde Jesús Armas, su dueño, oriundo de dicha región, logró durante décadas reunir a los españoles asentados en Manila, que se sentían como en su casa, y que podían charlar de todo un poco, bebiendo una cañita San Miguel para acompañar los camarones al ajillo, la paella a lo filipino, o el cochinillo asado, allí llamado lechón kawali. Si Maruxa aparecía por el bar con su carita pícara, era la alegría de los allí presentes, ávidos de su conversación y de noticias.

      Maruxa, con apenas 17 años y siguiendo los pasos de su hermana mayor Chita, se unió a la Institución Teresiana, fundada por el Padre Pedro Poveda. Terminó la carrera de Ciencias Exactas con excelentes calificaciones en la Universidad Complutense de Madrid y en 1959 llegó a Filipinas para ayudar a establecer el Colegio Institución Teresiana, conocida como Facultad San Pedro Poveda, en la ciudad de Quezón, Metrópolis de Manila, donde impartía clases de matemáticas. Y allí comenzó la labor que vendría a ocuparle el resto de sus días, dedicada a los demás, tanto que se la conoce como “la Madre Teresa de Filipinas”.

      Pequeñita, con una sonrisa guasona, Maruxa es una auténtica institución en el archipiélago. Ir con ella paseando por Manila conlleva tener a un montón de críos detrás para los que ella siempre tiene una donación, un regalo, y por supuesto un mimo o su inequívoca sonrisa cargada de ternura y también de ironía. “Cuando voy en el coche y los niños llaman por la ventanilla les doy galletas, pero en realidad lo que necesitan es ir al colegio” aseveraba con un gesto tristón e incluso de enfado. Esto era su obsesión. Día y noche le daba vueltas a como poner su granito de arena en ayudar a que los niños “condenados” a la calle tuvieran la oportunidad, el derecho, de recibir una educación que les permitiera llevar una vida digna. Y lo logró con su fundación Makataba.

      De sus inicios como directora de la Facultad San Pedro de Poveda, pasó a enseñar castellano en la Universidad de Santo Tomás, para más tarde desempeñar las funciones de Directora del Centro Cultural Español, donde organizó todas las áreas de enseñanza, incluida la elección de los profesores en castellano, hasta que el Instituto Cervantes se instaló en Manila, el primero de esta institución en Asia, y donde permaneció como Jefe Académico del Centro. En 1995 Maruxa realizó un exhaustivo estudio sobre el desarrollo de la lengua española en Filipinas que desde que se eliminó como idioma oficial en 1973 y como asignatura obligatoria en 1987, había perdido su auge, siendo sustituido por el inglés, con algunas palabras españolas, que dio como resultado la forma cotidiana del hablar en Manila, el spantaglish: “Today´ Huewes´(jueves) we will eat ´lumpiang´en un platito de ¨kulay´(color) asul. Hay que recalcar que el español nunca fue lengua que sustituyera a las vernáculas de Filipinas. Declarada oficial de 1565 hasta 1987 se mezcló con las oriundas sobre todo en Mindanao de donde brotó el encantador y musical “chabacano”.