Alejandra García Vargas

Sentidos de ciudad


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frutas pegajosas.

      La novela, entonces, describe heterogeneidades y desigualdades que se multiplican al ritmo de diversas relaciones que hacen al proceso de circulación televisivo (situado en tiempo y espacio). Este aspecto de la trama coincide con mi indagación general sobre los diversos y desiguales modos en los que las narrativas audiovisuales sobre ciudades refieren a la producción social del espacio, ya que la televisión “vuelve obvio el hecho de que los mismos textos culturales tienen importancias diferentes en contextos distintos” (Abu-Lughod, 2006, p. 72). Los mundos que esos textos intersecan sólo pueden comprenderse dando cuenta de los diversos espacios y tiempos por los que circulan. La naturaleza ideológica de las narrativas televisivas, que actúan hegemónicamente a favor de determinados proyectos,

      nos lleva a pensar en el modo en que los aspectos con que contamos para considerar una cultura como local no son en sí rasgos neutrales a ser interpretados, sino el resultado –a veces contradictorio– de otros proyectos de poder más locales dignos de ser analizados. (Abu-Lughod, 2006, p. 72)

      Abordar las ciudades a partir de la circulación de narrativas televisivas producidas localmente posibilita una localización estratégica que multiplica las relaciones posibles entre el espacio social de la TV y la producción social del espacio. Sostengo que esa posibilidad analítica no se restringe al seguimiento de la multisituacionalidad transnacional, sino que también permite indagar las relaciones entre sentidos de ciudad y geografías del poder en otras escalas que intersectan variadas experiencias en un lugar determinado.

      Denomino sentidos de ciudad a las interpretaciones heterogé­neas, históricas, conflictivas y contingentes sobre el espacio urbano, que construyen diversos actores, en desiguales condiciones, para comprender su experiencia urbana. Tales interpretaciones coproducen las específicas geografías del poder de las que, al mismo tiempo, forman parte (es decir, están dentro de un juego de interconexiones múltiples y se localizan en mapas de poder a los que, a su vez, alimentan) (Massey, 1995).

      He procurado construir una estrategia para indagar en tales relaciones a partir de narrativas sobre el espacio urbano asociadas a programas televisivos producidos en San Salvador de Jujuy. El punto de ingreso al análisis propuesto descansa en la hipótesis de que estas representaciones sobre las ciudades dependen de la experiencia espacial, social y audiovisual de los actores que las producen. Dado que el espacio es un producto social –o sea, un conjunto de relaciones históricas y conflictivas– el abordaje de las distancias entre productores/as, textos, circuitos y audiencias (entre sí y entre todos esos momentos) que revelan estos sentidos de ciudad (muchas veces, discrepantes) suma posibilidades al análisis de la pregunta crítica sobre cultura y poder que abre esta introducción.

      Las diversas figuras ofrecidas por narrativas audiovisuales sobre la ciudad como espacio social refractan y al mismo tiempo construyen conflictos profundos de la sociedad jujeña vinculados al proceso de producción social del espacio. Interrogada de manera contextualista, esa condensación de elementos permite interpretar, a partir de materiales concretos, tanto el trabajo ideológico de establecimiento de “topologías” sociales como el de los lugares que ocupan esas mismas narrativas en San Salvador de Jujuy.

      Es así que mediante el análisis de sentidos de ciudad propongo dar cuenta de articulaciones entre espacios, temporalidades y ejes de identificación de actores producidas por narrativas audiovisuales locales, como parte constitutiva de una serie de situaciones sociales de diverso tipo que se acumulan y condensan en una coyuntura.

      Siguiendo la trama de sus procesos productivos y las posibilidades de conversación que abren con sus públicos, los sentidos de ciudad que ofrecen estos programas al narrar la capital jujeña se multiplican y expanden al ritmo de la vida social de la televisión, mostrándonos parte de las configuraciones sociales y territoriales –y los conflictos sobre el poder a ellas asociados–, del modo en que se presentan cuando se las interroga a partir de la circulación de estas narrativas, concebida –a su vez– como parte de la experiencia urbana y audiovisual de sus productores, productoras y televidentes.

      Es así que los programas televisivos producidos localmente resultan un “espacio interpretativo” relevante y disponible de representaciones que circulan socialmente (Reguillo, 2008, p. 13), y por lo tanto permiten el abordaje de una coyuntura de multiculturalismo neoliberal (Hale, 2002) que relativiza la concepción universal de los procesos de globalización o de mundialización de la cultura, y al mismo tiempo recupera tanto la importancia de los lugares locales para comprender las dinámicas sociales (Massey, 1991) como su participación desigual(ada) en diversas geografías del poder (Massey, 1995). Esto es, la ubicación importa (Grossberg, 1996; Restrepo, 2012): ser audiovisualizado/a o poder audiovisualizar(se) se relaciona con localidades geoculturales estructuralmente asimétricas (globalmente, tales asimetrías se establecen entre el norte próspero y el sur del mundo; nacionalmente, entre en las capitales nacionales sede de los grupos concentrados y de los gobiernos federales; provincialmente, en entornos urbanos o rurales con diverso peso jurisdiccional y administrativo). Finalmente, esas posibilidades están asociadas a localizaciones institucionales (en productoras metropolitanas o periféricas que a su vez pueden ser públicas, privadas o privadas sin fines de lucro) y se vinculan con los lugares de enunciación (hablar con, hablar por, hablar desde, hablar de, hablar sobre).

      Metodológicamente, la relevancia asociada a la atención al espacio próximo refiere a la posibilidad de trabajar en las especificidades históricas o sociales en diálogo con procesos empíricos situados y significativos. En este sentido, uno de los desafíos de este libro es producir un conocimiento teóricamente fundado y socialmente relevante, que dialogue con y enriquezca a la memoria teórica y metodológica del campo de la comunicación/cultura desde una ubicación precisa. Esto es, que al construir un objeto fuertemente localizado eluda dos riesgos asociados al “caso”: el peligro de proveer de abundante información sobre el entorno próximo sin aportar a la inteligibilidad de los procesos socioculturales y comunicacionales y/o a su crítica sistemática, y la tentación de reducir la tarea empírica a la ilustración de categorías o teorizaciones previas.

      San Salvador de Jujuy es la ciudad capital de una provincia argentina de frontera ubicada en la región surandina, a mil seiscientos kilómetros de la capital nacional (Buenos Aires). Su condición liminar permite pensar el poder y la cultura desde una posición “excéntrica” a la tradición dominante de los estudios sobre ciudades latinoamericanas, y potenciar la capacidad crítica del teorizar de los Estudios Culturales (Hall y Mellino, 2011, p. 30). La articulación de varias escalas en el espacio urbano de la capital jujeña –entre las que podemos mencionar la relación de exclusión del proyecto nacional que Manzanal (1999) describe como desarticulación profunda; las características de ser la capital de una provincia de frontera que recibe un flujo permanente (aunque fluctuante) de migrantes bolivianos (Sala, 2005); la dinámica excluyente con el conjunto provincial que Karasik (2005) describe como un proceso histórico de drenaje de la población de las tierras altas hacia las áreas de desarrollo capitalista más dinámicos; la profunda desigualdad social que se verifica en el territorio urbano (García Vargas, 2009); y la fuerte exposición a las dinámicas culturales globales vinculadas al turismo a partir de la declaración de la Quebrada de Humahuaca como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 2003 (Troncoso, 2009)– la vuelve un sitio especialmente fértil para el análisis cultural, ya que esta serie de superposiciones de experiencias espacio-temporales en situación de frontera nacional multiplica la intensidad e historicidad de su desigualdad social y su heterogeneidad humana y, por lo tanto, de las disputas hegemónicas para representarla en clave de interculturalidad (Briones, 2008; Caggiano, 2005), diversidad o discrepancias (Carman, 2006; Massey, 2005a; Segura, 2015).

      El período durante el cual se produjeron o difundieron los programas televisivos (2011-2013), se realizó el trabajo de campo (2011-2016) y la tarea analítica (2011-2016) asocia la riqueza de tal liminaridad excéntrica y desigualada de esta ciudad a dos condiciones contextuales relevantes, vinculadas a la decisión de trabajar con estas narrativas en un momento en el que la televisión se apaga mientras se encienden otras pantallas.

      En primer lugar, aún en una ecología de medios caracterizada por la transmedialidad y la convergencia, la I Encuesta Nacional de Tecnologías de la Información y la Comunicación (ENTIC) realizada