¿permitirá acabar con la desigualdad de género o, por el contrario, nos dejará sin una herramienta teórica potente que permite la visualización de las dinámicas de poder cisheteropatriarcales? Qué miramos, ¿el dedo o la luna?
Pero no solo es que se proponga abandonar el género como herramienta teórica. En una vuelta de tuerca paradójica que se alinea de forma perversa con los discursos ultra sobre «ideología de género», ¡se proclama la vuelta al sexo reclamando la verdad de lo biológico! Aquí recomendaría leer a Anne Fausto-Sterling (2006), Emily Martin (1991) y Haraway prácticamente en cualquiera de sus textos. La biología es una narrativa cuentacuentos, nos dice Haraway, que es parte del contexto socio-histórico y responde a las expectativas generizadas de ese marco de tal modo que «ve» aquello que espera ver (2015). Cuando Butler (2007) afirma que «el sexo fue siempre género desde el principio» en El género en disputa, no está haciendo un alarde donde apunta a que todo es mero discurso. A lo que apunta es a que no podemos discernir las lecturas de los cuerpos sexuados y las interpretaciones biológico-médicas de los mismos de los marcos sociales y de sentido en los que se producen tales interpretaciones. «El sexo fue siempre género desde el principio» da cuenta de que la biología es un discurso atravesado por expectativas generizadas y por normas de género: no un discurso aséptico. Y es triste tener que apelar a esto en este contexto, pero toda la tradición de las epistemologías feministas lleva años denunciando cómo la ciencia está permeada de prenociones que reproducen el androcentrismo y el sexismo en sus interpretaciones. ¿Por qué vamos a confiar en la ciencia androcéntrica y patriarcal y en su producción de ignorancias (Tuana, 2006) más que en las herramientas con las que venimos trabajando desde hace años en el feminismo? ¿A qué responde este cúmulo de cuestiones absurdas revestidas en ocasiones de cierto empaque intelectual? ¿Qué amenazas, ficticias o reales, las ocasionan? ¿Tienen realmente que ver con el feminismo o tienen quizá que ver con un intento por tratar de domesticar y «meter en vereda» un feminismo demasiado rico, demasiado diverso, demasiado incontrolable para que determinadas posiciones feministas mantengan su posición de privilegio? Sinceramente lo ignoro, pero invito a que nos repensemos colectivamente, desde la transformación profunda que supone el feminismo, recordándonos que las feministas queremos transformarlo todo. Transformarnos todxs. Y no podemos ni queremos dejar a nadie en el camino. Audre Lorde, en una cita que recuerdo como un mantra, nos invitaba a habitar la casa de la diferencia, pero continuaba con no menos fuerza incitándonos al aprendizaje y a la apreciación colectiva de nuestras vulnerabilidades más allá de nuestros espacios de seguridad. No sé si nos llevará años, pero estoy segura de que es el camino por recorrer. Juntas/es:
«Ha hecho falta cierto tiempo para darnos cuenta de que nuestro lugar era precisamente la casa de la diferencia, más que la seguridad de una diferencia en particular. –Y a menudo, fuimos cobardes en nuestros aprendizajes–. Hicieron falta años para que aprendiéramos a usar la fuerza que la supervivencia cotidiana proporciona, años antes de que aprendiéramos que el miedo no tiene por qué incapacitar, y para que pudiéramos apreciarnos unas a otras en términos que no eran necesariamente los nuestros». (1984: 226.)
Traducción propia
BIBLIOGRAFÍA de ¿Quién teme al transfeminismo?:
Baena, Akai (2017): Hombres trans y feminismos. Trabajo Fin de Máster. Máster en Estudios Feministas. Universidad Complutense de Madrid.
Butler, Judith (2007): El género en disputa. Feminismo y subversión de la identidad. Barcelona: Paidós.
Colectivo Ayllú (2018): Devuélvannos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales. Madrid: Matadero.
De Lauretis, Teresa (1987): Technologies of Gender: Bloominton, Indiana UP.
Fausto-Sterling, Anne (2006): Cuerpos sexuados. Barcelona: Melusina.
Lorde, Audre (1982): Zami. A New Spelling of my Name. Freedom, The Crossing Press. [Disponible traducción en castellano en Horas y horas].
Haraway, Donna (2015): El patriarcado del osito Teddy. Taxidermia en el jardín del Edén. Vitoria-Gasteiz: Sans Soleil.
Haraway, Donna (1995): Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.
Martin, Emily (1991): «The Egg and the Sperm: How Science Has Constructed a Romance Based on Stereotypical Male-Female Roles». Signs: Journal of Women in Culture and Society, 16 (31), 485-501.
Ortega, Esther (Mayoko) (2019): «Las negras siempre fuimos queer». En Vila, F. y Sáez, J. (Eds.). El libro de Buen Vmor. Sexualidades raras y políticas extrañas. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, 222-229.
Ortega, Esther (Mayoko) y Platero, Lucas (2016): «Movimientos feministas y trans* en la encrucijada: aprendizajes mutuos y conflictos productivos». Quaderns de Psicologia. 17 (3), 17-30.
Pearce, Ruth; Erikainen, Sonja; y Vincent, Ben (2020): «TERF Wars. An Introduction». The Sociological Review Monographs. 68 (4), 677-698.
Platero, Lucas y Ortega, Esther (Mayoko) (2015): «Building coalitions: The interconnections between feminism and trans* activism in Spain». Journal of Lesbian Studies. 20 (1), 46-64.
Rojas, Leticia y Godoy, Francisco (eds.) (2017): No existe sexo sin racialización. Madrid: El porvenir de la revuelta.
Segato, Rita Laura (2016): La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños.
Tuana, Nancy (2006): «The speculum of ignorance: The women’s health movement and epistemologies of ignorance». Hypatia. 21(3), 1-19.
LUCAS PLATERO
Desde su juventud ha participado en diferentes movimientos sociales, en defensa de los derechos de la infancia, el movimiento feminista y por los derechos sexuales, reproductivos y LGTBQA+, lo cual le ha llevado a querer estudiar y saber más. En el Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid y la Asamblea de Mujeres de la UCM ha adquirido su formación política básica; en RQTR ha vivido y ha crecido dentro del activismo crítico y queer; y en el movimiento trans, ha encontrado un refugio donde pensar críticamente el cuerpo. Sin todos estos aprendizajes, no sería la persona que es hoy.
Conocer nuestras genealogías
En este breve texto quiero plantear la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que hasta 2018 la participación de las mujeres trans en los movimientos feministas tuviera lugar con relativamente pocas resistencias? Utilizo la fecha 2018 para situar un momento particular de la historia de los feminismos contemporáneos en el Estado español, y lo elijo a raíz de las reacciones a la celebración de la Escuela de Otoño de Podemos. Y en particular, me refiero a las respuestas identitarias a la ponencia de Sam Fernández, en la que Fernández llamaba a ampliar el sujeto político del feminismo. Usando sus propias palabras, Fernández afirmaba que «hay que arriesgar el sujeto político del feminismo»:
«¿De qué manera estamos entendiendo el sujeto “mujeres” para acabar pensando que una mujer que se dice a sí misma mujer, en realidad, es un hombre que ha venido a usurparte a ti el discurso? (...) También qué necesidad tenemos de tener categorías muy bien establecidas. De saber muy bien y controlar muy bien quiénes somos las mujeres para poder hacer una política desde un lugar que igual ya empieza a ser un poco simplista, honestamente. Esto de tener los enemigos tan claros y las posiciones tan categóricas y tan bien delimitadas… (...) tenemos que arriesgar el sujeto del feminismo. Y arriesgarlo con un para qué, que es el anclaje. Es lo que va a hacer que no nos perdamos. Tenemos que tener clara nuestra apuesta política del feminismo para la transformación social. No seguirnos anclando al cuerpo de las mujeres como entidad biológica».
(Fernández, 2018)
La propuesta de Sam Fernández surge en este momento en particular, si bien está inscrita en el centro de las inquietudes feministas que tienen