está en consonancia con los debates que se abordaron en las Jornadas Feministas Estatales de Granada de 2009, con la aparición del giro transfeminista, que recibe un apoyo masivo de dichas jornadas feministas. Como es sabido, el Partido Feminista de Lidia Falcón se hizo la cara visible de tales ataques en 2018, seguido de la celebración de la XVI Escuela Feminista de Rosario Acuña, en julio de 2019, a lo que se sumó el manifiesto del PSOE publicado en Twitter en contra de la aprobación de una ley trans estatal en 2020. Este repunte creciente de discursos TERF (Osborne, 2017), que es más visible desde 2018, es similar al que hubo en los años ochenta en USA. Dicha respuesta TERF está especialmente localizada en las redes sociales y está encarnada por algunas mujeres en particular (Partido Feminista, Iniciativa Feminista, PSOE, algunas académicas de la segunda ola, etc.), mujeres que desde su posición privilegiada en ciertos puestos políticos, sociales y académicos tratan de generalizar su visión reaccionaria, como si fuera la voz mayoritaria de los movimientos feministas (González Ramos, 2019).
La pregunta que aquí planteo surge de la necesidad de conocer nuestras genealogías feministas (Solá 2013; Araneta y Fernández, 2013), ya que estas guerras del sexo que estamos viviendo en la actualidad tienen por objeto precisamente tratar de fijar y sujetar qué es el feminismo, el sujeto político del feminismo y quién tiene derecho a escribir dicha historia. Unas guerras del sexo que de alguna manera se parecen a lo vivido a raíz de las Jornadas Feministas de Santiago sobre violencia machista, celebradas en 1988, donde se produjo una ruptura entre feministas importante a raíz de las posturas encontradas sobre la pornografía y la prostitución.
Mi propuesta es visibilizar este pasado de participación de las mujeres trans en los feminismos, trazando un recorrido histórico que muestra cómo las mujeres trans han sido bien acogidas, en general, aunque no aproblemáticamente por los movimientos feministas que se agrupan en las jornadas estatales y la coordinadora feminista. Para ello, me baso en un trabajo de investigación con entrevistas a las personas protagonistas de estos debates en el seno de las jornadas feministas estatales, un trabajo realizado junto a Esther Ortega Arjonilla (2015 y 2016) y publicado en revistas de investigación con revisión por pares, así como en reflexiones posteriores. Además, es importante señalar que esta genealogía tiene una historia propia, distinta a otros contextos políticos y geográficos. Dicha genealogía tiene una trascendencia vital para los debates actuales. Y lo afirmo con la radical convicción de que se quiere borrar dicha historia de participación y de encuentro feminista con las mujeres trans, planteando que es un tema «nuevo» e «imposible».
DEBATES TRANS EN EL SENO DE LAS JORNADAS FEMINISTAS ESTATALES
En 1993 tuvieron lugar las Jornadas Feministas Estatales «Juntas y a por todas», celebradas en Madrid con más de tres mil participantes, en las que se aborda por primera vez en este tipo de foro las vivencias y demandas de las mujeres trans. Desde entonces, las jornadas de 2000 en Córdoba y de 2009 en Granada, han sido un tema recurrente. Volviendo a 1993, en «Juntas y a por todas», se abordó la identidad transexual así como la realidad de las trabajadoras del sexo transexuales. ¿Cómo llegan a tener lugar estos debates? Fueron facilitados por la organización misma de las jornadas, la coordinadora feminista, así como también por el activismo de algunos colectivos de feministas lesbianas, como el Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid (Ortega y Platero, 2015). Este último, el CFLM, promovió un activismo específico ligado al derecho al placer y la visibilidad lésbica, cuyas participantes habían establecido vínculos personales y políticos con miembros del colectivo Transexualia, y que habían manifestado una posición favorable a la pornografía y al trabajo sexual (Platero y Ortega, 2016).
Como señala la activista Kim Pérez en una entrevista personal, su ponencia «¿Mujeres o trans? La inserción de las transexuales en el movimiento feminista» tuvo una buena acogida en el seno de los movimientos feministas:
«Nunca tuve una reacción negativa desde el feminismo. Si hubo alguna, debió ser cosa de silencio... Pero en aquellos años (1993), después incluso, me sentí arropadísima por la gente. Más que arropada, es que había surgido una especie de vínculo de simpatía mutua. Tengo que usar la palabra catártica, porque se puede decir que yo nunca he tenido una experiencia tan fuerte de ser aceptada por un colectivo, como aquella (las jornadas feministas de 1993). Y realmente, no podíamos medir la importancia que tenía (...) hasta ese momento no estábamos cerca del movimiento feminista».
(Kim Pérez, entrevista personal)
Cristina Garaizabal recuerda bien ese encuentro feminista de 1993. Afirma que la ponencia que presentó en 1993 Kim Pérez causó una huella importante en las participantes de las Jornadas Feministas y plantea que las discusiones feministas sobre las vivencias trans tienen un recorrido que no es ya novedoso, sino que está enraizado en una empatía con las vivencias personales de las mujeres trans, así como en plantearse preguntas comunes sobre qué es ser mujer, la psicopatologización de las mujeres y la raíz común de la discriminación que viven.
A partir del 93 empieza ya la discusión en todo el movimiento (sobre lo trans). Kim explicó toda su parte, creo que fue lo que más impactó.
Cuando pensamos que la historia feminista es una y es singular, a modo de recorrido prefijado por lo sucedido en otros países, perdemos la oportunidad de conocer que hay personas concretas, movilizaciones específicas, que tienen que ver con los lugares que habitamos. La coordinadora feminista ha jugado un papel importante en la visibilidad de estos debates, como señala Justa Montero, por su postura a favor y abierta sobre de la sexualidad de las mujeres:
«Todas las Jornadas Estatales son jornadas que se organizan, digamos, con un planteamiento de qué es lo que se quiere que esté presente en el debate, o sea que son jornadas muy abiertas, pero sí que hay un enfoque determinado y una apuesta determinada por situar algunos debates y, siempre, con una voluntad de situar debates novedosos o debates vinculados a la práctica política (...). Es el sector del movimiento feminista el que ha hecho un recorrido más en profundidad sobre el tema de la sexualidad, con debates sobre la sexualidad y todas las reivindicaciones en relación al lesbianismo, identidades sexuales, las jerarquías sexuales (...)».
(Justa Montero, entrevista personal)
Esta acogida feminista, como señala Juana Ramos, tiene que ver con contexto político particular, que es bien distinto de otros, y surge gracias a las alianzas y amistades feministas y trans que suceden lo largo de los años, como ya he mencionado:
«En el Estado español, a diferencia de otros sitios, ha habido una alianza importante porque se han dado unas circunstancias concretas, que incluyen el liderazgo y receptividad, tanto por parte de determinadas personas pertenecientes al movimiento feminista como por parte de activistas trans».
(Juana Ramos, entrevista personal)
Las siguientes jornadas feministas estatales no tuvieron lugar hasta el año 2000 y se celebraron en Córdoba. Coincidieron con la entrada en el sistema andaluz de salud de la atención a las personas transexuales, con un servicio específico en el Hospital Carlos Haya de Málaga (Ortega y Platero, 2015). Tituladas «Feminismo es... y será», estas jornadas incluyeron dos ponencias sobre transexualidad lideradas por Laura Bugalho del Colectivo Trans Galicia y Kim Pérez. ¿Cómo se puede entender que se discutiera sobre transexualidad en dos ponencias feministas estatales? No solo es importante que se iniciaran estos debates, sino que algunas corrientes concretas del feminismo han tenido un papel clave para que tales debates se produzcan. Han tenido un impacto tanto en el seno del movimiento feminista como en su relación con las activistas trans. En este sentido, Laura Bugalho señalaba la voluntad de diálogo, al tiempo que apuntaba a las dificultades para articular una alianza que rompiera con una lógica binaria, «nosotras/ellas», «feministas/transexuales»:
«La ponencia de Kim era interesante, en el debate surgió ya, cuando una compañera feminista formula una pregunta, que es ¿qué le pedimos las mujeres trans a las feministas? Le dije que había un problema, una confusión en la pregunta, las trans no le pedimos al feminismo, las trans somos feministas. Por la experiencia que hemos tenido que hacer, por nuestra deconstrucción y por todas inclemencias que hemos sufrido, compartiéndolas con muchas más compañeras, feministas