David Peace

GB84


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a más del cincuenta por ciento. Menuda puta mierda. Le decimos a Pete que le diga a Barnsley que no queremos que acepten… Cabrones. Pero han hecho el trato. A todo el mundo le toca los cojones. Día 47. Domingo de Pascua. Vuelvo a llamar a la puerta del dormitorio. Tenemos que hablar, cariño, digo… Lárgate. Vamos, Cath. No podemos seguir así… Lárgate. Por favor, cariño… ¡Lárgate!, grita ella. No puedes encerrarte ahí todo el día. Vamos… ¡Lárgate, […]

      La séptima semana

      lunes 16-domingo 22 de abril

      Terry no podía seguirle el ritmo. Estaba agotado. Diane era demasiado para él. Era insaciable. Cayó de espaldas. Le faltaba el aliento. Lo estaba pasando mal. Ella se tumbó encima de él. Lo montó. Lo cabalgó. Él jadeaba. Él gemía. Ella sonreía. Ella reía. Él chillaba. Ella gritaba. Él se corrió. Ella se tumbó a su lado. Él tenía los ojos cerrados. Ella le cogió la polla en la mano. Él abrió los ojos. Ella le acarició la polla. Él volvió a cerrar los ojos.

      —¿Tiene alguna palabra en clave para referirse a él, señor director?

      Neil Fontaine toca la frecuencia de la radio:

      Neil Fontaine cambia otra vez de emisora. Pisa a fondo el acelerador en la autopista.

      El Judío mira por las ventanillas del Mercedes. Se anima a medida que se acercan a Sheffield. Habla del cuerpo político. Habla del alma política…

      Ella le ha dado nuevas órdenes…

      Nuevas órdenes del Nuevo Orden…

      Nuevas órdenes que seguir. Nuevas órdenes que dar.

      Neil Fontaine ha recibido sus órdenes…

      Viejas órdenes.

      Terry sabía que el presidente le culpaba. La situación era extremadamente peligrosa y nadie se atrevía a predecir lo que pasaría. Las familias no volverían a morirse de hambre. Se podía usar a las tropas para transportar las reservas de carbón…

      El mayor bien para la mayoría.

      La situación era extremadamente peligrosa, y el presidente culpaba a Terry. Lo culpaba de todo. Terry había dicho al presidente que él se ocuparía de todo…

      Se ocuparía de todo. Terry había dicho al presidente que ganarían…

      Habían perdido.

      Terry apoyó la frente contra la ventana de su despacho. Terry cerró los ojos. Terry sabía que el presidente le culpaba. Le culpaba. Le culpaba…

      Para Terry era como volver a la cárcel.

      El teléfono de la mesa volvió a sonar. No paraba ni un puto segundo…

      Le llamaban de Gales del Sur por lo menos dos veces al día para consultarle por la orden judicial. Clic, clic. No eran los únicos. Consultas legales. Consultas financieras. Incesantes consultas de mierda…

      Le tocaba los cojones…

      Terry había hecho lo que tenía que hacer. Terry había hecho su trabajo…

      ¿Por qué no podían hacerlo ellos?

      Terry pensaba que sería Clive otra vez. Clive Cook lo llamaba a todas horas. Clive confundía los códigos. Clive se olvidaba de los códigos. Clive no hacía caso de los códigos. Clive gritaba:

      —No sé cuánto más podré soportarlo.

      Terry Winters pensaba que había cometido un gran error eligiendo a Clive Cook.

      Terry cogió el teléfono. Clic, clic.

      —Al habla el director —dijo.

      —¿Terry? Gracias a Dios. Soy Jimmy. Estoy intentando hablar con el presidente. Nadie quiere decirme dónde está. ¿Qué pasa?

      —No estoy autorizado a dar información por teléfono. Una nueva directriz.

      —No me jodas, Tel. Es urgente. ¿Lo has visto?

      —Me gustaría decírtelo, pero entonces…

      —Mira, solo escucha. Estoy en Londres. Acabamos de salir de una reunión de la jpa. La compañía del carbón nos ha dicho que están dispuestos a sentarse con todos vosotros. A hablar. Cara a cara. Sin jueguecitos. Estoy intentando concertar algo para el próximo martes…

      —Escúchame, Terry. Ningún despido forzoso y la renuncia a su programa inicial. Es una retirada lo mires como lo mires, joder. Es una victoria para nosotros.

      —¿Nosotros?

      —Para todo el movimiento. Para el num y la nacods. Para el presidente.

      —¿Qué quieren?

      —Tengo una carta de ellos que pone lo que acabo de decirte, pero quieren una respuesta. Y la quieren lo antes posible. Entonces pasaremos a fijar el momento y el lugar. Pero tengo que hablar con el presidente.

      Terry tamborileó con los dedos en la mesa.

      —Mándame la carta por mensajero. Me aseguraré de que el presidente la vea…

      —Te estará agradecido, Terry.

      —Me aseguraré de que tenéis nuestra respuesta al terminar el día —prometió Terry—. Personalmente.

      —Eres un héroe, camarada —dijo el hombre de la nacods—. Un auténtico héroe, Terry.

      Terry colgó. Terry se levantó. Terry sonrió para sus adentros…

      Terry sabía que el presidente le culpaba. Le culpaba de todo…

      Pero no por mucho tiempo.

      El Viernes Santo será el cumpleaños del Führer. Noventa y cinco años…

      Feliz cumpleaños, tío Alf.

      Diez días de banquetes y celebraciones hasta el colofón con las hogueras de la Walpurgisnacht…

      Los ensayos ya habrán empezado.

      El Mecánico conduce a través de Evesham hasta Cirencester, continúa por Stroud hasta Cheltenham. Ese es el centro. El centro secreto. El centro oscuro.

      Los Cotswolds. La zona de los estuarios de Norfolk. La costa occidental de Escocia…

      Esos son los lugares. Los lugares secretos. Los lugares oscuros.

      El Mecánico busca las señales. Las señales secretas. Las señales oscuras…

      Las encuentra. Recuerda.

      Ese es el lugar. El lugar secreto. El lugar oscuro.

      La finca. La Casa Grande…

      Wewelsburg.

      Aparca muy lejos. Deja salir a los perros. Se dirige al maletero del coche. Saca la mochila.