“¿Para cuándo el libro de “decisiones”?”, me costó tres meses empezar.
Tomé cientos de miles de decisiones en mi vida: cada día está plagado de decisiones pequeñas, cotidianas, habituales, que parecen involuntarias, pero que llevan necesariamente implícita la capacidad de discernir. Uno cree no estar preparado para tomar medidas importantes en la vida; es que las que a uno le parecen trascendentes, son aquellas que no se acostumbra tomar, pero que luego se repiten a lo largo de la existencia.
Vos y yo, ensayemos una pequeña listita. Vamos a hacer algo: yo te dejaré un espacio a la derecha para que puedas escribir otras cosas sobre las que tuviste o tenés que decidir: animate, hacé tu lista.
• Ir al colegio
• El secundario
• La facultad
• Tener novio/a
• La primera relación sexual
• El primer trabajo
• Ser autónomo
• o en relación de dependencia
• Casarse
• Tener hijos
• Separarse
• Una operación
• El dentista
• Cambiar el auto.
• La tarjeta de crédito
• Renunciar a un trabajo.
• Comer algo.
• Comprarse ropa.
• Cortarse el pelo.
• Lavarse los dientes
• Salir más tarde
• Llegar temprano
• Comer la sopa
• no comer la sopa
• Ir de vacaciones
• no ir
• Elegir una carrera…
• dejarla
• empezar otra
• Tener amante
• Ser fiel
• o ser infiel
• Hacerse una cirugía
• no hacerse una cirugía
• Tomar ese colectivo
• o el otro
• o el tren…
• ir caminando…….
• Comer en casa
• comer afuera
• o no comer.
• Hacer régimen
• comerte todo
• El primer cigarrillo
• dejar de fumar
• Callarse
• gritar
• decirlo
• Tirarse un lance.
• Tener un orgasmo
• o no tenerlo
• Quedarse quieto
• Elegir una película
• o el teatro
• La pasta de dientes
• el desodorante
• Cortarse las uñas
• bañarse
• quedarse sucio
• Tomar un avión.
• Hacer terapia.
• Salir a caminar
• Ir al gimnasio
• abandonarlo.
• Seguir viviendo a pesar de
• Pizza de muzarella
• o jamón y morrones
Uffff. ¿Te cansaste sólo por leerlo? Imaginate la fatiga que causa estar constantemente tomando tales decisiones que son apenas un pequeño número enunciativo de las miles y miles que existen a través de tu vida. Claro, con razón tanto conflicto, duda, temor, vergüenza, timidez, desamparo, soledad, miedo y tantas otras sensaciones que convergen a la hora de decidir.
Cierta vez, mi viejo maestro, el doctor Touyaá, me dijo: “Cuando uno decide, está como cuando se muere, es decir: solo”. “¿Por qué?”, le pregunté. Y con su tradicional estilo, pausado, seguro, firme, el que sólo tienen los maestros de la vida, me contestó. “Porque, al morir, estamos rodeados de personas, médicos, amigos, familiares, en fin, siempre hay alguien, pero el único que se muere es uno”. “¿Y cuando decidimos?”, le dije. “Cuando decidimos, hay consejeros, asesores, terapeutas, amigos, familiares, pero, al tomar la decisión, el que decide es uno, es decir, también estamos solos”.
Si uno decide bien, todos se cuelgan de tu éxito, pero cuando decidís mal, nadie se arrima ni para saludarte, ninguno te recuerda su opinión, sólo alguno que te aconsejó lo contrario, que encima viene a reprocharte el no haber seguido su indicación. Y ahí estás, mal por tu supuesto fracaso y soportando el dedo acusador de los demás y las consabidas frases de siempre: “Viste, yo te dije”, “¿Para qué me pedís opinión, si al final hacés lo que se te da la gana?”, “Pero vos sos siempre el mismo”, “¿No podías haber hecho otra cosa mejor?”, y dale, y dale, y dale.
¿Por qué cuesta tanto tomar decisiones?
Al decidir, existen muchas cosas que vienen al encuentro: nuestros propios deseos, lo que pensamos que desearían los otros, el miedo a que salga mal, el temor a que nos dejen de querer por hacer lo contrario a lo que esperan de nosotros, el terror al fracaso o al éxito. Sí, leíste bien: al éxito. Hay quienes tienen miedo a ser exitosos, gente que, en verdad, no se lo permite.
Pero bueno, voy a tratar de invitarte a seguirme en este libro para ver si podés ver, uno por uno, los temas que influyen en cada una de tus decisiones, de las mías y de las de todos. Porque, en el momento de decidir, nadie escapa a alguna de las influencias que se mezclan en esos cruciales instantes de nuestras vida.
Un poco de tu historia
“No se conocen las razones del éxito, pero sí la fundamental para el fracaso: querer conformar a todo el mundo”.
Cuando el semen entra en la vagina, son alrededor de un millón y medio de espermatozoides los que van en busca del óvulo para fecundarlo. Uno de esos espermatozoides, eras vos. Lo curioso de esto, es que cada uno de ellos hubiera engendrado una persona diferente, única e irrepetible. Quiere decir que cuando nadaste y nadaste durante horas hasta llegar a fecundar el óvulo, te abriste camino entre los otros, sorteaste dificultades, superaste escollos, competiste con los demás y lograste nacer. Y aquí estás, sos la prueba de semejante desafío.
Resulta fácil concluir, entonces, que el resto de esas potenciales personas (es decir, haciendo números aproximados, 1.499.999, ¡vaya cifra!) nunca nacieron ni nacerán; esas potenciales personas dejaron de nacer para que vos llegaras al mundo. ¿Te das cuenta de tu capacidad, de tu fortaleza, de tu espíritu de lucha, de tu abnegación, de tu fuerza para sobreponerte a la adversidad?
Me animaría a decirte que hay —en cada uno de nosotros, los que logramos nacer—, una vida que representa la postergación de cientos de miles de vidas. Por lo cual, tenemos la obligación de honrar todo esto, de advertir lo que fuiste capaz desde el comienzo y entender que, si luego perdimos esa fuerza, esa capacidad, esa abnegación, es porque hubo factores que influyeron, que fueron haciendo que dejáramos ese camino de rotundas decisiones; que