Patricia Thayer

Jamás te olvidé - Otra vez tú


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esos pensamientos y entró en el coche. Recorrió el pueblo de un lado a otro, pasando por Main Street. Los comercios eran los mismos de siempre. Los edificios de los años veinte albergaban negocios como el Big Sky Grill, una tienda de ropa, la boutique de Missy y una tienda de antigüedades, Treasured Gems. En la esquina estaba la fachada de ladrillos que tan familiar le resultaba.

      Clarkson’s Trading Post and Outfitter, leyó.

      Era el negocio de la familia de su mejor amiga, Sarah Clarkson. Se conocían desde la escuela infantil. Sarah era la tercera generación que se quedaba trabajando en el negocio familiar.

      Ana aparcó delante y bajó del vehículo. Quería darle las gracias a la familia de su amiga por las flores que le habían mandado a Colt. Entró en la tienda. A su alrededor había muchos percheros de ropa y las paredes estaban llenas de aparejos de pesca y equipos de caza. El establecimiento estaba lleno de clientes. La temporada de pesca con mosca estaba en su punto más álgido.

      Miró a su alrededor y vio a Hank y a Beth Clarkson detrás del mostrador. Sarah acababa de salir del almacén. La acompañaba uno de los guías con licencia que trabajaban en la tienda, Buck Patton.

      Sarah sonrió al verla. Levantó una mano y le pidió que esperara un poco. Se volvió hacia el grupo que estaba con Buck y le dio instrucciones.

      –Oh, me alegro tanto de verte –dijo tras haberse despedido del grupo–. ¿Tu padre está bien? Fuimos al hospital, pero no pudimos ver a Colt.

      Ana asintió.

      –Está mucho mejor. Ya ha empezado con la terapia. Quería decirte que me voy a quedar en el rancho todo el verano.

      La pelirroja parpadeó, sorprendida.

      –¿Por qué? ¿Ya le dan el alta a tu padre?

      Ana sacudió la cabeza.

      –No, pero tengo que ayudar. Papá va a tardar un poco en recuperarse, y como no puede ocuparse del rancho ahora mismo, me han nombrado albacea.

      –Eso me sorprende. Colt Slater dándoles algo a sus hijas, aunque sea una responsabilidad… Me sorprende mucho.

      –Bueno, no voy a hacerlo sola. El otro albacea es Vance.

      –Bueno, ¿por qué no me sorprende? ¿Entonces vas a portarte bien con él?

      –Voy a estar demasiado ocupada pensando en cómo llevar el Lazy S. No voy a tener tiempo para nada más. Tenemos rodeo dentro de unas semanas.

      Sarah la miró fijamente, pero no tuvo tiempo de hacer ningún comentario. Sus padres aparecieron en ese momento. Le dieron un abrazo a Ana. Cuando era niña, Ana quería que fueran sus padres también.

      –¿Cómo está tu padre, Ana?

      –Mucho mejor, gracias. Pero la rehabilitación va a ser larga.

      –Si hay alguien que puede conseguirlo, ese es Colt. Es demasiado testarudo como para no poder con esto.

      –Sí lo es.

      –A mí no tienes que decírmelo. Llevo años intentando que deje entrar a mis guías en el rancho –sacudió la cabeza–. En la zona norte hay un sitio con muy buena pesca, muy desaprovechado.

      –¿Querías pescar en el rancho?

      –Quería que tu padre ganara algo de dinero. Colt siempre decía que no. Le gusta preservar tu intimidad.

      De repente, Ana tuvo una idea.

      –¿Todavía quieres pescar allí?

      Hank hizo una pausa.

      –¿Lo dices en serio? Esa zona de Big Hole River es increíble. Podría mandar grupos todos los días, aunque el dinero de verdad está en los viajes nocturnos y de fin de semana –le enseñó la tabla en la que apuntaba las tarifas que pagaban los pescadores por hacer esa clase de viajes.

      Perpleja, Ana le invitó al rancho para visitar la zona en cuestión. Solo quedaba convencer a Vance. ¿Se pondría de parte de Colt o la apoyaría?

      Capítulo 5

      TRAS haber ido al hospital Vance se fue a casa por la tarde. La visita no había servido de mucho. Colt apenas era consciente de su presencia. Había intentando hablar de los asuntos del rancho, pero el anciano no parecía interesado en el tema.

      De camino a casa, había parado en el Big Sky Grill para comprar algo de cena. Lo único que quería esa noche era cenar e irse a la cama. Al bajar de la camioneta, oyó que alguien le llamaba por su nombre. Se dio la vuelta y allí estaba Ana. Iba hacia él por el camino del granero.

      Le sonreía… El pulso se le aceleró. Ya no podría dormir por la noche.

      –¿Por qué tanta prisa?

      –Estoy emocionada –le dijo, apenas sin aire.

      Tenía una carpeta en la mano.

      –¿Tienes un minuto?

      –Claro.

      –¿Te importa que entremos? Así voy cenando.

      –Oh, lo siento. Deberías comer. Ya vuelvo luego.

      Él la agarró del brazo para que no se fuera.

      –No te vayas. Quiero decir que… es una tontería que vuelvas a la casa. Ven conmigo.

      –Solo si comes mientras hablo.

      Caminaron hasta el porche.

      –Bueno, eso suena bien.

      Una vez dentro, Vance encendió la luz y fue hacia el área del comedor. Puso la bolsa de comida sobre la mesa y colgó el sombrero de la puerta.

      –¿Quieres algo de beber? –abrió la nevera–. Tengo refrescos y leche.

      –Nada. Gracias.

      Ana miró a su alrededor. La decoración era minuciosa, detallista… Era la casa de un hombre, pero todo estaba limpio y ordenado.

      –¿Te gusta lo que ves?

      Ana se volvió hacia él.

      –Lo siento. Nunca te imaginé en una casa.

      Vance puso dos refrescos sobre la mesa.

      –Me imaginabas en una habitación, encima del granero.

      –No. No te imaginaba en el granero. Es que… tienes muy buen gusto… con la decoración. Regresó a la mesa y se sentó.

      –Y, para que conste, papá no debió dejarte vivir en el granero.

      –Creo que trataba de proteger a sus cuatro hijas. Y era un apartamento encima del granero.

      De repente, Ana le agradeció el refresco.

      –Por favor, come –dijo y le dio un sorbo.

      Vance se sentó frente a ella. Abrió la lata de refresco y bebió.

      –Muy bien, ¿qué es tan importante que no puede esperar a mañana? –le preguntó mientras abría el sobre de la comida.

      –¿Sabías que papá rechazó una propuesta de negocio de Hank Clarkson? Hank le ofreció dinero por dejar que sus pescadores pescaran en el rancho.

      Vance se encogió de hombros y tomó un trozo de carne.

      –Hace mucho sí que oí algún rumor. Pensé que no habían logrado ponerse de acuerdo.

      Ana abrió la carpeta.

      –Bueno, si se hubieran puesto de acuerdo, el rancho hubiera ganado mucho dinero.

      Vance siguió comiendo.

      –Te escucho.

      –Esta tarde fui al pueblo a recoger algo de ropa de mi apartamento. Después pasé por Clarkson’s Trading Post para ver a mi amiga Sarah.