Nazaret Castro

Carro de combate


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soja, se utiliza como complemento dietético. El movimiento vegano ha puesto además de moda los productos elaborados a partir de la soja, que suponen un sustituto de las proteínas animales.

      Pero la soja también se ha convertido en uno de los productos fundamentales para la industria cárnica y sirve de base en la fabricación de piensos. Además, con el desarrollo de los agrocombustibles, la soja se ha posicionado como una de las principales fuentes de combustibles oleosos (agrodiésel).

Mapa

       EL SECTOR INTERNACIONAL DE LA SOJA

       El mercado internacional de la soja

      Durante los últimos años, el precio de la soja se ha disparado en el mercado internacional de materias primas, sobre todo por el crecimiento espectacular de la demanda china, país que se ha convertido en el mayor consumidor de soja a nivel mundial por el impulso de la industria cárnica. El resultado ha sido que se han extendido exponencialmente los cultivos de soja, sobre todo en América del Norte y el Cono Sur. Así, ahora mismo, los principales productores de soja son Estados Unidos, Brasil, Argentina y China. En el caso de Paraguay y Argentina, la superficie dedicada al monocultivo de este nuevo «oro verde» ya supone en torno al 60% de la tierra cultivable.

      Cinco empresas, la mayoría grandes conocidas del mercado de los productos básicos alimenticios, controlan el mercado de la soja: Bayer, Monsanto, ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus. Destaca sobre todo la primera, que tras comprar Monsanto, controla alrededor del 25% del mercado mundial de las semillas, y acapara en especial el mercado de la soja y el maíz.

       LA CADENA: IMPACTOS SOCIOAMBIENTALES

       Impacto socioambiental

      El monocultivo sojero es un caso paradigmático del llamado modelo del agronegocio: empresas transnacionales de biotecnología venden conjuntamente semillas híbridas o genéticamente modificadas en un paquete que incluye fertilizantes y pesticidas que garantizan el crecimiento de la planta. Así, desde la década de 1990, Monsanto vende sus semillas de soja RR con el Roundup, un agroquímico cuyo ingrediente estrella es el glifosato, y que se ha convertido en el herbicida más vendido del mundo. El productor queda así atado a la compra anual de semillas y de los diversos agrotóxicos sin los que no obtendrá la productividad deseada. El modelo conlleva unos costes difíciles de soportar para los campesinos, que son, finalmente, desplazados por los grandes empresarios del agronegocio. La soja ofrece una elevada rentabilidad, pero solo para grandes superficies con altos rendimientos de escala.

      Las comunidades se ven afectadas, además, por los efectos devastadores en los ecosistemas que tiene cualquier monocultivo a gran escala: degradación del suelo, desertificación, contaminación del agua y pérdida de biodiversidad, tanto por la pérdida de especies nativas como por el uso exclusivo de una misma semilla.

      En el caso de la soja, los principales efectos son afines a otros organismos genéticamente modificados (OGM). Vaya por delante que el problema fundamental no es, en sí, modificar el ADN de una planta, sino para qué se modifica. Y, en el caso de la soja RR y versiones derivadas, la modificación permite que la planta resista al glifosato y otros herbicidas y plaguicidas que resultan dañinos para el medio ambiente y para la salud humana. En Argentina, las fumigaciones son tan recurrentes que diversos estudios científicos han documentado que, en amplias zonas del país, el agua de lluvia registra glifosato, y son también alarmantes las cantidades de esa sustancia que se encuentran en el fondo de ríos tan importantes como el Paraná.

      Un riesgo adicional es que las malezas se vayan haciendo progresivamente resistentes al glifosato y otros agroquímicos; algunos estudios ya evidencian cambios en el espectro de las malas hierbas. Esto puede provocar una peligrosa espiral tóxica para la que será necesario inventar herbicidas más potentes —luego más tóxicos—, al tiempo que el cultivo de especies no transgénicas se torna cada vez más difícil. Algunas investigaciones científicas vienen alertando, además, del vínculo entre el glifosato y la aparición de superbacterias.

       LA REPÚBLICA UNIDA DE LA SOJA

       El nuevo oro verde avanza sobre todo el Cono Sur: en 2012, la soja ocupaba un 66% de la tierra cultivada en Paraguay, un 59% en Argentina y un 35% en Brasil, según un estudio del Centro para la Bioseguridad de Noruega 1 ; y desde entonces no ha parado de crecer, sobre todo en Paraguay. El Cono Sur americano se ha sojizado hasta tal punto que la multinacional de la biotecnología Syngenta, en una propaganda de 2003, llamó «República Unida de la Soja» a un vasto territorio entre las fronteras de Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay.

       En Argentina, y a pesar del creciente movimiento socioambiental en contra, los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, desde distintos modelos políticos y económicos, han sostenido su apuesta firme por el modelo agroexportador tal vez porque la maltrecha economía argentina depende cada vez más de las divisas que aportan las exportaciones sojeras: en 2018, fueron alrededor de 17.000 millones de dólares.

       El boom sojero en el país austral ha sido espectacular: en veinte años se ha cuadruplicado la superficie cosechada, que pasó de 5 a casi 20 millones de hectáreas.

       Riesgos para la salud de la soja

      No hay consenso científico acerca de los riesgos para la salud que entraña el consumo de soja transgénica, en parte porque la ciencia es, también, un campo de batalla, influido por múltiples intereses. Lo que sí ha quedado empíricamente demostrado es que el glifosato, así como otros agrotóxicos, implica graves consecuencias para la salud de trabajadores y poblaciones aledañas a los cultivos. En la provincia de Córdoba, corazón sojero de Argentina, un juicio pionero sentó en el banquillo en 2012 a varios responsables directos de las fumigaciones con glifosato, que fueron condenados. El tribunal consideró probado que las fumigaciones estaban directamente relacionadas con el sorprendente aumento de casos de malformaciones genéticas, bebés muertos al nacer y casos de cáncer que, en los últimos años, han sufrido los vecinos del barrio de Ituzaingó Anexo, que viven a pocos kilómetros de los cultivos de soja . Más tarde, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio la razón a las Madres de Ituzaingó, al situar el glifosato como una sustancia potencialmente cancerígena.

       ALTERNATIVAS Y PRODUCTOS SUSTITUTIVOS

      En cuanto al uso de la soja para la elaboración de piensos —y también, harina de soja para piscifactorías—, forma parte de una cadena también profundamente insostenible, la de una industria cárnica cada vez más globalizada, como veremos en el Informe dedicado a ese producto. La alternativa, en este caso, pasa por disminuir el consumo de carne y buscar alternativas