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Editado por Harlequin Ibérica.
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28001 Madrid
© 1999 Linda Miles
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Justo antes de la boda, n.º 1465 - enero 2021
Título original: Last-Minute Bridegroom
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
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I.S.B.N.: 978-84-1375-146-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
LLOVÍA torrencialmente en la oscuridad. El viento aullaba entre los árboles. No era la mejor noche para subir andando tres kilómetros por una carretera rural, pero a Natasha Merrill no le quedaba otra opción. El servicio de taxis más cercano estaba a cincuenta kilómetros de allí, y había llamado por teléfono a la casa, pero no habían contestado.
No era la primera vez que había mirado enfurecida desde la cabina telefónica de la estación hacia la casa de la colina. Todas las luces estaban encendidas; su padre estaba en casa, pero el teléfono sonó diez, veinte, treinta veces y no contestó. Estaría en su estudio, y desde allí no se oía el teléfono. Personas que no conocían bien a su padre le habían señalado que podría poner una extensión en su estudio sin mucha dificultad.
—Podría –era su respuesta habitual—. Pero entonces tendría que trasladar mi estudio a otra habitación donde no me molestase el teléfono.
Tasha suspiró. Había intentado hablar con él desesperadamente todo el día, pero en ese momento casi se alegraba de no haberlo localizado. No quería decírselo por teléfono. Quería arrojarse en sus brazos y llorar hasta hartarse. Él no podría hacer nada, pero no importaría. La abrazaría, hablaría de lo ocurrido y, al cabo de un rato, recordaría algo completamente irrelevante, pero más interesante para un profesor de filosofía. Entraría en una discusión sobre alguna cuestión filosófica e insistiría en que ella también participara, y así se olvidaría de Jeremy y de lo que le había hecho.
Un relámpago iluminó el cielo. Segundos después se oyó un trueno. Estaba calada hasta los huesos, pero casi se alegraba de la violencia del tiempo. Durante unos segundos le hacía olvidar la catástrofe que era su vida. ¿No iba a aprender nunca? Porque lo peor era que no se trataba sólo de Jeremy. Había descuidado sus estudios en la universidad por dedicar demasiado tiempo a promover varias producciones teatrales protagonizadas por Malcolm, su novio. No había sido una relación ideal, pero ella había hecho todo lo posible para que funcionase; entonces, Malcolm había conocido a la hermana de un famoso productor y la había dejado plantada.
Tasha aprobó los exámenes finales por los pelos y encontró un trabajo a pesar de sus referencias que, merecidamente, dejaban mucho que desear. Empezó desde abajo en el departamento comercial de una editorial, trabajando como una loca para olvidar lo de Malcolm, y pronto obtuvo un ascenso. Justo cuando las cosas empezaban a irle bien empezó a salir con Colin, un aspirante a escritor. Colin se fue a vivir con ella, pero olvidó pagar el alquiler durante dos años, y luego se casó con una conocida agente literaria. Tasha no era de la teoría de que los hombres fueran unos canallas, pero ¿por qué siempre acababa con esa clase de hombres que no entendía que una relación era un dar y tomar? Encontró otro trabajo en el departamento comercial y de promociones de una famosa revista femenina, tuvo una corta relación, desastrosa para variar, y entonces conoció a Jeremy. Y ya tenía veintiséis años. ¿Iba a ser así el resto de su vida?
Una ráfaga de lluvia le golpeó el rostro. Tasha frunció el ceño. Era una estupidez lamentarse del pasado y amargarse por cosas por las que no podía hacer nada. El único problema era que eso era mejor que la alternativa: amargarse por todas las cosas por las que tenía que hacer algo. Encontrar trabajo, por ejemplo, porque había presentado su dimisión para trabajar con Jeremy, y su sustituta llegaba esa semana. Encontrar un sitio para vivir, por poner otro ejemplo, porque el nuevo inquilino de su apartamento se mudaba también la próxima semana y Tasha, por supuesto, no iba a estar viviendo con Jeremy. Y por último, pero no por ello menos importante, horror de los horrores…no. No iba a pensar en eso. Estaba tomando la última curva del camino. Cinco minutos más, y habría llegado.
Las luces de la casa estaban encendidas. Sin embargo, si su padre no había oído el teléfono, probablemente tampoco oiría la puerta, y Tasha estaba demasiado mojada y helada para averiguarlo. Como todos los hijos, hijastros, nietos,