Linda Miles

Justo antes de la boda


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la voz queda—. Vamos arriba a lanzar unos cuantos.

      Tasha levantó la mirada hacia él. En cierto sentido Chaz tenía razón. Todos esos años, ella lo había despreciado por juzgar a sus novios según criterios superficiales, pero estaba empezando a darse cuenta de que ella no tenía ni idea de lo que le estaba hablando. Podría subir arriba y descubrirlo de verdad.

      Era maravilloso tener a Chaz ahí delante, furioso con ella, pero deseándola con tanto ardor. Él seguía sonriendo, viendo cómo ella lo miraba, deteniéndose en la boca que había besado. ¿Cómo iba a imaginarse que ella no cedería?

      Si su comportamiento fuese el habitual, lo haría. Pero tenía ganas de ser mala; era maravilloso saber que se estaba comportando mal y hacerlo de todas formas. Iba ser mala, muy mala.

      —Mejor no –dijo Tasha, y se abrazó a sí misma ante la mirada de incredulidad que sustituyó a la sonrisa confiada.

      —Lo dices completamente en serio –dijo él, arrastrando las palabras.

      —Por supuesto que sí.

      Un músculo tembló en la mejilla de Chaz.

      —Debería ponerte sobre mis rodillas y darte una azotaina por esto –dijo él con tirantez—. Y lo digo completamente en serio.

      —No sé por qué –replicó ella—. Tú me has rechazado y yo no te he amenazado con violencia física. No sé qué diferencia hay.

      —La diferencia –dijo Chaz con mordacidad—, es que tú lo estás haciendo únicamente por fastidiarme.

      —Lo sé –admitió Tasha con desconcertante franqueza—. Pero me gusta.

      —¿Se supone que eso tiene que hacer que me sienta mejor?

      —Mira, estoy dolida –dijo Tasha—. Mi vida se ha venido abajo. Puede que no sea culpa tuya, pero estás aquí. No es justo, pero quién dice que la vida sea justa –le dirigió una deslumbrante sonrisa—. Además, ¿cuándo voy a tener otra oportunidad de fastidiarte? Es más, puedo acostarme contigo en otra ocasión si quieres. A menos, por supuesto, que decidas vengarte.

      —Oh, por Dios Santo… —Chaz la miró con el ceño fruncido.

      —Sabes, podríamos estar así años –dijo Tasha risueñamente—. Haciéndonos proposiciones y seduciéndonos el uno al otro para luego rechazarnos.

      —¿Quieres dejarlo ya? –la espetó Chaz con exasperación—. No sé si besarte o matarte.

      —Pues será mejor que no me beses. No querría que te excitases.

      Chaz la miró con sorna.

      —Sabes, lo más gracioso es que la gente tiene una idea equivocada de ti. Todos piensan que eres una buena chica.

      —Sí –reconoció Tasha con amargura—. Por eso todos me han pisoteado.

      —Sin comentarios —dijo Chaz—. Voy a tomarme otra copa para calmarme.

      Se dirigió al mueble bar, y Tasha lo siguió. No le vendría mal una copa. Ella nunca se había portado tan mal con nadie. Pero, por alguna razón, Chaz le gustaba más después de haberse portado así con él.

      —Me ha gustado el beso, de todas formas –dijo ella para ser amable—. Los dos besos.

      Chaz la miró de reojo.

      —Eso me había parecido –levantó una ceja—. A mí también. Pero será mejor que lo dejemos.

      Se sirvió una copa para él y otra para Tasha, y levantó el vaso.

      —Por lo que podría haber sido –brindó él.

      —Por lo que podría haber sido –repitió Tasha con melancolía, y dio un sorbo.

      Por enésima vez en veinticuatro horas su mente se puso a redactar la repulsiva carta de retractación que tendría que enviar a todos los invitados. Lo dejó para intentar pensar por enésima vez en un nuevo trabajo para la semana siguiente. Para entonces tampoco tendría un lugar donde vivir ni donde dejar sus cosas. Tasha dio otro trago.

      Pensó que si las llevaba a casa de su padre tendría que mudarse dos veces, y además su padre no tenía sitio. Si las llevaba a casa de su madre, tendría que aguantar el largo sermón de que ella ahuyentaba a los hombres, y además su madre tenía la casa llena de regalos. ¡Regalos de boda! Por enésima vez recordó que iba a tener que devolver todos los regalos. Dio otro sorbo, con el ceño fruncido.

      —Va a ser horrible –se lamentó Tasha—. Dentro de una semana estaré sin casa y sin trabajo. Además he invitado a cientos de personas a la boda, y ahora tendré que enviarles una carta de retractación junto con todos sus regalos, y explicar…¿qué?

      Chaz la miraba fascinado.

      —Tengo una idea –dijo—. ¿Cuándo es la boda?

      —La semana que viene –respondió Tasha con una mueca de disgusto.

      —No hay problema –dijo Chaz—. Licencia especial.

      —No necesitas una licencia para anular una boda –replicó Tasha, cansada.

      —Lo sé –admitió Chaz, mirándola divertido—. Pero creo que no deberías anularla.

      —No tengo elección –dijo Tasha con impaciencia—. Aunque Jeremy cambiase de idea, yo no podría después de lo que dijo.

      Chaz sacudió la cabeza.

      —Oh, no puedes casarte con Jeremy. No resultaría –sonrió a Tasha anodinamente—. Creo que deberías seguir adelante con la boda, pero casándote conmigo.

      Capítulo 2

      CÓMO has dicho? —preguntó Tasha.

      —Que deberías casarte conmigo —respondió Chaz—. Es obvio, no sé por qué no se me ha ocurrido antes.

      —¿Te has vuelto loco? —dijo ella con escepticismo.

      Chaz sonrió con malicia.

      —En absoluto —respondió—. Sólo intento ayudar. Eso lo resuelve todo.

      —No seas ridículo —dijo Tasha—. No podría casarme contigo.

      —Oh, no permanentemente, por supuesto —dijo Chaz—. Sólo durante un año o dos. Todos estarán esperando la ruptura, así que no se sorprenderán. La única sorpresa será que nos casemos.

      —Exacto —convino Tasha—. Porque es una idea ridícula.

      Chaz arqueó una ceja.

      —Piénsalo bien —dijo—. Si anulas la boda no tendrás que explicar a los invitados los verdaderos motivos, pero sí a tu padre.

      —Lo sé.

      —¿Y estás segura de querer hacerlo?

      Tasha se quedó mirándolo. Por primera vez pensaba en la reacción de su padre al oír la razón de la ruptura. ¿Y si se sentía culpable por no darle más dinero? ¿Y si pensaba que ella lo culpaba por ello? Se mordió el labio.

      —Exacto —dijo Chaz—. Sería pedirle que soportase una gran carga. Pero, de esta manera, podríamos contar la misma historia a todo el mundo. Que nos encontramos en algún lugar y nos enamoramos locamente; tú rompiste tu compromiso con Jeremy y decidiste casarte conmigo y seguir adelante con la boda puesto que ya estaba organizada.

      Dirigió a Tasha una amplia sonrisa y continuó:

      —Lo mejor de todo son las invitaciones. Conociéndote, apuesto a que has invitado a mis cinco familias fraccionarias, así que sólo me quedaría invitar a unos cuantos amigos. Y en cuanto a los invitados de Jeremy, dejemos que se encargue él de avisarlos. Si se presenta alguno, le daremos la bienvenida. Podemos ser generosos en nuestro gran día.

      Tasha