Alfonso López Quintás

Infierno - Divina comedia de Dante Alighieri


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«allí donde no está en potencia», donde no hay rastro de ella? ¿Cómo consigue no solo desarrollar, expresar y acrecentar lo que ya está, sino también donar lo que faltaba, lo que no había? «Obrando milagrosamente».

      Tenemos que fijarnos en esta expresión. «Milagrosamente» no solo quiere decir «de forma admirable, encomiable, sorprendente», sino que introduce un término clave en todo el recorrido de Dante, desde aquí hasta la Comedia. ¿Qué es un milagro? Es algo que no se puede dejar de mirar, de observar con estupor; algo que supera tanto las percepciones humanas que uno no puede dejar de fijar su mirada en ello. Y Beatriz obra «milagrosamente», es decir, haciendo una especie de milagro, como explicita Dante en este soneto.

      Negli occhi porta la mia donna Amore,

      per che si fa gentil ciò ch’ella mira;

      ov’ella passa, ogn’om ver’ lei si gira,

      e cui saluta fa tremar lo core,

       sì che, bassando il viso, tutto smore

       e d’ogni suo difetto allor sospira:

      fugge dinanzi a·llei Superbia e Ira.

      Aiutatemi, donne, farle onore.

       Ogne dolcezza, ogne pensero umìle

      nasce nel core a chi parlar la sente,

      ond’è laudato chi prima la vide.

      Quel ch’ella par quando un poco sorride,

      non si può dicer né tenere a mente,

      sì è novo miracolo e gentile.

      Lleva en los ojos mi señor Amor, / que ennoblece cuanto ella mira; / por ella se vuelven, y / a quien saluda hace temblar el corazón, / así que, al bajar sus ojos, todo desmaya / y por cada defecto entonces suspira; / huyen delante de ella la ira y el orgullo. / ¡Oh damas!, ayudadme a darle honor. /Toda dulzura, todo humilde pensamiento, / nace en el alma de quien la oye hablar, / por lo que es alabado quien primero la vio. /Lo que ella parece si sonríe, / no es posible decir ni recordarlo, / tan nuevo y delicado es el portentoso.15

      Mirad —dice Dante— lo que sucede por donde ella pasa: «ennoblece cuanto mira»; todos los hombres se giran hacia ella y, cuando ella los mira, sienten una gran pena por sus defectos y suspiran, se avergüenzan de sus errores, se arrepienten de sus pecados. Quieren estar a la altura de esa mirada: por eso, ante ella huyen «la ira y el orgullo» y en los corazones nace «todo humilde pensamiento». Más adelante, veremos que esta conciencia del propio mal, del propio límite, de la incapacidad para responder por sí mismo al deseo que llevamos dentro es el punto de partida de toda aventura humana verdadera, y, por tanto, también del camino de Dante.

      Todo esto se puede definir solo con la palabra «milagro» y los milagros solo los puede hacer Dios, porque van más allá de la capacidad humana. Así pues, Dante percibe enseguida el encuentro con Beatriz como un milagro, como signo de esa gran Presencia que corresponde al corazón del hombre. La gran Presencia, nuestro Destino, Dios. En resumen, Dante empieza a intuir aquí lo que después, de forma progresiva, será el gran descubrimiento de la Comedia: Beatriz es signo de la gran Presencia, porta consigo la misma presencia de Dios. Y queriéndola, abrazándola y siendo perdonado por ella, Dante marcha con seguridad hacia su destino.

      Mas ella muere. De repente, Beatriz muere y, entonces, surge la pregunta: «Pero, si la cosa es así, ¿qué pasa cuando ella muere?».

      Por otra parte, para afrontar el tema de la muerte no hace falta esperar a que Beatriz muera de verdad. Porque la muerte se asoma todos los días en nuestra vida, porque alguien que conocemos muere, porque peligra la vida de un ser querido, porque otro enferma… que es lo que un día le sucede a Dante, se pone enfermo. Y, como toda persona enferma, obligada repentinamente a guardar la cama, sin poder moverse, empieza a pensar en la brevedad de la vida y le sorprende una idea en la que nunca había reparado: también ella, Beatriz, morirá. El seguir viviendo sin ella, sin el gran bien que representa, le espanta. Pero veamos cómo lo cuenta.

      Pocos días después de esto sucedió que, sobreviniéndome dolorosa enfermedad en alguna parte de mi cuerpo, durante nueve días padecía amargo sufrimiento; y a tanta debilidad me redujo, que me obligaba a estar como los que no pueden moverse. Digo, pues, que al noveno día, sintiendo dolores casi intolerables, vínome un pensamiento, el cual era de mi señora.

      Y una vez que hube pensado en ella, como volviese a pensar en mi debilitada vida, y viendo de cuán leve duración era, aun siendo sana, empecé a llorar conmigo mismo tanta miseria. De aquí que, suspirando fuertemente, decía para mí: «Necesariamente sucederá que Beatriz se muera alguna vez».16

      Antes o después, Beatriz morirá, no hay nada que hacer. Después, Dante tiene una especie de sueño, visión o uno de esos pensamientos confusos que a menudo tienen los enfermos, y ve a unas mujeres que le dicen: «También tú morirás».

      Y por esto me tomó con gran desfallecimiento, que cerré los ojos y comencé a sufrir como una persona frenética y a imaginar de esa manera: en un principio apareciéronme unos rostros de mujeres desmelenadas que me decían: «También tú morirás». Y después de estas mujeres apareciéronme unos rostros de horrible aspecto, los cuales me decían: «Tú estás muerto».17

      También tú morirás. Son reflexiones obvias, muy obvias, pero que a menudo rechazamos cuando se nos pasan por la cabeza, diciendo: «no pienses estas cosas, qué cosas tienes…». Sin embargo, si uno se las toma en serio, la perspectiva sobre la vida cambia.

      Entonces la visión prosigue y las mujeres ya no le dicen a Dante: «morirás», sino «Tú estás muerto». Ya estás muerto, ahora. Y aquí me tomo la libertad de sugerir una reflexión que puede que no sea demasiado correcta desde el punto de vista filológico, pero que a mí siempre me impresiona: «estás muerto» no se refiere al final físico de Dante, ya que sigue vivo, sino al apagarse, al desvanecerse de aquello que da sentido a la vida. Porque se puede estar vivo biológicamente y estar muerto por dentro. Como dirá él mismo en el tercer canto del Infierno, en la categoría de los pusilánimes: «Aquellos desventurados, que nunca vivieron de verdad».18 Porque es posible atravesar la vida sin haber vivido nunca de verdad, es decir, sin haber dicho nunca «yo» de verdad, sin haber tomado nunca conciencia de uno mismo, de la propia aventura humana, de la relación con el Destino. Así que en este sueño es como si Dante dijera: «Si muere Beatriz, estoy acabado. Seguiré con vida, pero estaré muerto por dentro; porque, si muere lo que da sentido a mi vida, estoy muerto».

      Comenzando así, pues, a divagar mi fantasía, llegué a no saber dónde me hallaba, y me parecía ver a unas mujeres que iban desmelenadas llorando por una calle maravillosamente triste; y parecíame ver que el sol se oscurecía y que las estrellas mostraban un color que me hacía creer que lloraban; y parecíanme que los pájaros que volaban por el aire caían muertos y que nos espantaban grandísimos terremotos. Muy maravillado de semejante fantasía y con mucho espanto, se me ocurrió que un amigo veníame a decir: «Qué, ¿no lo sabes? Tu admirable dama ya ha salido de este mundo». Entonces empecé a llorar lastimeramente; y no lloraba solamente en mi imaginación, sino que lloraba por los ojos, bañándolos en lágrimas verdaderas.19

      Pasa luego a la imagen de la muerte de Beatriz y dice que el sol se había oscurecido, las estrellas lloraban, los pájaros caían muertos al suelo, se producían terremotos… Evidentemente se hace eco del relato de la muerte de Jesús a las tres de la tarde del Viernes Santo (cfr. Mt 27,35; Mc 15,33; Lc 23,44). Lo que nos sale espontáneo es decir: «¡Qué exagerado! Está bien que quieras a tu amada, pero tampoco se va a parar el mundo entero si falta». En cambio, si Beatriz muere, para Dante el mundo se para. Se para porque con su muerte falta el signo, la palabra, la mirada que da sentido a todo. Si Beatriz muere, todo muere para Dante.

      Y aquí Dante rompe a llorar. Acto seguido, ve unos ángeles volando hacia el cielo.

      Yo imaginaba que miraba al cielo, y me parecía ver multitud de ángeles,