(y cada situación es única, pues contiene siempre una parte de casualidad de improvisación) por el sentido táctico dado a las diferentes señales que la tarea en sí comporta, las cuales deberán estar reunidas y descifradas durante el transcurso de la situación en la búsqueda de hallar una solución eficaz al problema. Los jugadores de alto nivel consiguen comprender las acciones de sus compañeros, creándose una red de comunicación que coordina y sincroniza los movimientos de cada jugador. De esta forma tenemos que aceptar que existe una base de red, un lenguaje común que permite la transmisión y comprensión de las respectivas intenciones de los jugadores.
En este ámbito, la estructura del juego ha de establecer simultáneamente las líneas de fuerza unitarias y homogéneas (que constituyen el cuadro referencial de las redes de comunicación o de interceptación de las uniones de los adversarios) y correlacionarse con un conjunto de normas básicas de orientación que coordinan las actitudes y los comportamientos técnico-tácticos individuales y colectivos de los jugadores, tanto en el proceso ofensivo como en el defensivo. En otras palabras, los principios del juego aseguran las líneas orientadoras de los comportamientos de los jugadores (lenguaje común), permitiendo una mejor selección y articulación dentro de la organización del equipo, y es a partir de ellos como desarrolla y evoluciona la expresión táctica, reflejando en su interior una solidaridad orgánica y reguladora de esos mismos comportamientos. Al asegurarse el constante lenguaje común, es decir, un «código de lectura», se contribuye claramente a que los jugadores, al leer y valorar las situaciones de juego, puedan imputarles un significado más o menos relevante y homogéneo en función de las necesidades para su solución táctica. Si todos los jugadores comprenden, se conciencian y valoran constantemente su contribución y la de sus compañeros al desarrollo eficaz tanto del proceso ofensivo como del defensivo, establecen automáticamente un cuadro referencial de participación consciente y activa en la coherencia dinámica del movimiento del equipo, cooperando y racionalizando sus comportamientos técnico-tácticos con el objetivo de concretar los objetivos definidos para cada uno de los referidos procesos. Esta visión de ninguna manera restringe la libertad de acción de los jugadores; todo lo contrario, de esta forma, y en cada situación de juego, el jugador está en condiciones de percibir, analizar y decidir un comportamiento lo más adaptado posible a las condiciones de las situaciones del juego.
ELEMENTOS DE BASE
El juego del fútbol puede ser analizado en función de diferentes tipos de problemas técnico-tácticos que se establecen dependiendo de las diferentes y momentáneas situaciones de juego. Es en este cuadro diversificado de relaciones donde los jugadores tienen que intervenir en las situaciones de juego por medio de sus comportamientos, que al mismo tiempo se derivan de los principios previamente establecidos y que provienen de dos fuentes esenciales:
1. De las directrices presentadas por el entrenador. Es de extrema importancia profundizar en la comprensión de la lógica interna del juego a partir de un conocimiento lo más amplio posible de sus elementos estructurales. A través de la continua unión entre la práctica y la teoría se consigue un estado superior de comprensión de la realidad del juego que posibilita la elaboración de una síntesis, es decir, de una generalización y sistematización de todos los elementos fundamentales. Todas las actitudes y los comportamientos en el fútbol son autoformales, es decir, las formas más simples evolucionan hacia las más lógicas, racionales y eficaces, y el papel principal del entrenador consiste en acelerar constantemente los factores de ese perfeccionamiento; sólo podrá llegarse a concluir este proceso si la observación, el análisis y el entrenamiento se ajustan en la medida de lo posible (identidad/similitud) a la realidad de la competición.
2. De la experiencia y la madurez adquiridas por los jugadores. Los jugadores son enfrentados a una realidad que les exige percibirla por medio de los órganos de los sentidos, detectando los indicadores pertinentes; seleccionar una respuesta estableciendo un plan de acción que define con una elevada precisión la articulación de los diferentes procedimientos que se van a utilizar; programar la respuesta al recibir el proyecto de la solución y reclutar las órdenes o los comandos motores necesarios para su ejecución; enviarla al sistema neuromuscular para su ejecución, y recoger la información concomitante y terminal sobre la respuesta y su grado de ajuste para posibilitar su eventual corrección.
Después de una o varias situaciones de juego, los jugadores pueden comparar la desviación entre los efectos producidos y los previstos, es decir, la eficacia de su acción en función del cumplimiento de los objetivos tácticos de su equipo. Estas relaciones de influencia y comparación permiten a los jugadores modificar los pequeños detalles, redefinir totalmente el proyecto de la acción cuando el resultado pretendido no ha sido alcanzado y reforzar la compatibilidad entre la situación y la respuesta (feedback positivo). Respecto a los medios para la comparación entre lo producido y lo pretendido, según Grehaigne (1992), «cuando se asumen con carácter constante y son suficientemente generales, se transforman en un autoconsejo para los jugadores en la medida en que establecen reglas activas para afinar sus respuestas motoras». Más adelante profundiza el mismo autor (1992): «la conceptualización de la acción presupone una modificación en el lenguaje, es decir, la traducción de un lenguaje conceptual a uno motor. Esta modificación se realiza mediante la instalación del proyecto de la acción a partir del soporte conceptual que constituyen los principios del juego».
Otro aspecto que no debemos ignorar es que cada jugador, en relación con sus particularidades, percibe, analiza y resuelve mentalmente las situaciones competitivas de diferente forma. Por lo tanto, los procesos mentales de base para la solución eficaz de una misma situación determinan concretamente diferentes niveles de elaboración. Por ello, la solución mental de una misma situación del juego para unos puede conllevar un pensamiento que es la resultante de una actividad mental creativa, mientras que para otros puede implicar un proceso mental menos elaborado, resolviendo la situación de una manera más «económica». Este hecho determina que los jugadores puedan preservar la atención para el tratamiento de otros aspectos, como la previsión del desarrollo de la dirección del juego. Con todo ello, la solución mental en un elevado número de situaciones idénticas en la competición determina el autoperfeccionamiento, que está relacionado con la disminución de la elaboración mental y de la vigilancia en la situación. Más adelante, a medida que el jugador eleva su capacidad de solución mental del problema del juego, necesita cada vez menos que el proceso mental adyacente a esta solución sea tan elaborado, lo que significa que la respuesta a la situación de competición se da de una manera más rápida, pero manteniendo el mismo nivel de eficacia al no consagrar toda la atención a esa situación momentánea y particular del juego.
Las reglas racionales de la toma de decisiones de los jugadores deben tener en consideración tres aspectos fundamentales: la naturaleza de la decisión, el contexto situacional en que esa decisión se toma y la cantidad de procesos cognitivos y motores que posee el jugador.
• La naturaleza de la decisión
Diferentes investigadores coinciden en que la toma de decisión se da de acuerdo con una serie de estadios bastante bien definidos, aunque también algunas decisiones más complejas puedan repetir algunos pasos o volver atrás en la secuencia de esos estadios (Carroll y Johnson, 1990; Araujo, 1998):
1. Reconocimiento. El proceso de toma de decisiones se inicia cuando el jugador reconoce la necesidad de que ha de tomar una decisión para alterar los acontecimientos que le rodean.
2. Generar alternativas. Cuando un jugador ha tomado una decisión, teóricamente ha determinado innumerables alternativas. Sin embargo, ese número se reduce a las alternativas más racionales o adaptadas, preferidas o atractivas para él.
3. Búsqueda de la información. Discernir e identificar con eficacia entre diferentes estímulos, y que sean los más pertinentes en el menor tiempo posible resulta fundamental para solucionar las situaciones de juego.
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