Simon Marshall

La mente del deportista


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renovación, o el inicio de una versión 2.0 de tu yo atlético anterior. En lugar de recordar el pasado con optimismo, concéntrate en lo que no te gustaba de tus hábitos de entrenamiento de aquel entonces, y en lo que quieres hacer de forma distinta en esta ocasión. Quizá no hicieras estiramientos, o no analizabas biomecánicamente tus carreras para reducir el riesgo de lesión. Tal vez sobreentrenabas. Durante las sesiones de entrenamiento, invierte más tiempo en los objetivos relacionados con los procesos, como por ejemplo la técnica y la forma, en lugar de objetivos relacionados con los resultados, como el tiempo total o el ritmo promedio para una distancia determinada.

       Problemas con el cierre de identidad

      Cuando la gente adopta demasiado pronto una sensación del propio yo, los psicólogos lo llaman cierre de identidad. Se trata de la finalización prematura del crecimiento de la identidad porque uno cree que ya sabe quién es. En esencia, se deja de evaluar de manera crítica el sistema de creencias que acompaña a la identidad. Piensa en los adolescentes que crecen con un sistema de creencias muy firme sin llegar nunca a cuestionárselo. No es una identidad madura porque nunca tuvo la posibilidad de desarrollarse. Sin embargo, una vez que crecen pueden empezar a cuestionar su sistema de creencias e incluso revisar una identidad antes rechazada. En los deportes de resistencia, el cierre de identidad puede tener lugar en cualquier momento, bien en los niños torpes que pronto deciden que «no son deportistas», o en los profesionales de élite que se retiran de forma prematura porque se han desilusionado con el deporte o han confiado en factores externos para motivarse.

      Un indicio de que nos encontramos en peligro de que se cierre nuestra identidad es sentir como si hubiéramos perdido de vista lo que es importante en la vida, o en nuestro deporte. Por ejemplo, ya no disfrutar del deporte del modo en que solíamos hacerlo, o sentirnos atrapados por las circunstancias, pueden ser indicios de que estamos perdiendo el contacto con la identidad que al principio nos abrió el camino.

      El cierre de identidad es en especial habitual durante la niñez porque es cuando somos más propensos a adoptar el sistema de creencias de otros, o tenemos experiencias que nos hacen apartarnos de algo por completo. Por ejemplo, tal vez cuando llegaba el momento de formar los equipos te elegían el último. Puede que hubieras sido bueno en los deportes, pero tus padres no te animaran a participar. Todo esto puede conducir al cierre de identidad. Tratarlo puede ser en particular necesario cuando intentamos levantar a alguien del sillón. El estudio de caso del final del capítulo es una prueba de que se puede revertir el cierre de identidad en uno mismo o en alguien próximo.

      * Consejos rápidos de ayuda. Para el novato: intenta que otros deportistas te guíen para ayudarte a comenzar e intenta evitar entrenar tú solo. La mayoría de los clubes locales tienen sesiones diseñadas para los principiantes. Comienza simplemente observando. Otra estrategia es encontrar un compañero que quiera pasar contigo el viaje de transformación. Para el deportista experto: concéntrate en tus motivaciones originales e intenta poner en relación tu entrenamiento con tu sistema de valores.

       RESOLVER PROBLEMAS DE LA IDENTIDAD ATLÉTICA

      Hay dos tipos de soluciones para ayudar a mejorar la identidad atlética. Podrías cambiar la creencia subyacente que tienes sobre ti como deportista (tu autoesquema atlético), o simplemente puedes fingir una identidad que no es la tuya. Sí, puedes fingirla. Se llama actuar. Cambiar tu autoesquema es una estrategia de dentro afuera (manejando pensamientos para cambiar sentimientos que cambien acciones), mientras que fingirlo es una estrategia de fuera adentro (manejar acciones para influir en sentimientos que cambian pensamientos). Ambas estrategias se basan en buenas pruebas científicas. La primera funciona tratando la causa raíz fundamental, pero requiere tiempo, esfuerzo y más motivación por tu parte. La segunda es una solución rápida, pero no trata de manera directa el problema subyacente. Recomendamos utilizar ambas técnicas porque te ayudan a desarrollar una identidad atlética madura con más rapidez que si utilizaras cada una de ellas por separado.

       Desarrollar tu identidad atlética resolviendo tu autoesquema

      Con independencia del tipo de problema en torno a la identidad que estás experimentado, la solución más directa consiste en cambiar el código fuente subyacente, tu autoesquema atlético. Recuerda, el autoesquema atlético es el andamiaje cognitivo que consiste en pensar y sentir como un atleta. Sí, así que necesitamos cambiar eso. Pero. ¿cuán realista es esperar cambiar tu sistema de creencias fundamental como atleta y recalibrar las expectativas que tienes de ti mismo en el deporte? Resulta que es por completo realista. Solo requiere un poco de trabajo.

       Aprieta los dientes: vamos a profundizar

      Debemos ponernos metafísicos durante un momento. Ahora que nos hemos familiarizado con los conceptos de autoesquema atlético, identidad atlética y autoconcepto, vamos a presentar otro concepto: el tú definible.

      El tú definible hace referencia a tus características, atributos y experiencias que pueden medirse de forma objetiva. Por lo tanto, te guste o no, el tú definible está simplemente ahí. Paciencia. Por ejemplo, pesas 74 kilogramos, tienes un 28 por ciento de grasa corporal, tienes una potencia umbral funcional de 245 vatios, has vivido en siete casas distintas, tienes dos hijos, has tenido nueve empleos, has finalizado cuatro medias maratones, no tienes apéndice y te han puesto dos multas por exceso de velocidad. El tú definible es lo que es. No puedes cambiar el pasado. Es como una enciclopedia, ofrece el resumen de ti mismo, pero con menos mentiras. Conocer la diferencia entre los diversos aspectos del «yo» es el primer paso crítico para solucionar las jodidas cosas que has creado sobre ti mismo en tu propia cabeza. Para mostrarte por qué son cosas jodidas necesitamos una analogía.

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       La analogía de la partida de ajedrez

      Piensa en el tú definible como si fuera un tablero de ajedrez. Es una cosa objetiva en cualquier punto particular del tiempo. Existe con independencia de si se juega una partida o no. Igual que no hay que debatir si un tablero de ajedrez contiene cuadrados o círculos, no hay que debatir que has corrido los 10 000 en 44:55 (o el registro personal que tengas), que pesas 77 kilogramos, que quedaste entre los diez primeros en los nacionales, que en la bicicleta puedes aguantar 215 vatios durante una hora, que nunca has hecho un Ironman y que abandonaste tu primer 70.3 porque sufriste un ataque de asma mientras nadabas. No puedes cambiar esos hechos. Simplemente están ahí. Ese es tu tablero de ajedrez.

      En cambio, los pensamientos y sentimientos que tienes sobre ti mismo son tus piezas de ajedrez. Son las representaciones mentales de tu tú definible, además de los pensamientos sobre los pensamientos (llamado metacognición, como «¡No me gustaría sentirme así!» o «¿Por qué tengo este pensamiento?»). Cada pieza de ajedrez es un pensamiento o emoción diferente. Algunas son pensamientos agradables, otras desagradables; algunas negativas, otras positivas. «Sentirse gordo» es una pieza de ajedrez porque es un pensamiento, mientras que tu composición corporal real forma parte de tu tablero de ajedrez. No sentirse como un deportista es una pieza de ajedrez; ser un deportista forma parte de tu tablero de ajedrez (si entrenas y compites en un deporte eres un deportista, ¡te guste o no!). Pensar «Yo nunca podría hacer eso» es una pieza de ajedrez basada en aspectos del tú definible: lo que has hecho en el pasado, tu condición física o nivel de habilidad, etcétera. Es irrelevante que puedas hacerlo o no, porque es una representación subjetiva, una evaluación de ti mismo y lo que crees que puedes hacer.

      A veces, tus piezas de ajedrez atacan a otras piezas, y a veces se defienden. A veces están en silencio y simplemente permanecen ahí quietas. Por ejemplo, quizá algunos días te sientas como un deportista, pero otros días no. Algunos días tienes mucha confianza en tu habilidad deportiva; otros días no. Las piezas se mueven, pero el tablero no. Cuando llenamos el tablero con piezas de ajedrez puede resultar abrumador porque compiten por nuestra atención y pueden hacernos pensar que su evaluación es real. Cuando pasas tiempo preocupándote por tu preocupación (metacognición), estás añadiendo aún más piezas. Cuando tu cabeza se ocupa de una batalla sangrienta, entre pensamientos de no ser lo suficientemente bueno o valioso