Simon Marshall

La mente del deportista


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haría milmillonario! Bueno, espera, se llama Facebook, también conocido como programa de manejo de impresiones. Recuerda esto la siguiente vez que alguien publique una captura de pantalla de sus estadísticas de entrenamiento. En el capítulo 5 explicamos el manejo de impresiones con más detenimiento, y los chanchullos que la gente hace en Facebook.

      Un aspecto de tu mundo interno es tu identidad atlética, que es el grado en que te identificas con el hecho de ser un atleta y cómo contemplas a otros para confirmar o validar tus creencias sobre tu condición de deportista. La identidad atlética consiste en pensar y sentirse totalmente como un deportista. No tiene nada que ver con lo rápido que seas, cuánto compites ni cuánto entrenes. Aunque estos detalles pueden ser indicios de tener una identidad atlética madura, sin duda no son necesarios. Si quieres mejorar de verdad, debes leer uno de los artículos científicos que desarrollaron este concepto.1 Por lo tanto, ¿qué es lo que forma una identidad atlética madura?

      1. En la actualidad participas en deportes o actividades físicas.

      2. Te sientes cómodo llamándote a ti mismo «deportista».

      3. Te sientes cómodo cuando otros te llaman «deportista».

      4. Tú «posees» tu habilidad deportiva. No te sientes avergonzado de ella, ni sientes la necesidad de demostrar tu habilidad deportiva a otros.

      5. Cuando hablas sobre tu habilidad o tu rendimiento no te pierdes en demasiadas autocríticas ni autoensalzamientos (decir a la gente lo bueno que eres).

      6. Mantienes un equilibrio saludable entre tu deporte y otras actividades. Tu habilidad y/o rendimiento en el deporte no es la única contribución a tu autoestima. Tienes amigos que no son deportistas, y con frecuencia en situaciones sociales hablas de temas no relacionados con el deporte.

      7. Cuando las cosas se ponen difíciles (por ejemplo, perder, fracasar, recibir un castigo, lesionarse, etc.), tienes reacciones emocionales que la mayoría de la gente considera razonables.

      Un signo de que ya tienes algún nivel de identidad atlética es el hecho de que estés leyendo este libro. De nuestra definición captarás que hay dos elementos en la identidad atlética: tus pensamientos y sentimientos internos como deportista y hasta qué punto otros te consideran un deportista (o, hablando con más propiedad, cómo percibes tú que te ven).2 Cuando hacemos deporte de resistencia desarrollamos nuestras identidades atléticas interna y externa: aprendemos habilidades y técnicas, desarrollamos nuestra condición física e interactuamos con compañeros deportistas. Nuestro uso del deporte para definir nuestra condición de deportista es un indicio de que nuestra identidad atlética interna está madurando. «Soy triatleta.» «Practico crossfit.» «Soy corredor.» Cuando nos damos cuenta de que otros nos llaman deportista tenemos un signo de que nuestra identidad atlética externa es más fuerte.

       Secretos para desarrollar una identidad atlética madura

      Tener una identidad atlética madura es crucial para convertirse en un deportista valiente. Observa que cuando describimos la identidad atlética ideal utilizamos la palabra madura en lugar de fuerte. Una identidad madura es la que ha crecido por completo y no se ha desarrollado a expensas de otras identidades (por ejemplo, como pareja, trabajador, amigo, etcétera). Una identidad atlética madura promueve la confianza en uno mismo, la autodeterminación y una sensación de una competitividad saludable. Aunque una identidad atlética fuerte también promueve estas cualidades, suele venir con muchos aspectos con consecuencias negativas. Por ejemplo, las personas con una identidad atlética muy fuerte suelen esforzarse por superar las lesiones y, cuando no pueden entrenar, sufren una angustia emocional excesiva.

      Para saber cómo desarrollar la identidad atlética necesitamos profundizar un poco más en sus raíces psicológicas, el incómodo «autoesquema». Hace referencia a los pensamientos que la gente tiene sobre sí misma en distintas áreas de la vida, una especie de huella mental de quiénes son, lo que pueden hacer y cómo creen que los perciben los demás. Debemos considerar un autoesquema como un andamiaje cognitivo o un autoestereotipo: cómo se forman los pensamientos sobre aspectos de uno mismo. «Yo no soy tan competitivo» o «Soy una persona bastante extrovertida» son afirmaciones sobre autoesquemas. Tenemos autoesquemas sobre muchas esferas distintas de nuestra vida: nuestra identidad como pareja sentimental, como empleado o estudiante, como padre, como amigo, como deportista o lo que sea. Todas estas identidades alimentan un «autoconcepto» más amplio, un sentido absoluto de quién eres, cuáles son tus atributos, y qué y por qué determinadas cosas son importantes para ti. La fuerza de tu autoconcepto absoluto está determinada por la importancia relativa que concedes a cada una de tus identidades. Por ejemplo, si consideras que ser un buen padre (tu identidad como progenitor) es más importante que ser un buen deportista (tu identidad atlética), entonces tu identidad como progenitor contribuye más a tu autoconcepto absoluto que tu identidad atlética. Seguramente tus autoesquemas individuales están interconectados. Después de todo, los pensamientos y los sentimientos no existen en el vacío. Sentirse molesto o asombrado por un aspecto de tu vida puede contaminar tus otras identidades. Es bastante inusual encontrar deportistas que sufran de nudos de autoesquema en solo un aspecto de sus vidas. Esto es de hecho una buena noticia, porque significa que mejorar el modo en que piensas y sientes sobre ti mismo como deportista puede tener un efecto positivo también en otras áreas de tu vida.

      Tu autoesquema deportivo se desarrolla a partir de los recuerdos de tus experiencias, pero también se ve influido por las expectativas de cómo crees que será tu yo futuro en determinadas situaciones. Por ejemplo, sin duda tu autoesquema como corredor sería fuerte si en la universidad corrieras en pista y campo a través, pero también podrías tener un autoesquema básico de triatleta aunque nunca lo hayas sido. ¿Por qué? Porque conoces la disciplina y el compromiso necesarios para ser un deportista, y en la actualidad nadas y montas en bicicleta para estar en forma. En áreas en las que tienes poca o ninguna experiencia, o simplemente te son indiferentes, tal vez no tengas ningún esquema en absoluto. En estos casos se dice que en esa área careces de esquema. Por ejemplo, yo carezco del esquema de granjero. Lesley carece del esquema de una persona mañosa y organizada. Ejem.

      Tu AUTOESQUEMA configura tus expectativas de lo que crees que puedes hacer, lo que intentas y en qué persistes, cómo explicas tus éxitos y tus fracasos, y cómo quieres que otros te vean en determinadas áreas de la vida.

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      Es importante entender el autoesquema de un deportista, porque nos ayuda a hacer predicciones sobre los tipos de situaciones que es probable que sientan como estresantes, retadoras y las que ofrezcan recompensas, y, de forma crítica, en qué aspectos necesitamos centrarnos para ayudarlo a mejorar la confianza en sí mismo y el valor, a asumir responsabilidad y aprender destrezas de aceptación («poseerlo»). Esto significa que desarrollar una identidad atlética madura requiere que tu autoesquema como deportista esté en cierta medida libre de errores. ¿Cómo sabemos si tienes muchos errores en tu autoesquema? Sencillo. Te pedimos que te describas a ti y a tu condición deportiva, y escuchamos lo que dices y cómo lo dices. Te pediremos que hagas eso más adelante, y después te enseñaremos a convertirte en tu propio psiquiatra.

      En este capítulo nos centramos en los deportistas que necesitan mejorar o fortalecer su identidad atlética, como por ejemplo Katherine. Dedicamos otros capítulos de este libro a ayudar a los deportistas a afrontar el problema exactamente opuesto: un sentido demasiado desarrollado de la identidad atlética y la basura que sale cuando te conviertes en un personaje unidimensional.

      Es importante señalar que no hay conocimientos que respalden aquello que se requiere para tener su identidad atlética desarrollada y madura.