Simon Marshall

La mente del deportista


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aprendido parte de la anatomía funcional del cerebro, ha llegado el momento de concentrarnos en cómo perjudica a tu pensamiento y rendimiento deportivo. Recuerda que se encuentra en un conflicto constante. A modo de ejemplo, examinemos cómo responden nuestros cerebros chimpancé, profesor y computador a la ansiedad de la competición causada por la presión de las altas expectativas (véase el recuadro «Es el día de la competición... ¡Hurra! O no»).

      Es el día de la competición... ¡Hurra!

       O NO

      ES EL MEDIO MARATÓN DE TU CIUDAD. Llegas al lugar de la competición temprano por la mañana y, figuradamente, o a veces literalmente, te lo estás haciendo en los pantalones. Has tenido una serie de buenos resultados (un récord personal, un podio, has vencido a un antiguo rival, etc.), pero esta mañana no te sientes demasiado bien. Notas las piernas un poco pesadas, y por alguna razón desconocida no te sientes muy motivado. Después ves a dos deportistas de tu grupo de edad que son tus peores rivales. Parecen estar tremendamente en forma, fuertes y confiados. En primer lugar, tu tálamo (una estructura del cerebro chimpancé) capta esta información de tu sistema visual. Tu amígdala (otra estructura del cerebro chimpancé) llena tu cerebro de neurotransmisores que te producen ansiedad, nerviosismo y un poco de náuseas. Empiezas a preocuparte por perder tu «buena estrella», te preocupas por lo que otros pensarán de tu buen rendimiento reciente, y porque no deberías competir debido a tu dolor de garganta.

      El cerebro computador determina con rapidez que nunca compites bien cuando te sientes un poco mal y poco motivado, y todos tus rivales están presentes. Sientes que en cierto modo eres un impostor. Tu chimpancé ha tomado firmemente el control. A modo de doble golpe, tu chimpancé te castiga con sustancias químicas. Te llena de neurotransmisores para asegurarse de que no interfieres con su propia reacción. Tu chimpancé está convencido de que tu vida peligra. Se encuentra en estado de alarma, preparándose para una lucha a vida o muerte. Tu cerebro profesor intenta tomar el mando diciendo: «Todo está bien, es solo una competición», pero nadie le hace caso.

      Mientras te diriges a la línea de salida, sientes que necesitas ir al baño por cuarta vez. Cuando comienza la carrera, sales con demasiada fuerza y en dos minutos entras en déficit de oxígeno. Tienes que bajar el ritmo y te dejas caer del grupo con el que estabas corriendo. Eres consciente de lo que está ocurriendo, y tu cerebro profesor empieza a recriminarte por haber comenzado con tanta fuerza.

      Pasas la marca de los ocho kilómetros muy por debajo de lo esperado, y empiezas a pensar que esta carrera ya ha terminado para ti. Tus rivales te aventajan en dos minutos, y aunque podrías mejorar un poco, sueles empeorar en el tramo final. Te pones furioso. No hace falta decir que confirmas tus expectativas. Terminas octavo en tu grupo de edad, cuatro minutos por detrás de personas a las que deberías haber vencido. Una vez finalizada la competición, ves a tu familia.

      Ahora, tu cerebro profesor toma el control y empieza a disculparte ante tu familia por hacerles perder el tiempo y haberlos hecho levantarse tan temprano para verte en una carrera tan terrible. Tu cerebro computador envía más información para que el virus sea mayor: no compites bien cuando estás bajo presión. Y el ciclo continúa. ¿Te suena familiar?

       Resumiendo

      El cerebro profesor trata con hechos, verdades y lógica. Basándose en instintos e impulsos, el cerebro chimpancé trata con sentimientos, impresiones y emociones. El cerebro computador actúa como una máquina que recibe órdenes del chimpancé o del profesor, y para que no tengas que pensar demasiado, ejecuta programas almacenados basándose en tus experiencias y recuerdos. Todos estos sistemas cerebrales luchan por tener el control.

      Aprender a tranquilizarte y estar a la altura de las circunstancias tiene que ver con reconocer qué cerebro lleva el control y después tener una DISPUTA CEREBRAL para que tome el control el cerebro adecuado.

       ¿Cómo sé qué cerebro tiene el control?

      Aparte del método de imagen por resonancia magnética que describimos antes, hay una forma sencilla de averiguar qué cerebro tiene el control en un determinado momento. Como recomienda el doctor Steve Peters, puedes simplemente hacerte esta pregunta: «¿Quiero pensar o sentirme así?». Si la respuesta es no, tu chimpancé está al mando. Si la respuesta es sí, tu profesor está al mando. Es así de simple.

      Las investigaciones han revelado que algunos de nosotros pasamos el 95 por ciento del día deseando pensar o sentir alguna otra cosa. Así, en esencia, muchos tenemos un problema con nuestro chimpancé. Nuestros cerebros están siempre secuestrados por el chimpancé, que despliega cosas que no queremos pensar ni sentir. Dado que tu chimpancé se ha alistado a la «operación salvarte», reaccionará a cualquier amenaza percibida. La información sensorial entrante va directa a una centralita del sistema límbico (el tálamo) que enciende la alarma. La amígdala escucha la alarma y pierde los papeles. El chimpancé grita: «¡Socorro, socorro! ¡Haz algo!». Pero no puedes enfadarte con él, ¡es solo un chimpancé! ¿Te enfadarías con un perro o un niño pequeño? Bueno, tal vez. Sucede que no puedes echar la culpa a tu chimpancé. Actúa con el deseo de salvarte. Está programado de esa forma y no hay nada que puedas hacer con ello, aunque no necesites que te salven.

      El cerebro profesor sabe que tu reacción chimpancé es ridícula. Después de todo, es solo una sesión de entrenamiento o una competición. Nadie va a morir. Pero esta es la cuestión: tu chimpancé es difícil de contener. Recuerda que tus cerebros están programados para que toda la información entrante llegue antes al chimpancé. Piensa cinco veces más rápido que tu cerebro profesor y tiene una fuerza cinco veces mayor. En resumen, no detendrá su acción para volver a su jaula. En realidad, eso es bueno. Recuerda que tu chimpancé está ahí para protegerte. Pero de daños reales. Puesto que es un chimpancé, no tiene la inteligencia necesaria para saber qué es real y qué fantasía. Todo lo que sabe es que intentar marcar un récord personal en la carrera de 10 kilómetros del Día de Acción de Gracias es similar a tomar una trinchera en la Primera Guerra Mundial. Antes de pasar al más bien aburrido y no amenazante mundo del atletismo, el ciclismo o la natación, solo debemos asegurarnos de que nuestro chimpancé se sienta seguro.

       Un plan de ataque para el problema de tu chimpancé

      En primer lugar, debes llegar a conocer bien a tu chimpancé, y esto comienza con la comprensión de nuestro modelo mental (por ejemplo, leer este libro). Esto nos lleva a una regla dorada del entrenamiento del chimpancé: Nunca, pero nunca, intentes controlar a tu chimpancé con fuerza bruta. Perderás. Siempre. Tu chimpancé es mucho más fuerte que tú y puede actuar muchas veces más rápido.

      Debes ser más astuto. Debes aprender a alimentar a tu chimpancé averiguando en primer lugar qué es lo que le puede hacer enfadar. Esto conlleva asegurarse de cubrir las necesidades fundamentales de tu chimpancé (instintos e impulsos). Si te han descrito como una persona muy competitiva (es decir, alguien a quien le encantan los retos, que odia perder y que convierte todo en una competición), a menudo se debe a que una necesidad fundamental de reconocimiento y aceptación de tu chimpancé ha quedado frustrada. Parte de la psicología del deporte consiste en identificar las necesidades que deben cubrirse del chimpancé, de forma que se pueda entrenar y competir con un chimpancé feliz. A partir de ahí, tendrás que manejar sus explosiones e instalar algún programa antivirus. Lo que debes tener en cuenta es que tu chimpancé no puede actuar solo. Debe tener tu permiso. De hecho, el chimpancé solo te ofrece un curso de acción. Sí, a menudo te ves obligado a someterte ante los mensajeros químicos (neurotransmisores), pero sigue siendo una elección. Hacer que el cerebro profesor tome el mando es similar a sacar a un ejecutivo borracho de debajo de la mesa, ponerle sobrio y hacer que vuelva a dirigir la empresa.

      Y ahí es donde comienza nuestro viaje.

      1 Alok Jha, «Human Brain Result of “Extraordinarily Fast” Evolution», The Guardian, 28 de diciembre de 2004, http://www.theguardian.com/science/2004/dec/29/evolution.science.

      2 Christopher Wanjek, «Left Brain vs. Right: It’s a