esencial de la fonación. Es un órgano impar y simétrico, en forma de cono vacío tapizado interiormente por una mucosa y ubicado en la parte media y anterior del cuello. Está compuesto esencialmente por cartílagos unidos entre sí por ligamentos y músculos que le facilitan la movilidad.
En la parte superior de la laringe encontramos el hueso hioides. La movilidad de este hueso resulta esencial para el funcionamiento natural de la voz.
El hueso hioides es el aparato suspensor de la laringe. Podemos observar que al hablar o cantar, la nuez del cuello presenta movimientos verticales constantes; estos movimientos son necesarios para la articulación de las vocales; por ejemplo, cuando articulamos la /i/, la laringe asciende, y cuando articulamos la /u/, desciende. Tres grupos de músculos facilitan la ejecución de estos movimientos.
El hueso hioides tiene forma de semianillo cóncavo hacia atrás, situado exactamente por encima del cartílago tiroides, al cual está unido por diversos ligamentos.
Podemos entender que el aparato suspensorio de la laringe es de suma importancia a la hora de hablar o cantar, por ello haré una pequeña descripción de los músculos más implicados en la voz.
Estos músculos se dividen en dos grupos: músculos infrahioideos y músculos suprahioideos.
Los músculos infrahioideos vinculan el hueso hioides y el cartílago tiroides con la clavícula, el esternón, la escápula y el primer cartílago costal.
Los músculos infrahioideos son cuatro: esternotiroideo, tirohioideo, esternocleidohioideo y omohioideo.
Estos músculos descienden la laringe al atraer hacia abajo el cartílago tiroides y el hueso hioides. Además ayudan a descender la mandíbula en la abertura forzada de la boca.
Los músculos suprahioideos vinculan el hueso hioides con el cráneo. Nos interesa particularmente saber que estos músculos relacionan también el hioides con el suelo de la boca y la mandíbula.
Los músculos suprahioideos son cuatro: genihioideo, milohioideo, digástrico y estilohioideo. Estos músculos son elevadores de la laringe y colaboran en la apertura de la boca.
Nos conviene saber las relaciones de estos músculos con el aparato fonador al trabajar la postura corporal y las tensiones musculares.
Figura 2. Visión anterior de la laringe.
Los principales cartílagos de la laringe son: la epiglotis, el tiroides, el cridoides y los aritenoides.
La epiglotis es un cartílago elástico en forma de lengüeta prolongada que recuerda una raqueta de tenis. La lengüeta se sitúa por detrás de la base de la lengua y el mango se prolonga hasta fijarse en el cartílago tiroides (estuche de las cuerdas vocales). La epiglotis hace de tapadera de la vía respiratoria baja en la deglución; en el momento de deglutir, la laringe sube y la epiglotis baja, cerrando el conducto y dejando paso libre a los alimentos hacia el esófago. Cuando esta función no se cumple correctamente, una partícula alimenticia puede acceder a la vía respiratoria (es cuando decimos que “se ha equivocado de camino”); en tal caso, la tos será la encargada de expulsar el cuerpo extraño.
El cartílago tiroides es el más grande y tiene forma de libro abierto hacia atrás. Está constituido por dos láminas cuadriláteras que se unen en la línea media originando en esta zona una prominencia llamada nuez o bocado de Adán, más visible en el varón. Las dos láminas son más o menos planas y presentan prolongaciones o astas que corresponden a sus ángulos posteriores. Las astas inferiores se articulan con el cartílago cricoides.
El cartílago cricoides tiene forma de anillo de sello; es el más inferior de los cartílagos de la laringe. En la parte superoposterior, y a cada lado, se sitúa la articulación correspondiente a los cartílagos aritenoides. La parte inferior del cricoides indica el final de la laringe y se halla unida al primer anillo traqueal.
Los cartílagos aritenoides son pares y simétricos. Tienen forma de pirámide triangular y en su base se articula el cartílago cricoides. Lateralmente se prolonga hasta el músculo vocal, que constituye el esqueleto de la cuerda vocal o pliegue vocal.
La superficie interna de la laringe está recubierta por una mucosa que continúa hacia arriba con la de la faringe y hacia abajo con la de la tráquea.
A ambos lados de la superficie interna de la laringe encontramos dos pares de pliegues superpuestos: las bandas ventriculares, o falsas cuerdas, y las cuerdas vocales. Las bandas ventriculares tienen función protectora de la vía respiratoria baja y no se relacionan con la voz, salvo en determinadas patologías.
Figura 3. Visión de la laringe seccionada en sentido craneocaudal.
Las cuerdas vocales son en realidad unos pliegues situados por debajo de las bandas ventriculares, los cuales en su espesor contienen el músculo vocal y el ligamento vocal; este ligamento es de color blanquecino y la mucosa que lo cubre le da un aspecto brillante. El ligamento vocal se encuentra en el borde de cada pliegue y semeja una cuerda; de ahí su nombre: cuerdas vocales.
Las cuerdas vocales se insertan, en su parte anterior, en el cartílago tiroides, y su porción posterior, en los aritenoides, donde se articulan. Se abren o se cierran en función de los movimientos que realizan los aritenoides, y se alargan o se acortan en función de los movimientos basculares del cartílago tiroides.
La longitud de las cuerdas vocales es aproximadamente de 10 a 25 mm (según diferentes autores); son más largas en el hombre que en la mujer.
Toda la mecánica vocal es posible gracias a la acción coordinada de una serie de músculos y de los nervios que los inervan. Insisto en aclarar que su descripción detallada no es el objeto de esta obra.
El espacio que se encuentra entre ambas cuerdas vocales se llama glotis. A este nivel, la laringe se divide en tres parte: glotis, supraglotis si está por encima, y subglotis si está por debajo.
Entre las bandas ventriculares y las cuerdas vocales encontramos un espacio llamado ventrículo de Morgagni.
Figura 4. División de las zonas de la laringe.
En posición respiratoria, las cuerdas vocales permanecen abiertas dejando libre la vía respiratoria. En la fonación o el canto, se cierran.
La voz se produce a partir del aire espirado al pasar por las cuerdas vocales en actitud cerrada. Ante la voluntad de hablar o cantar, las cuerdas se cierran de manera que el aire procedente de los pulmones no puede salir; se crea entonces una presión subglótica que debe vencer la resistencia que le ofrecen las cuerdas vocales. La mucosa que tapiza las cuerdas vocales es móvil y cede ante la presión, formando unas pequeñas ondulaciones verticales que transportan el aire a diferentes velocidades. Cada apertura es un ciclo (ciclos por segundo); la suma de estos ciclos determinará la frecuencia fundamental o tono. A mayor velocidad de apertura y cierre, mayor altura tonal. La frecuencia se mide en hercios. Se puede ver la relación que corresponde a cada tono en ciclos por segundo en la figura 12.
Figura 5. Visión de laringe. A. En la inspiración. B. En la fonación.
Las ondas formadas a nivel de las cuerdas vocales producen un sonido prácticamente inaudible y carente de sentido lingüístico (frecuencia fundamental); este sonido se modificará en las estructuras de la resonancia.
Se cree que las diferencias tonales dependen, además de las aperturas glóticas, del grado de tensión o longitud de las cuerdas vocales, y ésta se relaciona con la facultad que tiene la laringe de bascular. Por ejemplo, cuando el cartílago tiroides bascula hacia delante y abajo, las cuerdas vocales ganan en longitud y su masa relativa disminuye,