Julio Calleja González

Fisiología, entrenamiento y medicina del baloncesto (Bicolor)


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exigencia tanto física, como psíquica, técnica y táctica de estas jugadoras.

      Desde el punto de vista físico, ya en 1979, Cataniciu describió el baloncesto como un deporte complejo, con una solicitación metabólica aeróbica y anaeróbica altas, y con exigencias que requieren agilidad, destreza y explosividad. Desde entonces, el conocimiento fisiológico del baloncesto femenino ha mejorado de forma notable, en gran parte gracias a los trabajos publicados por el grupo dirigido por Nicolás Terrados.

      El objeto de este capítulo es sintetizar los conocimientos existentes en la bibliografía sobre la fisiología del esfuerzo en el baloncesto femenino, y presentar una forma de aplicarlos al trabajo práctico con un equipo de la máxima categoría del baloncesto femenino español.

       2. PECULIARIDADES FISIOLÓGICAS DE LA MUJER

      Las diferencias anatómicas y antropométricas entre sexos son conocidas, y aunque son menores durante la infancia, se hacen más evidentes a partir de la pubertad. Las mujeres son más bajas, pesan menos, tienen menor masa muscular (MM) y mayor porcentaje de grasa que los hombres. Las jugadoras de baloncesto no son una excepción, lo que unido al hecho de que en este deporte las características biométricas son determinantes hace que el rendimiento en valores absolutos no sea comparable entre ambos géneros.

      Desde el punto de vista cardiorrespiratorio, para una misma intensidad de esfuerzo las mujeres entrenadas tienen un volumen minuto cardíaco semejante a los hombres ya que compensan su menor volumen sistólico con frecuencias cardíacas (FC) mayores, por lo que a intensidades submáximas las mujeres tienen FC más altas que los hombres. En las pruebas respiratorias, las diferencias entre sexos se deben principalmente al tamaño corporal, siendo semejantes las adaptaciones cardiorrespiratorias que se producen con el entrenamiento de resistencia.

      No se han encontrado diferencias entre géneros, ni en la distribución de tipos de fibras musculares, ni en la concentración de ATP o fosfocreatina de las mismas, ni tampoco en los mecanismos de control motor.

      Las mujeres tienen en general un consumo máximo de oxígeno (O2 máx) del 15% al 30% menor que los hombres, sobre todo si se expresa relativo al peso corporal, por varias razones: su mayor masa grasa; su menor concentración de hemoglobina, y su menor capacidad de incrementar la diferencia arteriovenosa de oxígeno. Sin embargo, no se han encontrado diferencias entre géneros en el umbral anaeróbico, en el equivalente de lactato, en las curvas de lactato o en los incrementos que se producen en el O2 máx con el entrenamiento de resistencia, y cuando existen estas diferencias, pueden ser explicadas por los diferentes tipos de entrenamiento.

      Las mujeres tienen menor potencia y capacidad anaeróbica que los hombres, tanto en valores absolutos como relativos. A pesar de ser datos referidos al peso corporal, la capacidad de realizar trabajos máximos de 10, 30 y 90 s, en personas sedentarias, es en las mujeres un 31-37% menor que en los hombres, aunque los estudios que han comparado con la misma metodología la concentración de lactato (LA) máxima en hombres y mujeres, después de un esfuerzo extenuante de alta intensidad, no han encontrado diferencias concluyentes.

      En valores absolutos las mujeres tienen menos fuerza que los hombres, principalmente debido a su menor MM. Aunque no existen diferencias en la fuerza de los miembros inferiores, cuando ésta se expresa en relación con la MM, sí que las mujeres muestran menos fuerza en la parte superior del cuerpo, incluso cuando se expresa relativa a la cantidad de músculo. Como respuesta al entrenamiento de fuerza, las mujeres pueden obtener mejoras del 20% al 40%, que son tan importantes como en los hombres; sin embargo los mecanismos parecen ser diferentes, ya que en los varones se produce una mayor ganancia de MM, derivada sobre todo del diferente entorno hormonal, mientras que las mujeres pueden obtener estos beneficios basándose más en adaptaciones neurales.

      El género femenino no se encuentra en desventaja en todas las cualidades físicas. Se ha descrito que las mujeres son hasta un 10% mejores que los hombres en algunas pruebas de habilidad manual. Aunque el baloncesto en algunas de sus acciones, como el tiro a canasta, exige un elevado grado de destreza, la aplicabilidad de los resultados de esas pruebas a estos gestos deportivos es cuestionable, ya que los mismos pueden estar influidos por factores socioculturales. Aunque se han encontrado estas diferencias entre ambos sexos en la habilidad manual, no se puede decir lo mismo de la agilidad, referida como la capacidad coordinativa motora de todo el aparato locomotor.

      La mejor flexibilidad de las mujeres parece estar producida por la influencia de los estrógenos, que determinan un mayor contenido de agua y grasa de la musculatura, lo que disminuye la densidad del músculo y por tanto su resistencia al estiramiento.

      Los datos sobre capacidad de esfuerzo en las diferentes fases del ciclo menstrual son confusos. En las investigaciones que han abordado este tema existen problemas metodológicos, ya que: a) no se ha determinado adecuadamente cuál es la fase del ciclo menstrual, por lo que no se sabe si se ha producido o no la ovulación; b) los tamaños muestrales son pequeños, y c) algunos trabajos se han realizado con mujeres sedentarias.

      Aunque no parece existir un modelo generalizable sobre cuál es la mejor fase para obtener el óptimo rendimiento deportivo, algunos autores han informado de mejoras de la fuerza máxima en torno al 20% mayores, si dicho entrenamiento se sincroniza con el ciclo menstrual (Reis, 1995).

      Teniendo en cuenta todas estas peculiaridades, es lógico pensar que los métodos de entrenamiento utilizados en los varones no se pueden aplicar directamente a las mujeres ya que son morfológicamente distintas, y en algunos aspectos funcionales, sobre todo los relacionados con la regulación hormonal del ejercicio, tienen una respuesta diferente.

       3. COMPOSICIÓN CORPORAL DE LAS JUGADORAS DE BALONCESTO

      Las diferencias en composición corporal entre los diferentes puestos de juego en el baloncesto femenino son evidentes. En estudios realizados mediante hidrodensitometría en jugadoras estadounidenses se han encontrado porcentajes de grasa (% graso) medios de entre el 17% y el 21%, siendo las bases las que tenían un menor porcentaje (14,6%), mientras que las aleros y las pívots mostraban un 17,5% y un 20,8%, respectivamente. En los trabajos que han determinado este % graso mediante la medición de pliegues cutáneos los resultados son diversos, y se han descrito desde valores medios de 15,7% hasta cifras con un rango de entre 15,8 y 26,9%. En referencia a la distribución del % graso por puesto de juego, algunos investigadores han informado que las aleros pueden tener unos pliegues cutáneos tan altos como las pívots.

      Las jugadoras de la Selección Nacional han mostrado una suma de 6 pliegues (subescapular, tríceps, supraspinoso, abdominal, muslo anterior y pierna media) de 87,9±26,9 mm (media±DE), sin que las diferencias entre las posiciones de juego fueran estadísticamente significativas.

      Nuestros datos concuerdan con los de este último trabajo, con valores medios de este parámetro de 87,4+26,5 mm (+DE) y con notables diferencias entre los distintos puestos (67,8+9,4, 82,0+17,7, 127,7+1,3 mm, para bases, alas y pívots, respectivamente).

      Cabe destacar que el % graso ha demostrado tener un significativo valor predictivo del rendimiento en jugadoras universitarias canadienses.

       4. PERFIL FISIOLÓGICO DEL BALONCESTO FEMENINO

      El baloncesto y sus diferentes acciones de juego implican la participación de las vías metabólicas tanto aeróbica como anaeróbica láctica y aláctica. La importancia de cada tipo de energía en el desempeño físico de este deporte ha sido motivo de debate en la literatura, y como consecuencia de ello, existen numerosos artículos que estudian este tema en el baloncesto masculino. En el caso del baloncesto femenino, la evidencia científica es más escasa. Ya en 1979, Vaccaro et al. dudaban de la importancia relativa del metabolismo aeróbico en un juego orientado hacia la habilidad y, en donde el tiro, el dribbling y los pases son fundamentales. Dal Monte et al. (1987) han descrito el baloncesto como un “deporte basado en una buena potencia anaeróbica y una