Ricardo Capponi

Chile: un duelo pendiente


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de justicia y reconciliación en el Antiguo Testamento

       C. Aporte al proceso de reparación desde las ciencias sociales

       Epílogo

       Bibliografía

      El impulso inicial que me llevó a reflexionar en torno a este tema desde la psicología nació al escribir un artículo solicitado por la directiva de Revista Mensaje, y publicado en mayo de 1997: “Omnipotencia, madurez y perdón”.

      Posteriormente, el contacto con la obra de Otto Kernberg, en especial su libro Ideology, Conflict, and Leadership in Groups and Organizations, me indujeron a pensar la importancia del liderazgo en la conducción de un conflicto social. El tema de la imposibilidad de reconciliación en el ámbito social y de la importancia de la razón reparadora en la elaboración de un proceso de duelo social, fue inspirado en un texto de Fred Alford, Melanie Klein and Critical Social Theory.

      La participación en la organización de las actividades culturales del Congreso Mundial de Psicoanálisis, por realizarse en julio de este año, en especial un ciclo de cine que organizamos con los doctores Guillermo de la Parra y Rogelio Isla, me llevaron a considerar y estudiar la importancia del arte en el conocimiento de procesos afectivos complejos.

      De fundamental importancia fue la ayuda de mi esposa, Sra. María Victoria Marshall. Su entusiasmo y apoyo a este trabajo, su crítica aguda y su revisión concienzuda del texto, hicieron posible que este proyecto llegara a término.

      En la elaboración de los conceptos psicoanalíticos aquí vertidos ha sido de fundamental importancia mi psicoanálisis didáctico con la Dra. Eva Reichenstein, de quien estoy profundamente agradecido.

      Quiero mencionar especialmente al Dr. Juan Francisco Jordán por su revisión y comentario de la obra, además de su generoso préstamo de una interesante bibliografía a la que de otra forma no habría tenido acceso.

      Deseo agradecer por su estimulante aporte al apoyo de este trabajo a la Sra. Lucía Santa Cruz, al Sr. Manuel Antonio Garretón, al Padre Antonio Delfau (S.J.) y al Sr. Juan Noemí.

      El capítulo sobre el olvido fue desarrollado a partir de las interesantes sugerencias del Sr. Oscar Godoy. Las observaciones y correcciones propuestas por el Sr. Jorge Marshall fueron de gran ayuda en la elaboración final del texto.

      Los colegas Dr. Alfonso Pola, Dr. Oscar Feuerhake, Sra. Orieta Echavarri, me hicieron importantes sugerencias relativas al proceso de duelo individual de la primera parte del texto. La Sra. Consuelo Morel contribuyó a enriquecer el capítulo VII-A, referido al arte. Los artículos de Pietro Bovati en los que se apoya el desarrollo del capítulo VII-B me fueron aportados por el Padre Rodrigo García (S.J.). Mi hija Valentina Capponi compartió en amenas conversaciones el desarrollo de este trabajo y me sugirió los poemas de Benedetti citados en algunos capítulos.

      Estoy profundamente agradecido del trabajo en la búsqueda de bibliografía, revisión y corrección del texto de la psicólogo Srta. Marcela Jiménez.

      Finalmente quiero agradecer a la Sra. Miriam Vargas, mi secretaria, por su valiosa ayuda en la digitación del texto; a la Sra. Paulina Matta, por su excelente corrección idiomática; a las señoras Marta Mallea y Rosa da Venezia, de Editorial Andrés Bello, por su extraordinaria eficiencia en la preparación de esta obra para ser publicada.

      Introducción

      El ser humano se distingue de los animales por tener conciencia de sí mismo. Esta conciencia proviene de su capacidad reflexiva, que le permite detenerse en el tiempo y reconocer un presente, un pasado y un futuro. Esta cualidad le exige la tarea de proyectarse. Es en esta proyección que incluye su pasado histórico, el momento actual y los anhelos para el mañana, donde se enfrenta con el problema de la libertad.

      Progresivamente el hombre va descubriendo que la libertad no es una cosa, no se encuentra dada y establecida. Es la persona quien se va haciendo libre, y lo hace en relación con un proyecto que deberá desarrollar. Este proyecto le exige elaborar, resolver y superar los obstáculos que le impidan llevar a cabo ese realizarse en libertad.

      El modelo de libertad para el hombre occidental ha estado referido, durante mil quinientos años, al cumplimiento del proyecto divino, comunicado por los profetas del Antiguo Testamento y por la palabra del hijo de Dios en el Nuevo Testamento.

      El Renacimiento, que abre paso a la Modernidad, se descentra de Dios para volverse sobre lo creado por Dios. El desafío de la libertad cambia su punto de gravedad. Se traslada a la preocupación por resolver los asuntos que interfieren con la libertad concreta del hombre. Estos ahora están referidos no a un mandato divino, sino a un modelo antropológico, derivado de las artes, las ciencias y la filosofía.

      De aquí en adelante, el hombre se piensa como autor de su propia libertad. Aunque esto no necesariamente contradice la referencia a la libertad divina —aunque sí la complejiza—, el acento recae más en su propia responsabilidad, en el concebir un proyecto de libertad humana.

      En los siglos venideros se fueron perfeccionando tres grandes alternativas en este camino de búsqueda de libertad:

      a) La libertad que proviene del dominio de la naturaleza. Gracias al conocimiento científico y a la aplicación de la técnica, el hombre resuelve importantes limitaciones derivadas de su condición material.

      b) La libertad que se obtiene de la conducción y el control de las variables sociológicas: de la realidad política, social y económica. Tales variables contienen elementos que tienden a escaparse de las intenciones del hombre, coartándolo en sus propósitos de libertad, igualdad y fraternidad.

      c) El mayor grado de libertad que adquiere el hombre, en la medida en que rompe la cadena rígida de su condicionamiento psíquico, causado por las experiencias vividas en el pasado. Es este tercer ámbito de libertad el que nos interesa tratar en este libro.

      Freud denuncia el condicionamiento de nuestra vida psíquica, producto de las experiencias infantiles vividas en la relación con nuestros progenitores. Y es el mismo Freud quien plantea un método que nos permite ser más libres y salvar ese determinismo. El objetivo de este método es generar cambios psíquicos que rompan la tendencia a repetir las conductas aprendidas en la infancia.

      Para Freud, la mente se construye a partir del exigente trabajo que impone la biología por medio de los instintos, los cuales plantean necesidades que deben ser satisfechas. La fuerza de la biología se canaliza por medio de la libido. Es ésta el vehículo a través del cual la mente aprende a relacionarse con las personas, integrando los deseos más primitivos de descargas sexuales y agresivas, con los más sublimados de amor, ternura y comprensión. Pero en este trayecto la mente no siempre es capaz de elaborar lo que demanda el instinto, y cuando se ve sobrepasada, surge la angustia e inmediatamente se reprime el deseo. De esta manera se va construyendo, en forma paralela, un espacio mental que no tiene acceso a la conciencia, pero que va a estar influyendo en la conducta del sujeto durante toda la vida. La influencia de este sector inconsciente va a ser determinante en la generación de patologías y trastornos del carácter; por lo tanto, el psicoanálisis se propone incorporar a la conciencia aquello reprimido.

      Bajo este concepto, el cambio psíquico se logra en la medida en que se es capaz de suprimir represiones, y de este modo hacer emerger aquello que está oculto. Como esta experiencia se realiza con un yo adulto, el sujeto está más capacitado para incorporar lo reprimido a la vida mental consciente.

      Un segundo gran salto en la concepción del cambio psíquico fue el llevado a cabo por una discípula de Freud, Melanie Klein. Al trabajar con niños, ella observó que, cuando no pueden ser elaborados aquellos estados conflictivos que impone el instinto, la mente recurre a un mecanismo consistente en poner afuera lo que causa dificultad, proyectándolo en un otro, en