María Maratea

Mora. Confesión travestí


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       Prólogo a la segunda edición

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       Epílogo

       Acerca de la autora

      

      Mora

      Confesión travestí

      María Maratea

      Maratea, María

       Mora, confesión travestí / María Maratea ; coordinación general de José Marcelo Caballero. - 1a ed revisada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Petricor, 2021.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: descarga y online

       ISBN 978-987-47563-5-0

       1. Travestismo. 2. Discriminación Social. I. Caballero, José Marcelo, coord. II. Título.

       CDD 305.4

      © María Maratea, 2021

      Dirección editorial: Marcelo Caballero

      Diseño de tapa: Grupo Editorial

      Imagen de tapa: Canva

      Armado edición electrónica: Pampia Grupo Editor

      Avenida Juan B. Alberdi 872, C.A.B.A., Argentina

      Libro de edición argentina.

      Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial

      de esta obra sin previo consentimiento del editor/autor.

      “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene”

      Indio Solari

      Con el título “Mora. Una confesión”, este libro fue publicado por editorial Planeta en el año 2003. Dieciocho años después, debido al interés que el mismo sigue suscitando, se publica esta segunda edición como “Mora. Confesión travestí”, título que siempre creí más justo.

      Surge la idea de reeditarlo, por las tantas satisfacciones que me ha dado durante todos estos años y que aún, me sigue brindando, trascendiendo los límites de la relación libro – lector.

      Punto de inflexión en el testimonio literario, este libro ha sido disparador para la inspiración de la escritura de muchos otros, siendo también elegido, como material de estudio en crónica urbana, marginalidad y estilo, dentro del ámbito académico.

      Si bien, desde entonces, hubo en el mundo y en particular en nuestro país, una serie de avances inclusivos a nivel social, que posibilitaron la ampliación de horizontes en las actividades independientemente de las diversas condiciones de género, la esencia no ha cambiado.

      Cambian los tiempos, cambian las ideas, cambian las escenografías, las formas, los estilos.

      Lo que no cambia es el deseo.

      Por eso, aquí, una vez más, Mora, en esta confesión íntima, narrada con su voz.

      María Maratea

      Buenos Aires - Argentina

      Enero, 2021

      Diez bucal, veinte bucal anal, treinta completo en el coche, cuarenta completo en hotel, cincuenta pareja en el coche.

      Tengo que hacer muy rápido: bichar al tipo cómo habla, cómo mira, qué ropa tiene puesta. Si tiene el traje atrás, hace algún deporte y se cambia en la oficina: tiene plata. Si tiene celular y agenda es organizado, no es un “pichi”. Algunos tienen anillos con un rubí o alguna piedra; a ésos les puedo pedir un poco más.

      Miro que no haya alguien escondido atrás porque me pueden violar o pegar. Me pueden matar.

      Preguntan: cuánto calzás, te anda, venís bien.

      La transa, nunca con la cabeza adentro de la ventanilla. Un metro de distancia, las piernas en tensión y el cuerpo atento. Si acepta subo, pero antes de cerrar miro que la puerta tenga manija del lado de adentro, controlo las trabas y dónde está el encendido del auto para, cualquier cosa, revolear la llave.

      ¿Está dura la calle?, es lo primero que dicen cuando ya estoy arriba. Y mientras los enfilo hacia un lugar oscuro les hablo de cualquier cosa para romper el hielo. Si me gusta, le miro la mano a ver si tiene alianza. Mi sueño es casarme y dejar todo esto.

      Son escapadas. Está el que viene caliente porque la noviecita le dijo que no; el que se quiere vengar de su mujer porque le gasta la plata; el estresado; el gerente que tuvo un día agotador; el que tiene que hacer tiempo; el que se le pinchó el levante; el tachero insomne; el que busca nuevas experiencias; el viejo verde; el merquero que no se le para; el camionero solitario.

      Algunos traen consolador.

      Tienen entre diecisiete y ochenta años.

      Me tocan, me manosean, me la ponen en el culo. Me dicen que soy una diosa y me terminan chupando la pija.

      Dejé de jugar a la pelota. Empecé a jugar al elástico con las nenas. En la escuela, si algún chico me cargaba lo tiraba al piso y le saltaba en la panza hasta vaciarle el aire. No me interesaban las chicas. Los nenes tampoco. Me gustaban los de tercer año de la secundaria, si pasaban los dieciséis, mejor.

      Llegaba a casa a las cinco y media de la tarde. El micro me dejaba en la puerta. Me abría el portero. La llave me la dieron recién a los trece.

      Hasta las ocho de la noche estaba solo. Papá y mamá trabajaban, a la abuela la habían internado en un geriátrico,