Klaus H. Carl

Manual de metodología del entrenamiento deportivo


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globalidad está encaminado a garantizar una realización efectiva del entrenamiento de acuerdo con sus objetivos directores. Un distintivo importante de todo proceso de entrenamiento deportivo es la orientación hacia objetivos directores superiores, que constituyen, en tanto que decisiones básicas a largo plazo, el marco de premisas para todas las decisiones técnicas y de contenido del entrenamiento que de ellos se derivan. En general, el entrenamiento deportivo puede estar dirigido hacia (1) la obtención de un determinado estado de rendimiento deportivo, (2) componentes aislados (factores influyentes) de este estado o (3) la exhibición del rendimiento deportivo, esto es, la consecución de éxitos deportivos. El grado del nivel individual al que se aspira es una de las decisiones básicas más importantes del entrenamiento deportivo, de la cual derivan las distintas decisiones técnicas para la organización y en particular para la realización del entrenamiento. Si bien la orientación irrenunciable hacia premisas objetivables de rango superior tiene vigencia para el entrenamiento deportivo en su conjunto, el éxito o el fracaso en tareas de actuación específicas está determinado ante todo por las decisiones técnicas para la realización del entrenamiento, es decir, por decisiones metodológicas y de contenidos en la práctica del entrenamiento.

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       Figura 5: Circuito regulador del sistema de entrenamiento (CARL, 1989, 219).

      La medida más importante en la dirección y control del entrenamiento es el establecimiento de la carga de entrenamiento para cada individuo de acuerdo con las normas reconocidas de la metodología del entrenamiento y con las reacciones individuales ante esfuerzos determinados. (En el apartado 3.1.4 tratamos con detalle la problemática relación entre exigencias de carga y desgaste.) De momento vamos a designar como carga de entrenamiento el conjunto de formas de entrenamiento realizadas por un deportista. Para una caracterización más precisa del concepto de carga, parece oportuno distinguir, a modo de introducción, entre magnitudes de descripción cualitativas y cuantitativas (CARL, 1983, 36 y ss.; WERCHOSCANSKI, 1988, 93 entre otros). Las magnitudes de descripción cualitativas de la carga son los diferentes contenidos del entrenamiento, realización y grado de dificultad de las capacidades deportivo-motrices, técnicas, el orden en el cual se realizan las diferentes formas de ejercicio dentro de la disposición global de una unidad de entrenamiento. Magnitudes de descripción cuantitativas de la carga son los siguientes componentes: frecuencia del entrenamiento (= número de sesiones de entrenamiento) en la semana; duración del entrenamiento, esto es, la duración de cada una de las sesiones, o la duración global del entrenamiento dentro de un ciclo, y dosificación de la exigencia de esfuerzo en la sesión de entrenamiento, que se puede explicar más detalladamente como ámbito, intensidad, duración y densidad de la carga. Con la ayuda de estos parámetros, es posible cuantificar la actividad de entrenamiento con una gran precisión.

      Es oportuno precisar que en la metodología del entrenamiento existen diferentes puntos de vista para definir la carga. En contra de nuestra propuesta de describirla como una magnitud independiente de la persona, otros autores proponen, por ejemplo, definirla como un “proceso de confrontación del deportista con las exigencias físicas y psíquicas que se le plantean…” (THIESS / SCHNABEL, 1987), abarcando así en una sola noción las dos vertientes de “conjunto de esfuerzos realizados en el entrenamiento” y “dependiendo de éstas, reacción individual del deportista”. En lugar de esto proponemos, tomando prestado el concepto utilizado en psicología del trabajo, designar y definir la primera vertiente como carga y la segunda como desgaste de entrenamiento. Desgastes de entrenamiento son las distintas reacciones psicofísicas de un individuo ante esfuerzos realizados en el entrenamiento. Los desgastes como consecuencia de esfuerzos del entrenamiento significan siempre alteraciones del estado de equilibrio homeostático (NITSCH, 1976, 16). Dependiendo de la calidad y la cantidad de esta alteración, se puede llegar (1) al restablecimiento del estado de equilibrio originario, y con ello a un mantenimiento constante del estado de rendimiento; (2) a alteraciones duraderas de la regulación, y con ello a estados de sobreentrenamiento (apartado 5.4.3), y a un descenso de nivel del estado de rendimiento, o bien (3) a la estabilización de un estado de equilibrio en un nivel más alto, es decir, a procesos de adaptación. Estas adaptaciones pueden afectar a los estados psíquicos o a los sistemas del organismo. Puede tratarse, por tanto, de una modificación de procesos perceptivo-decisionales, de adaptaciones en los principales sistemas de recepción y elaboración de información o de modificaciones funcionales o formales de los sistemas energéticos y musculares.

      A la hora de diagnosticar y analizar las causas de estos procesos de adaptación subsisten, por el momento, considerables dificultades, pues los efectos del entrenamiento pueden hacerse visibles en distintos momentos, y las cargas de entrenamiento realizadas en momentos distintos y con objetivos también diferentes pueden influirse mutuamente en sus efectos. Desde el punto de vista del método, parece oportuno distinguir tres tipos de efectos de entrenamiento: (1) efectos inmediatos (p. ej., los aprendizajes básicos de una técnica deportiva), (2) efectos retardados (p. ej., entrenamiento de fuerza) y (3) efectos acumulados (p. ej., mejora de la fuerza-resistencia en remo, como consecuencia de un entrenamiento específico, aerobio, de resistencia, y de otro entrenamiento específico de fuerza máxima).

      A la vista de los efectos del entrenamiento se puede, ciertamente, distinguir analíticamente entre reacciones físicas y psíquicas en cuanto a la forma de desgaste o fatiga del entrenamiento. No obstante, hay que considerar también que uno no se siente desgastado sólo física o psíquicamente, sino que se ve afectado y reacciona siempre desde la globalidad de la persona.

      En el marco de la dirección y del control del entrenamiento, el desgaste presenta una doble función. Por una parte, constituye un parámetro para comprender la reacción inmediata ante las cargas realizadas; sirve, pues, para la valoración de la eficacia individual del entrenamiento y es por ello una magnitud de control y corrección a la hora de fijar el esfuerzo del entrenamiento individual. Por otra, es también una magnitud directora del entrenamiento. Al determinar el grado de desgaste subjetivo previsto para cada unidad de entrenamiento, de acuerdo con los postulados de la metodología del entrenamiento, se ha de asegurar la obtención de reacciones de adaptación óptimas, dado el mutuo influjo de las unidades individuales en los ciclos de entrenamiento (particularmente en los microciclos), de modo que los estímulos planteados no sean ni muy escasos (y con ello ineficaces) ni muy elevados (y produzcan, por tanto, sobreentrenamiento). En este sentido, el desgaste tiene la función de una línea directriz y, por tanto, de un objetivo parcial del entrenamiento.

      Una primera categoría en el esquema de la dirección y control del entrenamiento es la planificación. De ella nos ocuparemos detalladamente en el apartado 5.3.

      Con el concepto de planificación del entrenamiento designamos, muy en general, la anticipación mental del programa del entrenamiento. La planificación se refiere, por tanto, especialmente a la realización del entrenamiento. Sus decisiones, orientadas hacia los objetivos del entrenamiento, afectan principalmente a la configuración metódologica y de contenidos, tomando en consideración tanto los principios generales y las experiencias de la metodología como las particularidades individuales del estado y la evolución del rendimiento. Engloba también las condiciones sociales y materiales en las que entrenan los deportistas, así como sus objetivos extradeportivos, en particular en el mundo académico y en el trabajo. Dependiendo de la concepción y la perspectiva individuales que sirvan de base al entrenamiento, se ha hecho habitual, por lo menos en el deporte de competición, distinguir entre tres tipos de planes de entrenamiento: a largo plazo (de varios años), a medio plazo (concebidos para la temporada anual de entrenamiento y los grandes ciclos de varios meses) y a corto plazo (para una semana).

      Los planes a largo plazo apuntan al establecimiento de la estrategia global del entrenamiento, los de medio plazo se realizan para asegurar una adaptación prolongada al entrenamiento y los de corto plazo han de garantizar el mejor transcurso organizativo de la actividad diaria, en especial el ajuste de la carga de entrenamiento. La planificación del entrenamiento