Susan Mallery

E-Pack HQN Susan Mallery 3


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en tu vida.

      Patience se rio y vio que cuando las ancianas vieron a Charlie acercarse intentaron escabullirse. Pero ella era más rápida y pronto las acorraló. Después, Patience hizo una ronda y fue deteniéndose a ver cómo iba todo.

      Simon y Tucker se miraban.

      —Hay un milímetro de más —dijo el cirujano—. ¿Sabes lo que eso significa?

      —Nada —le respondió Tucker—. Porque no queda fuera. Fíjate en el nivelador.

      —Estoy tomando medidas y eso es más preciso que una burbuja.

      Finn se apoyó contra la pared y disfrutó del espectáculo.

      —Las cortinas están genial —dijo Patience—. Me encantan.

      —¿Lo ves? —apuntó Tucker.

      —Hay que subirse a una escalera para ver la diferencia —le informó Simon.

      —No creo que muchos clientes vayan a subirse a una escalera —respondió Patience antes de sonreírles y seguir avanzando.

      Al dar una vuelta a la sala pasó por delante de Kent Hendrix y su madre. Denise estaba mirando a su hijo.

      —¿Estás seguro? —le preguntó con voz esperanzada.

      —Ha pasado mucho tiempo. Quiero seguir adelante con mi vida. Lorraine se ha ido y no va a volver. Tengo que seguir adelante. Ya he malgastado demasiado tiempo con ella.

      Denise se acercó para abrazarlo y Patience se apartó al no querer inmiscuirse en un momento tan íntimo y familiar.

      Conocía los detalles. Kent había estado casado y Lorraine y él tenían un hijo, Reese. Hacía unos años, Lorraine había decidido que no quería ser ni esposa ni madre y se había marchado abandonándolos a los dos. Algo parecido a lo que hizo Ned.

      En ese momento, Josh y Ethan pasaron por su lado con unos tablones sobre los hombros dejándola atrapada donde estaba.

      —Cuánto me alegro —le dijo Denise a su hijo—. Tienes que empezar un nuevo capítulo en tu vida. ¿Estás saliendo con alguien?

      —Mamá, déjalo. Yo encontraré a mi chica.

      —Pero quiero ayudarte.

      Patience miró a su alrededor nerviosa y aún sin poder salir, atrapada por las piezas de madera. En cualquier segundo, Denise empezaría a buscar una futura señora de Kent Hendrix y no quería ser la primera que la mujer viera. Kent era un tipo genial, pero solo eran amigos.

      Por fin logró colarse por debajo de las tablas e ir hacia la trastienda. Allí se escondería hasta que el peligro hubiera pasado, pensó riéndose para sí.

      Una vez estuvo a salvo, casi se compadeció de Kent. Denise era una mujer formidable. Si decidía que iba a buscarle novia a su hijo, Kent se iba a encontrar con todo un desfile de mujeres pasando por delante de su casa.

      Miró hacia la sala principal y vio a Justice con su madre. Estaban sumidos en una intensa conversación y tenían las cabezas muy juntas.

      Aunque se preguntaba de qué estarían hablando, lo que de verdad se estaba preguntando era cuántas ganas tenía de acercarse a Justice. De estar cerca de él y ver cómo le sonreía. Era consciente de que estaba dejándose llevar por sus sentimientos demasiado y muy rápido, y no sabía cómo ralentizar un poco el proceso.

      A solo un par de semanas de la inauguración, estaba tremendamente ocupada y aun así encontraba huecos para pensar en Justice. Tal vez era positivo que él fuera a estar fuera unos días porque así podría intentar olvidarlo. O si no le era posible, tal vez sí que podría ver las cosas con perspectiva.

      La alcaldesa Marsha se le acercó.

      —Todo está saliendo genial. Felicidades.

      —Gracias —respondió Patience, fijándose en el traje de falda que siempre llevaba la mujer—. Vaya, me esperaba que te hubieras puesto pantalones —la alcaldesa se había puesto pantalones una vez para formar parte de un equipo de trabajo en Navidad y había causado una gran impresión a todos.

      La mujer sonrió.

      —Hacía mucho frío aquel día y por eso hice una excepción —ladeó la cabeza—. Mmm, me pregunto qué significa eso.

      —¿El qué?

      La alcaldesa señaló y Patience se giró y vio a Charlie sacando el móvil y sacudiendo la cabeza.

      —¡A ver, callaos todos un momento, por favor! —gritó Charlie—. Puede que sea importante.

      La sala se quedó en silencio.

      Charlie escuchó bajo la atenta mirada de todos los demás. ¿Sería una buena noticia? ¿Habría pasado algo?

      Finalmente sonrió.

      —De acuerdo. Haré correr la voz —se apartó el teléfono de la oreja para decir—: Es Annabelle. ¡Se ha puesto de parto!

      Justice giró en la carretera que conducía al rancho. Si había una zona conflictiva en el mundo, un lugar peligroso, probablemente él ya había estado allí. Sabía cómo entrar, hacer su trabajo y salir. Se había enfrentado a soldados, asesinos y dictadores. Sabía cómo cuidar de sí mismo. Y nada de eso explicaba por qué se estaba dirigiendo a un rancho a visitar a una mujer que no conocía, que acababa de dar a luz a un bebé por el que no tenía ningún interés y con un guiso que ni siquiera había hecho él.

      —¿Estás bien? —le preguntó Patience sentada en el asiento del copiloto y mirándolo con curiosidad—. Pareces incómodo.

      —No, no es verdad.

      —Soy yo la que te está viendo la cara, así que sé lo que digo.

      Justice se rindió ante lo inevitable.

      —Intento averiguar cómo he llegado hasta aquí.

      —¿Te refieres a la tierra en general o aquí, conmigo, en este momento en particular?

      —A lo último.

      Ella le lanzó una sonrisa.

      —Te has ofrecido a traerme.

      —¿En qué estaría pensando?

      —¡Oh, venga! Será divertido. Annabelle ha tenido a su bebé. Ahora tenemos que formar parte de la celebración.

      —¿Por qué?

      —Porque eso es lo que hacemos. Visitamos a la nueva mamá, le llevamos comida para que no tenga que cocinar y arrullamos al bebé.

      Vamos, otra versión de lo que sería el infierno.

      —Yo no pienso arrullarlo.

      —Pues ya lo haré yo por los dos. Además, todo el pueblo estará allí.

      —¿Vosotros cuándo trabajáis?

      Ella se rio.

      —Es verdad que tenemos muchas obligaciones comunitarias, pero es divertido. Si quieres, puedes preguntarle a Shane si puedes montar uno de sus caballos.

      —No, gracias.

      Había vuelto a Fool’s Gold pensando que podía encontrar su pasado y tal vez algún pedazo de lo que había sido años atrás. Por el contrario, había descubierto que ese pueblo era posiblemente el mejor y el peor lugar en el que estar. Allí había buenos recuerdos, pero también la constante presión de conectar con el sitio y pertenecer a él. Era más feliz estando fuera, pero nadie iba a permitirlo. No durante mucho tiempo. Querían que se introdujera, que formara parte de las cosas.

      No podía correr el riesgo. No hasta que supiera si era lo suficientemente seguro como para estar al lado de gente normal. Miró por la ventanilla y deseó poder quitarse de encima la sensación de que su padre seguía ahí fuera, observándolo.