Susan Mallery

E-Pack HQN Susan Mallery 3


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ya estaban lo suficientemente cerca para hacer un montón de cosas excitantes.

      Abrió los ojos y lo miró a la cara. Lentamente, sin querer precipitar el momento, le acarició la mejilla y después dibujó la línea de su mandíbula.

      —Eres un chico duro —murmuró.

      Él esbozó una media sonrisa.

      —Así soy yo. Duro.

      Patience suponía que «letal» era una palabra mejor, aunque no para lo que ella tenía pensado. Posó los dedos sobre sus hombros y se perdió en su mirada.

      —¿Estás seguro de esto?

      —¿De vivir en Fool’s Gold y abrir el negocio o de estar contigo?

      —De todo, supongo.

      —Me consideras mejor de lo que soy.

      Eso sí que era esquivar bien una pregunta.

      —¿Y no debería eso hacerte feliz?

      Él posó las manos en su cintura.

      —No quiero decepcionarte.

      —¿Es posible?

      —En la vida, no en la cama.

      —¡Oh, vamos! Qué comentario tan típico de chico.

      —Culpable. Pero te deseo —le dijo en voz baja—. Bésame, Patience.

      Ella se acercó más para cumplir su petición y cuando sus bocas se tocaron sintió las manos de Justice sobre sus pechos, rodeándolos con sus palmas. Unos largos dedos acariciaban sus pezones y lanzaban sacudidas de deseo a todo su ser. Se hundió en él, queriendo eso y más.

      Empujó su lengua contra la suya a la vez que él rozaba sus pezones un poco más rápido y con más fuerza, haciendo que le costara respirar. Cuando bajó las manos a sus caderas, a punto estuvo de protestar, pero entonces se dio cuenta de que solo estaba acercándola más. Llevándola hacia su erección.

      Estaba muy excitado y ella deseó que no estuvieran separados por capas de ropa. Se moría por lo que le estaba ofreciendo, estaba desesperada por tenerlo.

      Él coló las manos debajo de su camiseta de los rinocerontes bailarines y, con un ágil movimiento de dos dedos, le soltó el sujetador; al momento ya estaba tocando sus pechos, piel con piel, y ella se puso derecha para dejarle más espacio.

      Se movía contra él incluso mientras estaba subiéndole la camiseta, quitándole el sujetador y posando la boca en uno de sus pechos.

      El suave y húmedo contacto la hizo gemir. Él le lamió un pezón antes de cerrar los labios a su alrededor y succionar con delicadeza. Ella hundió las manos entre su pelo y se acercó más, deseando todo lo que tenía que ofrecer.

      Justice pasó al otro pecho y repitió el proceso. Cuando se apartó, sus ojos estaban muy oscuros, sus pupilas dilatadas y ambos tenían la respiración entrecortada.

      —Deberíamos...

      «Ir arriba. Hacerlo ahora. Desnudarnos». Patience no estaba segura de qué iba a decir a continuación, aunque sí que tenía cierta idea del contexto. Pero en lugar de terminar la frase, oyó una risa familiar desde fuera.

      Lillie.

      —¡Mierda! —gritó levantándose de su regazo y buscando su sujetador—. Estamos en mi salón en mitad de la tarde. No podemos hacer esto aquí.

      Él miró hacia la puerta, se levantó y fue hacia la butaca que había junto al sillón. Ella tardó un segundo en darse cuenta de que estaba colocándose tras ella para que su «estado» no fuera tan obvio.

      —Tienes razón. Este no es el lugar. Puedo disculparme si quieres, aunque técnicamente no lo siento.

      Ella se abrochó el sujetador y se bajó la camiseta. Después de asegurarse de que todo estaba en su sitio, lo miró y sonrió.

      —Yo tampoco lo siento, pero la última vez que me enrollé en el sofá aún estaba en el instituto.

      La mirada de Justice se quedó clavada en la suya. No habló, pero ella juraría haber oído las palabras. «Debería haber sido yo».

      En ese segundo estuvo de acuerdo. Debería haber sido él. Su primer beso, su primera vez. Porque lo que fuera que había sentido por Justice antes había permanecido con ella todo ese tiempo. No era amor y probablemente no era lo más inteligente, pero ahí seguía. Una sensación de conexión que implicaba que alejarse fuera imposible de imaginar.

      Justice no había sabido qué esperarse del equipo de trabajo en el Brew-haha y, aun así, ver allí a casi cincuenta voluntarios le supuso una sorpresa. Durante las últimas dos semanas, Patience había elaborado una lista de las cosas que había que hacer y de los suministros que había que reunir. La había visto algún rato, pero nunca sola ni en una situación en la que pudiera aprovecharse de que estuvieran a solas.

      No podía recordar la última vez que había pasado tanto tiempo esperando algo que no podía tener. Incluso de adolescente, había estado más centrado en ocuparse de la situación con su padre que en conseguir a la chica. Había tenido sentimientos hacia Patience, pero ella había sido tan pequeña que había sabido que no tenían ningún derecho a estar juntos.

      Con el paso de los años había aprendido a perderse en su trabajo, y cuando había querido o necesitado estar con una mujer, siempre había tenido muchas donde elegir. Pero haber querido a una en concreto y no poder tenerla era algo nuevo para él.

      Esa brillante y cálida mañana de primavera estaba junto al resto de la multitud escuchando las explicaciones de Patience.

      —Hay una lista general pegada en la puerta —dijo ella señalando al papel de color chillón—. Los suministros están en el centro de la sala, sobre la lona. Una vez se haya completado una tarea, por favor, tachadla para que los demás sepamos que está terminada.

      Se había recogido su larga y ondulada melena en una cola de caballo y llevaba una camiseta roja con un gato dibujado por delante. Parecía una chica de diecisiete años. Una chica llena de energía y guapísima.

      Sabía que Lillie pasaría el día con sus amigas y que Ava había tenido algunos problemas últimamente, por lo que estaría usando la silla de ruedas. Sabía el color que había dentro de los botes de pintura y lo que había que hacer, pero seguía un poco al margen de lo que estaban haciendo. Estaba observando más que participando.

      Así prefería hacer las cosas. El problema era que con Patience estaba más involucrado de lo que hubiera querido. Aun así, echarse atrás no lo contemplaba como opción.

      —Ethan y Nevada han traído herramientas —continuó Patience—. Ella está al mando de las labores de construcción. Si alguien tiene la necesidad de aporrear un martillo, que vaya a verla.

      Un hombre gruñó y Justice supuso que sería Ethan. Un tipo alto y rubio le dio un golpe en el brazo.

      —Tu hermana está al mando, tío. Qué humillante.

      Ethan se giró hacia su amigo.

      —¿Te has fijado en que no ha dicho que tú tuvieras herramientas, Josh? ¿Sabes lo que significa eso?

      Josh se rio.

      —Gracias otra vez por venir —dijo Patience—. Os lo agradezco muchísimo.

      —¡Todos estamos aquí por vosotras! —gritó alguien.

      Se oyeron murmullos asintiendo y después la multitud se dividió y la gente se puso manos a la obra.

      Una rubia alta y delgada se acercó a Justice y se lo quedó mirando.

      —Bueno —le dijo con una sonrisa—. Me rindo. No puedo recordar tu nombre. Soy Evie Stryker. Me mudé aquí el año pasado y aún sigo investigando quién es quién —alargó la mano—. Soy profesora de danza, por si tienes hijas.

      Se estrecharon la mano.