Alexandr Kotsiubinski

Rasputín


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relación adoptase. Sus besos, palabras y miradas apasionadas constituían para mí una prueba de la pureza de mi amor por él ... Y estaba segura de que él me ponía a prueba, que era puro y lo más probable es que le respondiera de esa manera porque me instó a que me convenciera de que me quería como hombre ... y quería que yo lo recibiera como mujer ... y comenzó a hacer lo que les está permitido hacer a los hombres, quiero decir, a poseer lo que se entrega en el momento de la pasión ... Hizo entonces todo lo que le apetecía hacer, lo hizo hasta el final y, entretanto, yo sufría y padecía como jamás lo había hecho ... Pero después comencé a rezar, cuando vi que Grigori comenzaba a prosternarse una y otra vez con esa velocidad espasmódica que lo solía agitar ... ».242 Durante las noches siguientes, según el relato de Berlandskaya, Rasputín volvió a frecuentarla con idéntico propósito.

      Podría dar la impresión de que estamos ante una acusación bien sustanciada. No obstante, hay al menos un elemento bastante extraño que llama la atención desde la primera lectura. Se trata de la forma en que Jionia narra el momento mismo de la relación carnal: el padre Grigori «me instó a que me convenciera de que me quería como hombre ... y comenzó a hacer lo que les está permitido hacer a los hombres, quiero decir, a poseer lo que se entrega en el momento de la pasión ... ». Con su énfasis repetitivo, Berlandskaya revela involuntariamente su temor a que aquellos destinatarios de su confesión que tenían un trato íntimo con Rasputín y conocían, por lo tanto, su nulo apasionamiento o impotencia, no la creyeran.

      «No es en pos de ese pecado que acudo yo a los baños»

      La doctrina sexual de Rasputín estaba consagrada a la ocultación del «oprobio» de su concupiscencia y su impotencia con el exuberante ropaje de una sofística cuasi religiosa. Rasputín disponía de un inagotable abanico de máximas, que hacían las veces de argumentos con los que justificar su lujuria, y entre los cuales elegía en función de la situación y de su estado de ánimo. La raíz común que los aglutinaba era el reconocimiento de que el principio sexual (o «pecaminoso», según la terminología oficial de la iglesia) no sólo no entraba en contradicción con la idea de la salvación, sino que facilitaba una suerte de viaje secreto hacia el paraíso.