Natalie Anderson

Toda la noche con el jefe


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2007 Natalie Anderson

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Toda la noche con el jefe, n.º 309 - febrero 2021

      Título original: All Night with the Boss

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

      I.S.B.N.: 978-84-1375-195-5

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      Lissa acababa de llegar a la barandilla cuando oyó las pisadas detrás de ella. Se dio la vuelta apresuradamente y se sentó en el banco entre las sombras, con la esperanza de no ser vista y de poder tener cinco minutos para calmarse.

      Observó la figura que se aproximaba, sabiendo perfectamente que no era invisible y que se dirigía directamente a ella. No lo reconoció. Llevaba en Franklin and Co. tan sólo cinco meses y conocía a todo el mundo. Aquel hombre caminaba con unas piernas largas envueltas en un vaquero oscuro con la naturalidad de un atleta. Era alto y tenía el pelo oscuro. La única iluminación en el balcón provenía de las rendijas de las ventanas de la sala de juntas, de modo que no podía ver mucho más. Suspiró y sintió un vuelco en el corazón. Gina debía de haber enviado a su amigo Karl a buscarla. ¿Por qué la gente pensaba que los casamenteros eran una buena idea?

      Incapaz de quitarle los ojos de encima, Lissa decidió ignorar la tensión en el estómago y la promesa que le había hecho a Gina de estar «abierta a las posibilidades». Se enfrentaría a la situación. Se lo diría claramente y podría tener su espacio de nuevo.

      –¿Gina te ha dicho que estaba aquí fuera? –preguntó con su tono más decisivo.

      –No –contestó él con una sonrisa radiante que destacaba en la oscuridad. Se sentó junto a ella y dejó su copa a un lado. Se había sentado de lado, mirándola. Su cara estaba a oscuras, pero se encontraba cerca, demasiado cerca. Su presencia irradiaba calor, y desprendía cierto aroma a cítrico. Limón fresco y suave.

      –Mira, perdona –comenzó ella, tratando de sonar amable, aunque firme–. No sé lo que te ha dicho Gina, pero no estoy interesada.

      –Oh. ¿De verdad? –pareció sorprendido.

      Lissa respiró profundamente y siguió hablando apresuradamente.

      –Puede parecer difícil de creer, cuando todo el mundo está ansioso por conocer gente, pero realmente yo no busco diversión. Estoy segura de que eres un gran tipo y de que no tendrás problemas a la hora de encontrar a alguien. Sobre todo ahí dentro –dijo señalando hacia la ventana–. Después de todo, Gina dice que seduces muy bien.

      Sus carcajadas le sorprendieron. Pero más sorprendente aún fue el modo en que resonaron dentro de ella. Fue un sonido profundo, cálido y seco.

      –¿De verdad? Qué amable por su parte –dijo antes de dar un trago a su copa–. Pero creo que no deseo a cualquier otra persona. Sobre todo no «ahí dentro» –añadió imitando su tono.

      Lissa agarró su copa con fuerza. Aún se sentía molesta, y aquella interrupción no le estaba sirviendo de ayuda.

      –Muy bien –dijo con resignación–. Pero dejemos una cosa clara. No va a ocurrir, así que simplemente nos congelaremos, ¿de acuerdo? –lamentó ligeramente su sequedad, pues no había pretendido sonar tan directa. Respiró profundamente, tratando de controlarse, pero respirar correctamente le parecía más difícil de lo normal sentada al lado de ese hombre.

      –Me parece bien –convino él–. ¿Siempre eres tan directa?

      Lissa frunció el ceño y sintió cómo se le sonrojaban las mejillas.

      –Mmm. Lo siento si piensas que soy desagradable. No era mi intención, pero no quiero que haya malentendidos.

      –De acuerdo –entonces se rió, demasiado intensamente para su gusto.

      Lissa lo miró, pensando que parecía bastante relajado para haber sido rechazado de entrada. Observó su sonrisa; una sonrisa cálida. Era el tipo de sonrisa que daba ganas de sonreír también y acercarse más. Miró de nuevo hacia las ventanas y observó el cinismo de la fiesta mientras dos consultores luchaban por conseguir la atención de Gina. Lissa miró de reojo a Karl, deseando que Gina le hubiese advertido que era el hombre más físicamente atractivo del planeta, y no sólo alguien al que se le diera bien la seducción.

      –Ahora