Leonardo Boff

Reflexiones de un viejo teólogo y pensador


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       SELECCIÓN DE OBRAS DE LEONARDO BOFF

       Michael Löwy

      Este precioso libro es una síntesis de la obra y pensamiento de Leonardo Boff, el teólogo que desafió a Roma y se convirtió en símbolo planetario de la integridad moral. Como ya sabemos, Boff fue uno de los pioneros de la teología de la liberación en Brasil y en América Latina: él defendió, ya desde la década de los años setenta, la opción preferente por los pobres, no como caridad o filantropía, sino como compromiso social con la lucha de los oprimidos y explotados, de los trabajadores y trabajadoras del campo y de la ciudad por su propia liberación. Utilizando como discernimiento algunas ideas fundamentales del marxismo, nunca dejó de denunciar el capitalismo como un sistema intrínsecamente perverso, éticamente vacío y socialmente inhumano. Inspirado en una espiritualidad auténticamente franciscana, en un profundo conocimiento de la teología cristiana más avanzada,

      y con infinita generosidad humana, Leonardo ha dedicado su vida a la causa de la emancipación de los humildes, de los pobres, de los parias de la Tierra.

      A partir de los años noventa, Leonardo Boff abre un nuevo capítulo en la historia de la teología de la liberación, integrando la dimensión ecológica. El grito de los pobres y el grito de la Tierra son hermanos, y denuncian el mismo sistema destructor de vidas humanas y de la propia naturaleza, que envenena a las personas y también los ríos. Con coraje y lucidez, inspirado en una amplia visión cosmológica del universo y de nuestra madre Tierra, señala de forma incansable la amenaza que pesa sobre nuestra casa común: por culpa de un sistema que solo conoce la acumulación sin límites del lucro y del capital, caminamos velozmente hacia el abismo, y los dueños del poder tienen el pie en el acelerador. La comparación con Noé es muy pertinente: nuestras clases dominantes actúan según la máxima de Luis XIV: “¡Después de mí, el diluvio!”. Y el diluvio que vendrá será muy parecido al descrito en la Biblia: resultado del cambio climático, la inexorable subida de los mares ahogará nuestras ciudades y nuestras gentes.

      El alarmante diagnóstico de Leonardo Boff está sobradamente justificado: necesitamos cambiar con urgencia de paradigma civilizatorio, porque este modo de producción y de vida depredador y destructor —el capitalismo globalizado— nos lleva a la catástrofe. Es muy acertado el adjetivo que él inventó para designar dicho sistema: “tiranosáurico”, una mezcla de opresión brutal (tiranía), agresividad de cocodrilo (sauro) y arcaísmo antediluviano.

      Al leer los escritos de Leonardo se tiene la nítida impresión de estar escuchando la voz de uno de los profetas del Antiguo Testamento. Es una especie de Isaías del siglo xxi alzando su voz, sin temor ni temblor, contra los poderosos y contra el culto al becerro de oro o Baal, ídolos que exigen sacrificios humanos.

      Al revés que el oráculo de la Grecia antigua, que pretendía prever un futuro inevitable, una fatalidad ya decidida por los dioses del Olimpo, el profeta bíblico solo ofrece previsiones condicionales: vean lo que puede suceder si no cambiamos el rumbo, si no corregimos nuestra manera de vivir. Este es el carácter de los escritos de Boff, y su voz infinitamente preciosa tiene el timbre de bronce de las señales de alarma.

      Necesitamos cambiar, nos dice el teólogo. Necesitamos una nueva civilización fundada en la hospitalidad, esta noble “virtud de otro mundo posible”, esta alternativa ética a la barbarie instalada en todo el orbe —una hospitalidad inclusiva que tiene que extenderse a la naturaleza, a la Tierra, a los árboles y animales—.

      Los escritos de Leonardo Boff son leídos por millones de personas dentro y fuera de Brasil. Son semillas de un mundo diferente, semillas de paz, esperanza y solidaridad. Entre sus atentos lectores está también el papa Francisco, autor de una valiente encíclica, la Laudato Si’, que nos llama a escuchar “el grito de los pobres y el grito de la Tierra”.

      Si en un futuro aún imprevisible la naturaleza y la humanidad consiguen sobrevivir contra la saña destructora del sistema, será gracias a voces proféticas e inspiradas como la de Leonardo Boff.

       I HAVE A DREAM

       (YO TENGO UN SUEÑO)

      En este momento en que cumplo ochenta años de edad y más de cincuenta en el oficio de la teología, me vienen a la mente estas palabras de Martin Luther King Jr. (1929-1968), poco antes de ser asesinado.

      Miro hacia mi pasado como teólogo, que es lo que voy a describir en esta obra, pero mis pensamientos están dirigidos hacia los jóvenes y mi mente hacia la eternidad.

       La importancia de los sueños

      Doy mucha importancia a los sueños, soñados con los ojos cerrados por la noche y con los ojos abiertos de día. El discurso psicoanalítico, especialmente de C. G. Jung, da enorme importancia a los sueños, pues vienen de lo más profundo de nosotros mismos. El sueño es la palabra del inconsciente personal y colectivo, especialmente los grandes sueños que tienen que ver con nuestra propia identidad más radical y con nuestro destino en la vida.

      Para la Biblia del primer y segundo testamentos, el sueño es una forma por la que Dios se comunica con su pueblo, con los jueces y los profetas. Los patriarcas reciben mensajes en sueños (Gén 15,12-21; 20,3-6; 28,11-22; 37,5-11; 46,4). Los jueces, que eran líderes populares (Jue 6,25), y reyes (1 Re 3), y especialmente los profetas (1 Sam 3,2; 2 Sam 7,4-17; Zac 6,25; Dn 2,7; Jl 3,1), también recibían en sueños mensajes divinos. Me siento incluido en las palabras del profeta Joel: “En los últimos días, los ancianos soñarán sueños y los jóvenes tendrán visiones” (Jl 3,1; He 2,14-17). Espero ardientemente que los jóvenes que me lean tengan visiones esperanzadoras para el futuro de la vida y de nuestra madre Tierra, seriamente amenazadas por agresiones de todo tipo debidas a la irracionalidad de nuestra civilización, que no conoce límites ni respeta ningún ser.

      En el Segundo Testamento, José, esposo de María y padre social de Jesús, no pronunció ni una sola palabra, apenas tuvo sueños (Mt 1-2). Como obrero, hablaba con sus manos callosas. Por eso es el patrono de los trabajadores anónimos, a quienes nunca se da publicidad pero viven los valores evangélicos. Fue fundamental, como padre cuidador y proveedor de la sagrada familia, protegiendo al hijo de la sanguinaria voluntad de Herodes, huir al exilio egipcio. San Pablo tuvo sueños nocturnos que le mostraban el camino a seguir (He 16,92; 18,9; 23,11; 27,23).

      El