“Rebeldes que con una pelota en sus pies no solo expresan sus sentimientos, sino que irritan, exacerban hacen perder la paz a los poderosos. Usan sus ocurrencias, de naturaleza atrevida, desordenada, exuberante y aplastante para subvertir el orden”-.
Sin importar a qué edad se escuchaban esos comentarios ni cuántas veces se repetían, se encargaban de retar permanentemente a los jóvenes jugadores en épocas de rebeldía.
En su última obra Camus narra: “Jacques tardaba en crecer lo que le valía los graciosos apodos de ‘enano’, ‘culobajo’ situaciones que lo ponían en desventaja ante los demás. Pero no le importaba y corriendo con la pelota entre sus pies, para esquivar árboles y adversarios se sentía el rey del patio y de la vida, los partidos al descanso de clases eran momentos mágicos, sublimes. Hasta cuando un redoble de tambor marcaba el final del recreo y el comienzo del estudio, en una frenada brusca caía literalmente del cielo al cemento, jadeando, sudando, furioso por la brevedad de las horas y recobrando poco a poco la conciencia de la situación. Se precipitaba a la fila con sus compañeros, mientras se secaba con las mangas el sudor de la cara”.
En esa misma obra, Camus hace una referencia patética y emocionante de los complejos que sufren los futbolistas: la pobreza, la incomprensión y el escozor de los poderosos que no entienden que la desdicha puede ser alegre y brinda oportunidades así el juego sea teñido, a veces, de miseria.
Es hermoso saber que, en esa lucha fratricida, el fútbol le gana hombres al vicio, a la droga y los convierte en ejemplos para la sociedad y puntos de referencia para los niños, por lo menos así ocurre en muchos territorios de nuestro país, con algunos atrevidos que logran llegar a sus metas.
Aquí, cada hombre regresa a la esquina, ese punto de definición en donde el niño y el joven toman sus primeras decisiones para redescubrir el sitio donde nacieron sus sueños.
Los futbolistas profesionales de ese momento, nunca asumieron el papel que les correspondía de privilegiados, ni se valoraron en su justa medida, jamás creyeron ser los héroes que representaban para la mayoría de seguidores, por eso los niños y jóvenes aspirantes no tenían puntos de referencia claros, ni buenos modelos en su comportamiento, de allí que los padres los arrinconaban con frases como: -“póngase a hacer algo útil, no pierda el tiempo con esa pelota”- que eran sanciones pertinentes y fulminantes para los sueños de los futuros jugadores. Pero, afortunadamente en algunos casos fue un acicate que acrecentó el amor por la actividad.
Hoy en día, estos deportistas de élite han alcanzado un espacio en lo alto de la sociedad, un lugar en el Olimpo de los dioses del deporte, los padres ya invitan a sus hijos a que emprendan el fútbol como una carrera, que no solo les brinde prosperidad, sino también formación.
Todas las cosas grandiosas de la vida se inician siempre como un sueño, es durante esos instantes cuando toman forma y se visualizan grandes objetivos, que en apariencia son difíciles de materializar. Alcanzar las metas depende únicamente de la capacidad de creer en lo soñado e ir a la acción por un periodo suficiente para que se materialice, esa tenacidad hace que sean pocos los elegidos, los que presentan la capacidad de perseverar.
La llegada al primer equipo organizado produce, generalmente, una rara mezcla entre la ilusión de llegar a ser y el temor al desencanto por ser rechazado.
Se sienten mariposas en el estómago, es como la declaración ante el primer amor, es un sentimiento tan parecido que con el tiempo muchas mujeres han terminado compitiendo con el fútbol por absorbente, a través del televisor, en los estadios, en las calles, se les cuela por todas partes y hace que los maridos cambien de centro de atención, lo que es letal en algunas ocasiones para el fútbol y en el peor de los casos para el amor.
Generalmente la noche anterior a la presentación que define tu destino, donde ocurre el gran reto de ganarte un espacio, percibes un aire espeso y hasta un olor nauseabundo en el ambiente, te brotan sonrisas de miedo, es el reto que está cerca, sudan las manos, se mueve el estómago, se corta la voz, son avisos claros de que acecha el peligro, el sueño está acompañado por unos intrusos molestos, el nerviosismo, el insomnio, la ansiedad como compañera y los consejos de los hermanos mayores o el papá que no hacen más que acrecentar el compromiso con ellos, más que con uno mismo y por consiguiente el estrés que nunca es un buen compañero y menos para jugar a ganar.
Uno de estos personajes, es generalmente el motor que impulsa el gran paso hacia el riesgo, pues la realización a través de ese pequeño será un sueño frustrado que se arrastraba de tiempo atrás y que el cumplimiento de este sería un alivio para sus propias vidas.
Proyectan viejos sueños vencidos por el tiempo y pretenden renovarlos convirtiendo a sus hijos en sostenes de sus ideales.
En mi primera vez, me encontré una gran cantidad de aspirantes como yo, con los mismos sueños, en condiciones casi similares, buscando más que una oportunidad para el fútbol, una para la vida que es más costosa.
Todos llegábamos estrenando el mejor caminado y los mejores guayos así fueran prestados, la camiseta y la pantaloneta con el mejor quiebre del planchado, la sociedad de la imagen te obliga a generar una primera gran impresión.
Posteriormente, llegaría el susto de enfrentar al técnico, era el momento de echarse la bendición que te asegurará el respaldo del todopoderoso que todo lo puede, el equipaje de consejos porque nada se puede olvidar y la taquicardia ante el pitazo inicial.
Para los pobres desesperanzados, para los que su único juguete fue una pelota hecha en casa, comprada o lograda con ingenio, esta se convierte en una varita mágica en la que se puede creer, quizás ella se convierta en una fuente de alimento o te convierta en héroe, no solo de tu familia.
La miseria siempre nos preparó para la gloria o la muerte; para el fútbol o para el delito, no había escapatoria posible, el joven estaba obligado a utilizar en arma su desventaja y debía contra todo aprender a gambetear las normas, a los enemigos, al orden existente, con su talento y con esa hacha libertaria que es la pelota.
Aprender a abrirse paso, a sacarse de encima los problemas, con un quiebre de cintura, a ser diferente, a construir tus propios sueños, en sociedades donde las oportunidades son hechos extraordinarios, poco comunes, que hay que labrar a punta de valentía y osadía.
El bullicio desesperante de la orfandad urbana, la agonía angustiosa de la necesidad, ha formado una masa abobada, lela en torno a sus ídolos, ha hecho de este un país fraccionado, en el que el exitismo imperante nos ha conducido a la fuerza a apelar a recursos extremos para surgir: los reinados de belleza, la música, el fútbol, el ciclismo y algunos deportes de donde salen ídolos más por generación espontánea que por planificación y método, son las pocas oportunidades de ascenso social al poder, que unidos al narcotráfico y a las armas, Dios nos libre, han sido las vías de acceso al mundo de los privilegios.
Cuando empieza el partido que definirá tu destino, se desarrollan cantidades de situaciones en el afán por querer convencer, nadie que no lo haya vivido se imagina todo lo que pasa por el pensamiento de un chico que lucha por su vida, por su sustento y el de su familia; dice una vieja historia árabe que los mejores tiradores con el arco eran un cien por ciento precisos cuando tiraban por recrearse, un 80% cuando lo hacían entrenando para una competencia importante y hasta un 50% cuando la tensión de la competencia los obligaba a conseguir el triunfo.
Pienso que en el fútbol triunfan más fácilmente los que juegan a recrearse, que los que lo sufren...
...el juego a empezado, la lucha por la subsistencia depende de un partido, de una buena tarde, como dice Huizinga, la lúdica da ventajas.
Al finalizar los 90 minutos desafiante, después de darlo todo, lo primero que hacía era mirar hacia mis mentores en búsqueda de una mirada o un gesto de aprobación o de reproche de acuerdo al criterio que este tuviera de mi actuación, este acto me recuerda la historia de un cuadro de Goya. El desarrapado más destacado es uno de los que van a fusilar en el cuadro “los fusilamientos de la Moncloa” la camisa está hecha jirones, no le cabe el pecho por su ímpetu vital en ella, es esa