menos en Goya, basta mirar una vez la pintura aún en un libro, para guardarla en la memoria.
Es la condensación de la espontaneidad e inmediatez que llevamos dentro los desarraigados ávidos de una oportunidad para dejar el alma, haz puesto tu destino en tus piernas y el juego de la definición acabó.
La hora ha llegado después de una larga espera para escuchar el concepto que más vale en el momento, el del entrenador:
- ¿SERÁ QUE EL NIÑO TUVO TIEMPO DE DISFRUTAR DEL JUEGO? -
Cuando no era elegido comenzaba un periodo en el que callaría largamente mi amargura y desencanto, el viaje de retorno a casa era el más largo y tortuoso, el lenguaje de las palabras era reemplazado por el silencio que me repetirá constantemente: ¿Qué pasó?
Una lucha interna comenzaba, mi propio juego, en mi mente, donde solo yo era el culpable.
Respuesta que hallarás generalmente en el orgullo de padre, “el técnico es un rosquero, injusto” o la bifurcación del camino, una en el ánimo por la búsqueda de otra oportunidad o el otro la frustración que lo alejará del fútbol activo y lo llevará posteriormente a los estadios a desahogarla desde una tribuna con los que si llegaron a sus sueños.
Se presentaba otra historia cuando era elegido, comenzaría un periodo de ensoñación, el don de volar será el principal argumento de todos sus pensamientos, el estadio lleno y la multitud coreando mi nombre en forma ruidosa ante goles magistrales que por ahora solo existían en mi memoria.
Con la inscripción en algún torneo organizado y la entrega del primer uniforme se completará la aceitada que va a mover constantemente las ansias de llegar a ser un jugador profesional y sacar a ‘la cucha’ a otro barrio, como llaman a la madre, motor de superación de tantas necesidades.
El destacarse en un equipo organizado te da la posibilidad de continuar ascendiendo cuando tu juego te plantea una vez más dos caminos, uno es el llamado a las inferiores de un equipo profesional, dos integrar la selección de tu departamento, como ven la vida está hecha de decisiones permanentes, que determinarán tu futuro.
Las inferiores de un equipo profesional casi siempre le hacen más difícil y largo su ascenso al profesional, pues el muchacho se ve casi obligado a recorrer paso a paso todas las categorías, no por principios para seguir un proceso, sino como fichas para llenar de trofeos la vitrina del club y el buen nombre del técnico de divisiones menores, en el sostenimiento de su trabajo, error grave para el progreso del jugador y para el objetivo final que debe ser el de formar talentos para el equipo élite.
El éxito de un entrenador de divisiones menores debe ser el de preparar al joven aspirante en el aspecto sicológico para hacer de él una persona estructurada, que cuando la vida le plantee la gran frustración si no llega al profesional, tenga la capacidad de ser un hombre de éxito para la sociedad en otro campo y si el camino es el del fútbol, que nos permita tener un ídolo educado.
La preparación psicológica, como guía de formación, requiere de entrenadores preparados, maestros que ayuden al pequeño no solo a llegar al profesional sino a abordar la vida como un campeón, con la claridad de cuáles son los valores del éxito del deporte que son aplicables a cualquier ámbito de la vida. Para lograr grandeza hay que invertir y sacrificar en grande. También debe prepararlo en la parte física un aspecto muy delicado en el cual el entrenador debe ser un profesional idóneo para manejar los procesos de deportistas en formación.
El gran problema que tiene la organización de nuestro fútbol es la falta de una verdadera estructura en divisiones menores con una visión clara, realista, posible, con unos objetivos a corto, mediano y largo plazo, por encima de cualquier circunstancia y un compromiso con el mejoramiento personal que debe ser el motor que mueva corazones y sentimientos, que creen hombres nuevos, impermeables a los factores externos que atenten contra su formación y su esencia, con una educación que les saque su mejor versión.
El fútbol del futuro necesitará de deportistas capacitados en el reto más grande del nivel de desarrollo, su formación, porque sus desafíos pasarán por el desarrollo mental, su capacidad para tomar decisiones correctas, su gestión del estrés, del miedo al compromiso y al reto, la buena gestión de la presión que sobre él ejerce el alto rendimiento y todos los que se mueven a través de este exigente juego, más que por su capacidad motriz o su talento.
Inculcarles la parte académica será otra opción que le permitirá no apostarle a una sola posibilidad y tener una mayor capacidad de discernimiento ante los obstáculos e interrogantes que le planteará la vida y el fútbol.
Estas circunstancias serán fundamentales para no lamentarnos con el comportamiento de nuestros ídolos en el futuro y nos garantizará que el surgimiento de nuestras figuras no será por generación espontánea, sino con un proceso serio y planificado.
Sin estos aspectos, la maduración no es ideal para llegar al profesionalismo a manejar los impostores que te plantearan duros retos: la tensión, la fama, el dinero, los amigos de ocasión y los compromisos que trae el fútbol, cuando ingresen en su rol de ídolos, uno de los papeles más difíciles de interpretar en la vida.
También está el jugador que es llamado a integrar la selección de su departamento, este vive un proceso diferente, su ritmo para llegar puede ser un poco más rápido, ya que tiene la fortuna de mostrarse ante el público, salir de viaje a enfrentar otros departamentos, de estar en un hotel, de salir en la prensa, ser mencionado en la radio, visto en la televisión y ser mirado como un ídolo en su barrio. Además, de la posibilidad de ser contratado por cualquiera de los equipos profesionales, un menú más amplio, es el ingreso a un curso de profesional a menor escala.
O sea, la antesala al gran escenario, sus juegos serán casi un simulacro de los que vivirán posteriormente.
Seguirán necesitando formación en la parte personal, requerirán de una preparación integral, que les haya permitido madurar lo suficiente para enfrentar el fútbol con todos sus retos y adquirir los argumentos suficientes para triunfar y sostenerse tallados de un carácter sólido.
Qué importante es enseñar desde edades tempranas a superar el paradigma de la mentira que dice que el éxito está en ganar y no perder, por eso empiezan a ver la vida y los retos como una competencia con los demás, no como un crecimiento interior, nos enseñan a mirar lo urgente antes que lo importante.
Los entrenadores que dirigen a los aspirantes a jugadores profesionales, más que técnicos, entrenadores, manejadores de tácticas y estrategias deben ser unos preparadores, formadores, educadores de hombres y deportistas.
Aceptarse es darse valor, la conciencia de que nadie es mejor de lo que es como persona es una verdad que hay que tatuar en sus valores morales.
No deben descuidar el aspecto personal para la vida ni el de fundamentación técnica para el fútbol, sus principales roles pasarán por potenciar la inteligencia individual, pero al servicio de una inteligencia colectiva.
La capacitación de los entrenadores y los pobres salarios que reciben, generan un dilema, que en ocasiones no permite pensar en la dirección de jóvenes como una carrera apasionante, porque requiere mucha preparación, pero con muy poca remuneración.
En cuanto al jugador, ya no desea hacer procesos, quieren salir del potrero al Santiago Bernabeu, estadio del Real Madrid; la televisión y los empresarios les han ampliado de forma brutal sus sueños y el coctel que les ofrece la vida lo hace de difícil digestión para los que no llegan preparados.
A los niños les encanta el dulce sueño de atrapar estrellas con las manos, aunque la llegada al primer nivel se haya vuelto un viaje del placer al deber.
Ya el chico no juega por el placer del disfrute propio, como en la época en que el eje del juego era la lúdica, el deseo de libertad, ahora se preparan para agradar al empresario, para ser contratados y ganar dinero, ya a los jóvenes no les interesa jugar en la selección de su departamento, ni seguir un proceso en divisiones menores, a los jugadores juveniles los