Søren Kierkegaard

El libro sobre Adler


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apenas apunta un arroyo, se corre un enorme riesgo de enturbiarlos todos fácilmente. Puesto que soy poco amigo de los seguidismos y las recreaciones, de los clubes y las asociaciones (que tanto proliferan en un país pequeño y que tanto daño irreparable producen), supondría una enorme satisfacción para mí que en el ámbito religioso proliferaran otros tipos de individuos que, por cuenta propia, quizá se planteasen cultivar este ámbito desde otro punto de vista completamente distinto. Sin embargo, por el momento, Adler no ha aportado nada a este respecto, no ha aclarado ningún concepto, no ha planteado ninguna categorización, no ha recuperado a ningún autor clásico desde una nueva perspectiva dialéctica. Él mismo no ha realizado ninguna aportación determinante y, de algún modo, me ha frenado en mi camino, puesto que sus obras poseen cierta capacidad perturbadora en el ámbito religioso y, dadas las limitaciones del país, me he visto en la obligación de interrumpir mi propia producción para plantear algunas objeciones a este pensador, a quien no considero ni superior ni colaborador.

      Por lo demás, soy consciente de lo extraño de la situación. Me dispongo a escribir un libro sobre un escritor que, hasta ahora, apenas ha sido leído y muy probablemente siga sin serlo. Del mismo modo que ocurría en aquella historia sobre dos obesos que corrían uno alrededor del otro para hacer ejercicio, [115] en un país pequeño a menudo los escritores se ejercitan girando el uno alrededor del otro. De todos modos, he planteado mi tarea como de costumbre, es decir, con independencia de la época histórica en la que desarrollo el estudio, de modo que el razonamiento podrá leerse en cualquier otra época gracias a su carácter universal e ideal. No poseo ninguna capacidad ni habilidad en absoluto para escribir sobre el instante.

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